Ciudad
del Vaticano, 6 de enero 2013 (VIS).- Hoy domingo, solemnidad de la
Epifanía del Señor, el Papa Benedicto XVI celebró la Santa Misa en
la Basílica Vaticana y confirió la ordenación episcopal a los
presbíteros Angelo Vincenzo Zani, elegido Arzobispo titular de
Volturno y nombrado Secretario de la Congregación para la Educación
Católica, Fortunato Nwachukwu, elegido Arzobispo titular de
Acquaviva y nombrado nuncio apostólico en Nicaragua, Georg Gänswein,
Secretario particular del Santo Padre, nombrado Arzobispo titular de
Urbisaglia y Prefecto de la Casa Pontificia, Nicolás Henry Marie
Denis Thevenin, elegido Arzobispo titular de Eclano y nombrado nuncio
apostólico en Guatemala. Concelebraron con el Santo Padre el
cardenal Tarcisio Bertone, SDB, el cardenal Zenon Grocholewski, y los
cuatro obispos electos. El rito de ordenación tuvo lugar después de
la proclamación del Santo Evangelio y del anuncio del día de
Pascua, que este año se celebra el 31 de marzo.
En
la homilía, el Santo Padre habló de los Reyes Magos, de los que
dijo que "eran buscadores de Dios", para los que "la
verdad era más importante que las burlas del mundo". Sobre el
obispo, el Papa afirmó que "debe ser valiente", y tener
"el valor de contradecir las orientaciones dominantes". A
continuación damos el texto completo de las palabras de Benedicto
XVI.
"Para
la Iglesia creyente y orante, los Magos de Oriente que, bajo la guía
de la estrella, encontraron el camino hacia el pesebre de Belén, son
el comienzo de una gran procesión que recorre la historia. Por eso,
la liturgia lee el evangelio que habla del camino de los Magos junto
con las espléndidas visiones proféticas de Isaías 60 y del Salmo
72, que ilustran con imágenes audaces la peregrinación de los
pueblos hacia Jerusalén. Al igual que los pastores que, como
primeros huéspedes del Niño recién nacido que yace en el pesebre,
son la personificación de los pobres de Israel y, en general, de las
almas humildes que viven interiormente muy cerca de Jesús, así
también los hombres que vienen de Oriente personifican al mundo de
los pueblos, la Iglesia de los gentiles -los hombres que a través de
los siglos se dirigen al Niño de Belén, honran en él al Hijo de
Dios y se postran ante él. La Iglesia llama a esta fiesta
«Epifanía», la aparición del Divino. Si nos fijamos en el hecho
de que, desde aquel comienzo, hombres de toda proveniencia, de todos
los continentes, de todas las culturas y modos de pensar y de vivir,
se han puesto y se ponen en camino hacia Cristo, podemos decir
verdaderamente que esta peregrinación y este encuentro con Dios en
la figura del Niño es una Epifanía de la bondad de Dios y de su
amor por los hombres (cf. Tt 3,4)."
"Siguiendo
una tradición iniciada por el beato Papa Juan Pablo II, celebramos
también en el día de la fiesta de la Epifanía la ordenación
episcopal de cuatro sacerdotes que, a partir de ahora, colaborarán
en diferentes funciones con el ministerio del Papa al servicio de la
unidad de la única Iglesia de Cristo en la pluralidad de las
Iglesias particulares. El nexo entre esta ordenación episcopal y el
tema de la peregrinación de los pueblos hacia Jesucristo es
evidente. La misión del Obispo no es solo la de caminar en esta
peregrinación junto a los demás, sino la de preceder e indicar el
camino. En esta liturgia, quisiera además reflexionar con vosotros
sobre una cuestión más concreta. Basándonos en la historia narrada
por Mateo podemos hacernos una cierta idea sobre qué clase de
hombres eran aquellos que, a consecuencia del signo de la estrella,
se pusieron en camino para encontrar aquel rey que iba a fundar, no
sólo para Israel, sino para toda la humanidad, una nueva especie de
realeza. Así pues, ¿qué clase de hombres eran? Y nos preguntamos
también si, a partir de ellos, a pesar de la diferencia de los
tiempos y los encargos, se puede entrever algo de lo que significa
ser Obispo y de cómo ha de cumplir su misión."
