Ciudad
del Vaticano, 8 abril 2012
(VIS).-Ofrecemos a continuación extractos del Mensaje que el Santo
Padre Benedicto XVI pronunció este domingo de Pascua de la
Resurrección del Señor, al término de la solemne
celebración de la Misa, ante más de 100.000 fieles reunidos en la
plaza de San Pedro:
“Queridos
hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero (...) llegue a todos
vosotros la voz exultante de la Iglesia, con las palabras que el
antiguo himno pone en labios de María Magdalena, la primera en
encontrar en la mañana de Pascua a Jesús resucitado (...): «He
visto al Señor»”.
“Todo
cristiano revive la experiencia de María Magdalena. Es un encuentro
que cambia la vida: el encuentro con un Hombre único, que nos hace
sentir toda la bondad y la verdad de Dios, que nos libra del mal, no
de un modo superficial, momentáneo, sino radicalmente, nos cura
completamente y nos devuelve nuestra dignidad. (…) Cada deseo mío
de bien encuentra en Él una posibilidad real: con Él puedo esperar
que mi vida sea buena y sea plena, eterna, porque es Dios mismo que
se ha hecho cercano hasta entrar en nuestra humanidad”.
“(...)
En este mundo, la esperanza no puede dejar de hacer cuentas con la
dureza del mal. No es solamente el muro de la muerte lo que la
obstaculiza, sino más aún las puntas aguzadas de la envidia y el
orgullo, de la mentira y de la violencia. Jesús ha pasado por esta
trama mortal para abrirnos el paso hacia el reino de la vida. Hubo un
momento en el que Jesús parecía derrotado: las tinieblas habían
invadido la tierra, el silencio de Dios era total, la esperanza una
palabra que parecía vana”.
“Y
he aquí que, al alba del día después del sábado, se encuentra el
sepulcro vacío. (…) Las señales de la resurrección testimonian
la victoria de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio, de la
misericordia sobre la venganza”. (…)
“Si
Jesús ha resucitado, entonces – y sólo entonces – ha ocurrido
algo realmente nuevo, que cambia la condición del hombre y del
mundo. Entonces Jesús es alguien del que podemos fiarnos de modo
absoluto, y no solamente confiar en su mensaje, sino precisamente en
Él, porque el Resucitado no pertenece al pasado, sino que está
presente hoy, vivo. Cristo es esperanza y consuelo de modo particular
para las comunidades cristianas que más pruebas padecen a causa de
la fe, por discriminaciones y persecuciones. Y está presente como
fuerza de esperanza a través de su Iglesia, cercano a cada situación
humana de sufrimiento e injusticia”.
“Que
Cristo resucitado otorgue esperanza a Oriente Próximo, para que
todos los componentes étnicos, culturales y religiosos de esa Región
colaboren en favor del bien común y el respeto de los derechos
humanos. En particular, que en Siria cese el derramamiento de sangre
y se emprenda sin demora la vía del respeto, del diálogo y de la
reconciliación, como auspicia también la comunidad internacional. Y
que los numerosos prófugos provenientes de ese país y necesitados
de asistencia humanitaria, encuentren la acogida y solidaridad que
alivien sus penosos sufrimientos. Que la victoria pascual aliente al
pueblo iraquí a no escatimar ningún esfuerzo para avanzar en el
camino de la estabilidad y del desarrollo. Y, en Tierra Santa, que
israelíes y palestinos reemprendan el proceso de paz”.
“Que
el Señor, vencedor del mal y de la muerte, sustente a las
comunidades cristianas del Continente africano, les dé esperanza
para afrontar las dificultades y les haga agentes de paz y artífices
del desarrollo de las sociedades a las que pertenecen”.
“Que
Jesús resucitado reconforte a las poblaciones del Cuerno de África
y favorezca su reconciliación; que ayude a la Región de los Grandes
Lagos, a Sudán y Sudán del Sur, concediendo a sus respectivos
habitantes la fuerza del perdón. Y que a Malí, que atraviesa un
momento político delicado, Cristo glorioso le dé paz y estabilidad.
Que a Nigeria, teatro en los últimos tiempos de sangrientos
atentados terroristas, la alegría pascual le infunda las energías
necesarias para recomenzar a construir una sociedad pacífica y
respetuosa de la libertad religiosa de sus ciudadanos. Feliz Pascua a
todos”.
Tras
la lectura de este mensaje, y antes de impartir la bendición “Urbi
et Orbi” a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro y a cuantos
lo escuchaban a través de los medios de comunicación, el Santo
Padre felicitó la Pascua en 65 idiomas.
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