Ciudad
del Vaticano, 18 de abril 2014 (VIS).- Hoy, Viernes Santo, a las
21,15 el Obispo de Roma ha presidido en el Coliseo el Via Crucis en
que, a la luz de las velas y antorchas participan todos los años
miles de fieles que acompañan el camino de Cristo hacia la cruz.
Desde la terraza del Palatino, el Santo Padre ha escuchado las
reflexiones que acompañaban a cada una de las catorce estaciones,
dedicadas esta vez a la crisis económica que sacude tantos países,
a la inmigración, la pobreza, la situación de las mujeres y los
marginados en el mundo de hoy... Un trabajador y un empresario, dos
extranjeros, dos personas sin domicilio fijo, dos presos, dos
miembros de una comunidad de rehabilitación, dos enfermos, dos
niños, una familia, dos ancianos, dos religiosas, los Custodios de
Tierra Santa y, en la primera y última estación, el cardenal
arzobispo de Roma, Agostino Vallini han cargado con la cruz en cada
una de las estaciones.
Al
final, aunque no estaba previsto, el Papa se ha dirigido a los
participantes para afirmar que “Dios puso en la Cruz de Cristo todo
el peso de nuestros pecados, todas las injusticias perpetradas por
cada Caín contra su hermano, toda la amargura de la traición de
Judas y de Pedro, toda la vanidad de los prepotentes y la arrogancia
de los falsos amigos. Era una cruz pesada, como la noche de las
personas abandonadas, pesada como la noche de los seres queridos,
pesada porque resume toda la fealdad del mal. Y, sin embargo, es
también una cruz gloriosa como el alba de una noche larga porque
representa todo el amor de Dios que es más grande que nuestra
iniquidad y que nuestras traiciones. En la cruz vemos la
monstruosidad del hombre cuando se deja guiar por el mal; pero vemos
también la inmensidad de la misericordia de Dios que no nos trata
según nuestros pecados, sino según su misericordia''.
''Ante
la cruz de Jesús -ha proseguido- vemos, hasta tocar casi con la
mano, cuanto somos eternamente amados; frente a la cruz nos sentimos
'hijos' y no 'cosas' u 'objetos', como afirmaba San Gregorio
Nacianceno dirigiéndose a Cristo con esta oración: ''Si no fueras
Tú, oh Cristo mío, me sentiría una criatura finita'...¡Oh, Jesús
nuestro, guianos desde la Cruz a la resurrección y enseñanos que el
mal no tendrá la última palabra, sino el amor, la misericordia y el
perdón!. ¡Oh, Cristo, ayudanos a exclamar nuevamente: 'Ayer estaba
crucificado con Cristo; hoy soy glorificado con Él''.
''Y,
en fin, todos juntos, recordemos a los enfermos, recordemos a todas
las personas abandonadas bajo el peso de la Cruz, para que encuentren
en la prueba de la Cruz la fuerza de la esperanza, de la esperanza de
la resurrección y del amor de Dios'', ha finalizado el Santo Padre.
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