Ciudad
del Vaticano, 15 de septiembre 2013 (VIS).-A mediodía, Francisco se
ha asomado a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los
fieles reunidos en una Plaza de San Pedro llena de paraguas a causa
del aguacero que ha caído esta mañana en la capital. El Papa ha
comentado el evangelio de hoy que contiene las tres parábolas de la
misericordia: la de la oveja descarriada, la de la moneda perdida y
la del hijo pródigo.
“Todas
estas tres parábolas -ha dicho- hablan de la alegría de Dios. Dios
está contento” porque “la alegría de Dios es perdonar...es la
alegría de un pastor que encuentra a su oveja; la de una mujer que
encuentra su moneda; la de un padre que vuelve a recibir en casa al
hijo que se había perdido...!Aquí está todo el Evangelio, está el
Cristianismo! Pero ésto no es sentimentalismo, no es blandura...
Al contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar
al hombre y al mundo del “cáncer” que es el pecado, el mal
moral, el mal espiritual. Sólo el amor llena los vacíos, los
abismos negativos que el mal abre en el corazón y en la historia.
Sólo el amor puede hacerlo. Y ésta es la alegría de Dios...Cada
uno de nosotros es esa oveja, esa moneda perdida, ese hijo que ha
derrochado su libertad siguiendo falsos ídolos, espejismos de
felicidad, y ha perdido todo”.
“Pero
Dios no nos olvida, el Padre no nos abandona jamás. Es un padre
paciente, nos espera siempre. Respeta nuestra libertad, pero
permanece siempre fiel. Y cuando volvemos a Él, nos acoge como
hijos, en su casa, porque no deja nunca, ni siquiera por un momento,
de esperarnos, con amor. Y su corazón está de fiesta por cada hijo
que vuelve. Está de fiesta porque es alegría. Dios tiene esta
alegría, cuando uno de nosotros, pecadores, va a Él y le pide que
le perdone”.
“El
peligro - ha proseguido el pontífice- es que nosotros presumimos de
que somos justos, y juzgamos a los demás. Juzgamos también a Dios,
porque pensamos que debería castigar a los pecadores, condenarlos a
muerte, en lugar de perdonar. ¡Entonces sí que corremos el riesgo
de permanecer fuera de la casa del Padre! Como ese hermano mayor de
la parábola, que en lugar de estar contento porque su hermano ha
vuelto, se enfada con el padre que lo ha recibido y organiza una
fiesta. Si en nuestro corazón no hay misericordia y alegría del
perdón, no estamos en comunión con Dios; incluso si observamos
todos los preceptos, porque es el amor el que salva, no la sola
práctica de los preceptos. Es el amor por Dios y por el prójimo lo
que da cumplimiento a todos los mandamientos”.
“Si
vivimos según la ley de “ojo por ojo, diente por diente”, no
saldremos nunca de la espiral del mal. El Maligno es astuto, y nos
hace creer que con nuestra justicia humana podemos salvarnos y salvar
al mundo. En realidad, sólo la justicia de Dios nos puede salvar Y
la justicia de Dios se ha revelado en la Cruz: la Cruz es el juicio
de Dios sobre todos nosotros y sobre este mundo. ¿Pero cómo nos
juzga Dios? ¡Dando la vida por nosotros! He aquí el acto supremo de
justicia que ha vencido de una vez para siempre al Príncipe de este
mundo; y este acto supremo de justicia es precisamente también el
acto supremo de misericordia. Jesús nos llama a todos a seguir este
camino: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso”
.
Francisco
ha concluido pidiendo a todos que, en silencio, pensaran en “una
persona con la que no estamos bien, con la que estamos enfadados y a
la que no queremos. Pensemos en esa persona y en silencio, en este
momento, recemos por ella. Y seamos misericordiosos con ella”.
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