"Los
hombres que entonces partieron hacia lo desconocido eran, en
cualquier caso, hombres de corazón inquieto. Hombres movidos por la
búsqueda inquieta de Dios y de la salvación del mundo. Hombres que
esperaban, que no se conformaban con sus rentas seguras y quizás una
alta posición social. Buscaban la realidad más grande. Tal vez eran
hombres doctos que tenían un gran conocimiento de los astros y
probablemente disponían también de una formación filosófica. Pero
no solo querían saber muchas cosas. Querían saber sobretodo lo que
es esencial. Querían saber cómo se puede llegar a ser persona
humana. Y por esto querían saber si Dios existía, donde esta y cómo
es. Si él se preocupa de nosotros y cómo podemos encontrarlo. No
querían solamente saber. Querían reconocer la verdad sobre
nosotros, y sobre Dios y el mundo. Su peregrinación exterior era
expresión de su estar interiormente en camino, de la peregrinación
interior de sus corazones. Eran hombres que buscaban a Dios y, en
definitiva, estaban en camino hacia él. Eran buscadores de Dios."
"Y
con eso llegamos a la cuestión: ¿Cómo debe de ser un hombre al que
se le imponen las manos por la ordenación episcopal en la Iglesia de
Jesucristo? Podemos decir: debe ser sobre todo un hombre cuyo interés
esté orientado Dios, porque sólo así se interesará también
verdaderamente por los hombres. Podemos decirlo también al revés:
un Obispo debe de ser un hombre al que le importan los hombres, que
se siente tocado por las vicisitudes de los hombres. Debe de ser un
hombre para los demás. Pero solo lo será verdaderamente si es un
hombre conquistado por Dios. Si la inquietud por Dios se ha
trasformado en él en una inquietud por su criatura, el hombre. Como
los Magos de Oriente, un Obispo tampoco ha de ser uno que realiza su
trabajo y no quiere nada más. No, ha de estar poseído de la
inquietud de Dios por los hombres. Debe, por así decir, pensar y
sentir junto con Dios. No es el hombre el único que tiene en sí la
inquietud constitutiva por Dios, sino que esa inquietud es una
participación en la inquietud de Dios por nosotros. Puesto que Dios
está inquieto con relación a nosotros, él nos sigue hasta el
pesebre, hasta la cruz. «Buscándome te sentaste cansado, me has
redimido con el suplicio de la cruz: que tanto esfuerzo no sea en
vano», así reza la Iglesia en el Dies irae. La inquietud del hombre
hacia Dios y, a partir de ella, la inquietud de Dios hacia el hombre,
no deben dejar tranquilo al Obispo. A esto nos referimos cuando
decimos que el Obispo ha de ser sobre todo un hombre de fe. Porque la
fe no es más que estar interiormente tocados por Dios, una condición
que nos lleva por la vía de la vida. La fe nos introduce en un
estado en el que la inquietud de Dios se apodera de nosotros y nos
convierte en peregrinos que están interiormente en camino hacia el
verdadero rey del mundo y su promesa de justicia, verdad y amor. En
esta peregrinación, el Obispo debe de ir delante, debe ser el que
indica a los hombres el camino hacia la fe, la esperanza y el amor."
"La
peregrinación interior de la fe hacia Dios se realiza sobre todo en
la oración. San Agustín dijo una vez que la oración, en último
término, no sería más que la actualización y la radicalización
de nuestro deseo de Dios. En lugar de la palabra «deseo» podríamos
poner también la palabra «inquietud» y decir que la oración
quiere arrancarnos de nuestra falsa comodidad, del estar encerrados
en las realidades materiales, visibles y transmitirnos la inquietud
por Dios, haciéndonos precisamente así abiertos e inquietos unos
hacia otros. El Obispo, como peregrino de Dios, ha de ser sobre todo
un hombre que reza. Ha de vivir estar en un permanente contacto
interior con Dios; su alma ha de estar completamente abierta a Dios.
Ha de llevar a Dios sus dificultades y las de los demás, así como
sus alegrías y las de los otros, y así, a su modo, establecer el
contacto entre Dios y el mundo en la comunión con Cristo, para que
la luz de Cristo resplandezca en el mundo."
"Volvamos
a los Magos de Oriente. Ellos eran también y sobre todo hombres que
tenían valor, el valor y la humildad de la fe. Se necesitaba tener
valentía para recibir el signo de la estrella como una orden de
partir, para salir –hacia lo desconocido, lo incierto, por los
caminos llenos de multitud peligros al acecho. Podemos imaginarnos
las burlas que suscitó la decisión de estos hombres: la irrisión
de los realistas que no podían sino burlarse de las fantasías de
estos hombres. El que partía apoyándose en promesas tan inciertas,
arriesgándolo todo, solo podía aparecer como alguien ridículo.
