Ciudad
del Vaticano, 30 de diciembre 2012 (VIS).- A mediodía del domingo,
fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, el Santo Padre se asomó a
la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los fieles
reunidos en la Plaza de San Pedro.
La
preocupación de María y José por Jesús, dijo Benedicto XVI, "es
la misma de cada padre que educa a un hijo, lo introduce a la vida y
a la comprensión de la realidad. Hoy hace falta una especial oración
al Señor por todas las familias del mundo. Imitando a la Sagrada
Familia de Nazaret, los padres deben preocuparse seriamente por el
desarrollo y la educación de sus hijos, para que maduren como
hombres responsables y ciudadanos honrados, sin olvidar nunca que la
fe es un don precioso que hay que alimentar en los hijos, también
con el ejemplo personal. Al mismo tiempo, recemos para que cada niño
sea acogido como un don de Dios, sostenido por el amor del padre y de
la madre para que pueda crecer como el Señor Jesús "en
sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres". El
amor, la fidelidad y la dedicación de María y José sirvan de
ejemplo para todas los esposos cristianas, que no son los amigos o
los dueños de la vida de sus hijos, sino más bien los guardianes de
este don incomparable de Dios".
"El
silencio de José, hombre justo, y el ejemplo de María, que guardaba
todas las cosas en su corazón, nos haga entrar en el misterio lleno
de fe y de humanidad de la Sagrada Familia. Deseo a todas las
familias cristianas vivir en la presencia de Dios con el mismo amor y
la misma alegría de la familia de Jesús, María y José".
Saludando
a los peregrinos de lengua española, el Santo Padre se dirigió
también "a
los numerosos participantes en la Eucaristía que se celebra en
Madrid en esta Fiesta de la Sagrada Familia. Que Jesús, María y
José sean un ejemplo de la fe que hace brillar el amor y fortalece
la vida de los hogares. Por su intercesión, pidamos que la familia
siga siendo un don precioso para cada uno de sus miembros y una
esperanza firme para toda la humanidad. Y que el júbilo de compartir
la vida al amparo de Dios, que aprendimos de niños de labios de
nuestros padres, nos impulse a hacer del mundo un verdadero hogar, un
espacio de concordia, solidaridad y respeto mutuo. Con ese propósito,
acudimos a María, nuestra Madre del cielo, para que acompañe a las
familias en su vocación de ser una forma entrañable de iglesia
doméstica y célula originaria de la sociedad."
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