CIUDAD DEL VATICANO, 11 DIC 2002 (VIS) - En la audiencia general de este miércoles, celebrada en el Aula Pablo VI, el Papa habló sobre el Cántico del profeta Jeremías, "Llanto del pueblo en tiempo de hambre y de guerra", que se lee en la Liturgia de las Laudes el viernes, día en que murió el Señor.
"El contexto en que surge esta lamentación -dijo el Santo Padre- está representado por un flagelo que a menudo afecta a la tierra del Cercano Oriente: la sequedad", y a este drama natural se une el de "la tragedia de la guerra. (...) La descripción, por desgracia, es trágicamente actual en tantas regiones de nuestro planeta".
Juan Pablo II afirmó que la segunda parte del Cántico es "una súplica colectiva dirigida a Dios. (...) Además de la espada y el hambre existe una tragedia mayor, la del silencio de Dios, que ya no se revela más y parece que se ha encerrado en su cielo, como disgustado por el comportamiento de la humanidad". Esto lleva a sentirse "solos y abandonados, privados de paz, de salvación, de esperanza. El pueblo abandonado a sí mismo se encuentra como perdido e invadido por el terror".
"¿No es quizá -preguntó- esta soledad existencial la causa profunda de tanta insatisfacción, que advertimos también en nuestros días? Tanta inseguridad y tantas reacciones desconsideradas tienen su origen en haber abandonado a Dios, roca de salvación".
El Papa señaló que en un preciso momento del Cántico, el pueblo vuelve a Dios y "reconoce ante todo su propio pecado, con una breve pero sentida confesión de la culpa". Se descubre entonces que "el silencio de Dios estaba provocado por el rechazo del ser humano. Si el pueblo se convierte y regresa al Señor, también Dios se mostrará disponible para ir a su encuentro y abrazarlo".
"Junto con losáisraelitas -terminó-, también nosotros podemos estar seguros de que el Señor no nos abandona para siempre sino que después de cada prueba purificadora, hace brillar su rostro sobre nosotros".
AG;CANTICO JEREMIAS;...;...;VIS;20021211;330;
"El contexto en que surge esta lamentación -dijo el Santo Padre- está representado por un flagelo que a menudo afecta a la tierra del Cercano Oriente: la sequedad", y a este drama natural se une el de "la tragedia de la guerra. (...) La descripción, por desgracia, es trágicamente actual en tantas regiones de nuestro planeta".
Juan Pablo II afirmó que la segunda parte del Cántico es "una súplica colectiva dirigida a Dios. (...) Además de la espada y el hambre existe una tragedia mayor, la del silencio de Dios, que ya no se revela más y parece que se ha encerrado en su cielo, como disgustado por el comportamiento de la humanidad". Esto lleva a sentirse "solos y abandonados, privados de paz, de salvación, de esperanza. El pueblo abandonado a sí mismo se encuentra como perdido e invadido por el terror".
"¿No es quizá -preguntó- esta soledad existencial la causa profunda de tanta insatisfacción, que advertimos también en nuestros días? Tanta inseguridad y tantas reacciones desconsideradas tienen su origen en haber abandonado a Dios, roca de salvación".
El Papa señaló que en un preciso momento del Cántico, el pueblo vuelve a Dios y "reconoce ante todo su propio pecado, con una breve pero sentida confesión de la culpa". Se descubre entonces que "el silencio de Dios estaba provocado por el rechazo del ser humano. Si el pueblo se convierte y regresa al Señor, también Dios se mostrará disponible para ir a su encuentro y abrazarlo".
"Junto con losáisraelitas -terminó-, también nosotros podemos estar seguros de que el Señor no nos abandona para siempre sino que después de cada prueba purificadora, hace brillar su rostro sobre nosotros".
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