Pero, para estos hombres tocados interiormente por Dios, el camino
acorde con las indicaciones divinas era más importante que la
opinión de la gente. La búsqueda de la verdad era para ellos más
importante que las burlas del mundo, aparentemente inteligente."
"¿Cómo
no pensar, ante una situación semejante, en la misión de un Obispo
en nuestro tiempo? La humildad de la fe, del creer junto con la fe de
la Iglesia de todos los tiempos, se encontrará siempre en conflicto
con la inteligencia dominante de los que se atienen a lo que en
apariencia es seguro. Quien vive y anuncia la fe de la Iglesia, en
muchos puntos no está de acuerdo con las opiniones dominantes
precisamente también en nuestro tiempo. El agnosticismo ampliamente
imperante hoy tiene sus dogmas y es extremadamente intolerante frente
a todo lo que lo pone en tela de juicio y cuestiona sus criterios.
Por eso, el valor de contradecir las orientaciones dominantes es hoy
especialmente acuciante para un Obispo. Él ha de ser valeroso. Y ese
valor o fortaleza no consiste en golpear con violencia, en la
agresividad, sino en el dejarse golpear y enfrentarse a los criterios
de las opiniones dominantes. A los que el Señor manda como corderos
en medio de lobos se les requiere inevitablemente que tengan el valor
de permanecer firme con la verdad. «Quien teme al Señor no tiene
miedo de nada», dice el Eclesiástico (34,14). El temor de Dios
libera del temor de los hombres. Hace libres."
"En
este contesto, recuerdo un episodio de los comienzos del cristianismo
que san Lucas narra en los Hechos de los Apóstoles. Luego del
discurso de Gamaliel, que desaconsejaba la violencia contra la
comunidad naciente de los creyentes en Jesús, el Sanedrín llamó a
los apóstoles y los mandó azotar. Después les prohibió predicar
en nombre de Jesús y los pusieron en libertad. San Lucas continúa:
«Los apóstoles salieron del Sanedrín contentos de haber merecido
aquel ultraje por el nombre de Jesús. Ningún día dejaban de
enseñar… anunciando el Evangelio de Jesucristo» (Hch 5,40ss).
También los sucesores de los Apóstoles se han de esperar ser
constantemente golpeados, de manera moderna, si no cesan de anunciar
de forma audible y comprensible el Evangelio de Jesucristo. Y
entonces podrán estar alegres de haber sido juzgados dignos de
sufrir ultrajes por él. Naturalmente, como los Apóstoles, queremos
convencer a las personas y, en este sentido, alcanzar la aprobación.
Lógicamente no provocamos, sino todo lo contrario, invitamos a todos
a entrar en el gozo de la verdad que muestra el camino. La aprobación
de las opiniones dominantes, no es el criterio al que nos sometemos.
El criterio es él mismo: el Señor. Si defendemos su causa,
conquistaremos siempre, gracias a Dios, personas para el camino del
Evangelio. Pero seremos también inevitablemente golpeados por
aquellos que, con su vida, están en contraste con el Evangelio, y
entonces daremos gracias por ser juzgados dignos de participar en la
Pasión de Cristo."
"Los
Magos siguieron la estrella, y así llegaron hasta Jesús, a la gran
luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (cf. Jn 1,9).
Como peregrinos de la fe, los Magos mismos se han convertido en
estrellas que brillan en el cielo de la historia y nos muestran el
camino. Los santos son las verdaderas constelaciones de Dios, que
iluminan las noches de este mundo y nos guían. San Pablo, en la
carta a los Filipenses, dijo a sus fieles que deben brillar como
lumbreras del mundo (cf. 2,15)."
"Queridos
amigos, esto tiene que ver también con nosotros. Tiene que ver sobre
todo con vosotros que, en este momento, seréis ordenados Obispos de
la Iglesia de Jesucristo. Si vivís con Cristo, nuevamente vinculados
a él por el sacramento, entonces también vosotros llegaréis a ser
sabios. Entonces seréis astros que preceden a los hombres y les
indican el camino recto de la vida. En este momento todos aquí
oramos por vosotros, para que el Señor os colme con la luz de la fe
y del amor. Para que aquella inquietud de Dios por el hombre os
toque, para que todos experimenten su cercanía y reciban el don de
su gloria alegría. Oramos por vosotros, para que el Señor os done
siempre la valentía y la humildad de la fe. Oramos a María que ha
mostrado a los Magos el nuevo Rey del mundo (Mt 2,11), para que ella,
como Madre amorosa, muestre también a vosotros a Jesucristo y os
ayude a ser indicadores del camino que conduce a él. Amén."
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