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lunes, 16 de septiembre de 2013

ANGELUS: LA ALEGRÍA DE DIOS ES EL PERDON


Ciudad del Vaticano, 15 de septiembre 2013 (VIS).-A mediodía, Francisco se ha asomado a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los fieles reunidos en una Plaza de San Pedro llena de paraguas a causa del aguacero que ha caído esta mañana en la capital. El Papa ha comentado el evangelio de hoy que contiene las tres parábolas de la misericordia: la de la oveja descarriada, la de la moneda perdida y la del hijo pródigo.

Todas estas tres parábolas -ha dicho- hablan de la alegría de Dios. Dios está contento” porque “la alegría de Dios es perdonar...es la alegría de un pastor que encuentra a su oveja; la de una mujer que encuentra su moneda; la de un padre que vuelve a recibir en casa al hijo que se había perdido...!Aquí está todo el Evangelio, está el Cristianismo! Pero ésto no es sentimentalismo, no es blandura... Al contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del “cáncer” que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor llena los vacíos, los abismos negativos que el mal abre en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacerlo. Y ésta es la alegría de Dios...Cada uno de nosotros es esa oveja, esa moneda perdida, ese hijo que ha derrochado su libertad siguiendo falsos ídolos, espejismos de felicidad, y ha perdido todo”.

Pero Dios no nos olvida, el Padre no nos abandona jamás. Es un padre paciente, nos espera siempre. Respeta nuestra libertad, pero permanece siempre fiel. Y cuando volvemos a Él, nos acoge como hijos, en su casa, porque no deja nunca, ni siquiera por un momento, de esperarnos, con amor. Y su corazón está de fiesta por cada hijo que vuelve. Está de fiesta porque es alegría. Dios tiene esta alegría, cuando uno de nosotros, pecadores, va a Él y le pide que le perdone”.

El peligro - ha proseguido el pontífice- es que nosotros presumimos de que somos justos, y juzgamos a los demás. Juzgamos también a Dios, porque pensamos que debería castigar a los pecadores, condenarlos a muerte, en lugar de perdonar. ¡Entonces sí que corremos el riesgo de permanecer fuera de la casa del Padre! Como ese hermano mayor de la parábola, que en lugar de estar contento porque su hermano ha vuelto, se enfada con el padre que lo ha recibido y organiza una fiesta. Si en nuestro corazón no hay misericordia y alegría del perdón, no estamos en comunión con Dios; incluso si observamos todos los preceptos, porque es el amor el que salva, no la sola práctica de los preceptos. Es el amor por Dios y por el prójimo lo que da cumplimiento a todos los mandamientos”.

Si vivimos según la ley de “ojo por ojo, diente por diente”, no saldremos nunca de la espiral del mal. El Maligno es astuto, y nos hace creer que con nuestra justicia humana podemos salvarnos y salvar al mundo. En realidad, sólo la justicia de Dios nos puede salvar Y la justicia de Dios se ha revelado en la Cruz: la Cruz es el juicio de Dios sobre todos nosotros y sobre este mundo. ¿Pero cómo nos juzga Dios? ¡Dando la vida por nosotros! He aquí el acto supremo de justicia que ha vencido de una vez para siempre al Príncipe de este mundo; y este acto supremo de justicia es precisamente también el acto supremo de misericordia. Jesús nos llama a todos a seguir este camino: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” .

Francisco ha concluido pidiendo a todos que, en silencio, pensaran en “una persona con la que no estamos bien, con la que estamos enfadados y a la que no queremos. Pensemos en esa persona y en silencio, en este momento, recemos por ella. Y seamos misericordiosos con ella”.

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