Ciudad
del Vaticano, 23 enero 2014
(VIS).-El arzobispo Claudio Maria Celli, Presidente del Pontificio
Consejo para las Comunicaciones Sociales y la profesora Chiara
Giaccardi, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Católica del Sagrado Corazón de Milán (Italia) han presentado esta
mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Mensaje del
Santo Padre para la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales titulado “Comunicación al servicio de una auténtica
cultura del encuentro”.
“En
el mensaje -ha explicado el arzobispo Celli- emerge claramente la
imagen de una Iglesia que quiere comunicar, que quiere dialogar con
el hombre y la mujer de hoy, consciente del papel que le ha sido
confiado en este contexto. El Papa ha reiterado muchas veces el tema
de la cultura del encuentro invitando a la Iglesia y a sus miembros a
confrontarse con algunas dimensiones y exigencias propias de esa
cultura. Asimismo, en el texto se notan dos grandes tensiones: la
primera parte del mensaje se dirige al mundo laico de la
comunicación, es decir, el Papa apunta reflexiones válidas también
para los que no tienen una opción religiosa en la vida, pero que de
igual manera, están llamados a percibir o sienten la profunda
valencia humana en el mundo de la comunicación”.
“Sin
embargo, el mensaje adquiere colores y frecuencias más profundas
cuando se dirige a los discípulos del Señor y es muy sugestiva la
referencia a la parábola del buen samaritano para ayudarnos a
comprender la comunicación en términos de proximidad...Desde esta
perspectiva se plantea para todos nosotros, que intentamos ser
discípulos del Señor, un reto: el de descubrir que la red digital
'puede ser un lugar rico de humanidad, no una red de hilos sin
personas'”.
El
Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales ha
subrayado que el mensaje es “eminentemente franciscano” porque
se entrevé una profunda sintonía entre la imagen de la Iglesia que
el Papa está trazando y el mundo de la comunicación. “Es
innegable que hablar de cultura del encuentro es prestar atención
al otro y la Iglesia no puede sustraerse a la necesidad de
'acompañar, de ir más allá de la mera escucha; una Iglesia que
acompaña el camino poniéndose en camino con la gente'. Hay una
trilogía que resuena ampliamente en estos textos: cercanía,
proximidad, encuentro...Si la cultura del encuentro es atención y
proximidad al ser humano en aquello que es lo concreto de su
singladura cotidiana, debe ser capaz, con un diálogo respetuoso, de
llevar al hombre y a la mujer de hoy al encuentro con Cristo”.
En
su intervención la profesora Giaccardi ha observado que partiendo de
la dimensión fundamental del encuentro, el Papa ofrece en el
documento al menos tres indicaciones claras para interpretar el mundo
contemporáneo donde los medios de comunicación, sobre todo los
digitales son casi omnipresentes. “En primer lugar -ha dicho- la
comunicación es, en definitiva, una conquista humana más que
tecnológica. La tecnología puede facilitar u obstaculizar pero no
nos determina....Si prevalece lo antropológico sobre lo tecnológico,
hay que rechazar cualquier determinismo: la red no nos hace más
sociables o más solos. No la utilicemos, pues, como chivo expiatorio
de responsabilidades que, en cambio, son nuestras. En segundo lugar,
entender la comunicación en términos de proximidad; decir que la
comunicación no es, sobre todo, transmisión de contenidos, sino
reducción de distancias es una pequeña revolución copernicana...
Comprender la comunicación como proximidad y no como transmisión
(que puede tener lugar a distancia), repercute profundamente en la
educación, en la instrucción, en la catequesis....En tercer lugar,
cuando la palabra y la vida están en sintonía profunda, el
comunicador es creíble. El testimonio, o sea, la palabra encarnada
lleva calor y belleza a todas las rutas, incluidas las digitales”.
Por
último, Giaccardi citando la imagen del buen samaritano a la que el
Papa recurre en el mensaje como “parábola del comunicador”, ha
recordado que el samaritano “no es un técnico ni un especialista”
y que “no bastan el saber ni el prestigio social para hacernos
capaces de comunicar, ni tanto menos humanos: es una advertencia para
la “iglesia de los funcionarios, pero también para los periodistas
e intelectuales y su mundo que, desde luego no es inmune a la
referencia a sí mismo”.
“Los
periodistas pero también los académicos - ha concluido- tienen que
decidir de que parte estar: el mundo está herido y se puede mostrar
'por derecho de crónica' esas heridas bajo el pretexto de la
neutralidad y la objetividad, pasando inmediatamente a otra cosa.
También se puede ser como bandoleros que distorsionan la realidad y
no se preocupan de las consecuencias de sus acciones y palabras, con
tal de sacar provecho. O se puede ser como el samaritano que mira con
benevolencia al herido... intenta ayudarlo como puede y llama a los
demás una cadena contagiosa sobre la base de su testimonio”
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