Ciudad
del Vaticano, 1 enero 2013 (VIS).-Este martes,
solemnidad de Santa María Madre de Dios y octava de Navidad, el
Santo Padre ha presidido la Misa en la Basílica Vaticana.
Concelebraron los cardenales Tarcisio Bertone y Peter Kodwo Appiah
Turkson, respectivamente secretario de Estado y presidente del
Pontificio Consejo Justicia y Paz; los arzobispos Giovanni Angelo
Becciu -sustituto de la Secretaría de Estado-, Dominique Mamberti
-secretario para las Relaciones con los Estados-, además del obispo
Mario Toso, S.D.B, secretario del Pontificio Consejo Justicia y Paz y
el arzobispo Beniamino Stella, presidente de la Pontificia Academia
Eclesiástica. Hoy también se celebra la XLVI Jornada Mundial de la
Paz,cuyo tema es "Bienaventurados sean los artífices de paz".
Ofrecemos
a continuación extractos de la homilía pronunciada por el Papa
Benedicto XVI:
"A
pesar de que el mundo está todavía lamentablemente marcado por
"focos de tensión y contraposición provocados por la creciente
desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad
egoísta e individualista, que se expresa también en un capitalismo
financiero no regulado", así como por distintas formas de
terrorismo y criminalidad, estoy persuadido de que "las
numerosas iniciativas de paz que enriquecen el mundo atestiguan la
vocación innata de la humanidad hacia la paz. El deseo de paz es una
aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el
deseo de una vida humana plena, feliz y lograda… El hombre está
hecho para la paz, que es un don de Dios. Todo esto me ha llevado a
inspirarme para este mensaje en las palabras de Jesucristo:
“Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán
llamados hijos de Dios” (Mensaje, 1). Esta bienaventuranza "dice
que la paz es al mismo tiempo un don mesiánico y una obra humana …Se
trata de paz con Dios viviendo según su voluntad. Paz interior con
uno mismo, y paz exterior con el prójimo y con toda la creación"
(ibíd., 2 y 3). Sí, la paz es el bien por excelencia que hay que
pedir como don de Dios y, al mismo tiempo, construir con todas las
fuerzas.
"Podemos
preguntarnos: ¿Cuál es el fundamento, el origen, la raíz de esta
paz? ¿Cómo podemos sentir la paz en nosotros, a pesar de los
problemas, las oscuridades, las angustias? La respuesta la tenemos en
las lecturas de la liturgia de hoy. Los textos bíblicos, sobre todo
el evangelio de san Lucas que se ha proclamado hace poco, nos
proponen contemplar la paz interior de María, la Madre de Jesús. A
ella, durante los días en los que "dio a luz a su hijo
primogénito", le sucedieron muchos acontecimientos imprevistos:
no solo el nacimiento del Hijo, sino que antes un extenuante viaje
desde Nazaret a Belén, el no encontrar sitio en la posada, la
búsqueda de un refugio para la noche; y después el canto de los
ángeles, la visita inesperada de los pastores. En todo esto, sin
embargo, María no pierde la calma, no se inquieta, no se siente
aturdida por los sucesos que la superan; simplemente considera en
silencio cuanto sucede, lo custodia en su memoria y en su corazón,
reflexionando sobre eso con calma y serenidad. Es esta la paz
interior que nos gustaría tener en medio de los acontecimientos a
veces turbulentos y confusos de la historia, acontecimientos cuyo
sentido no captamos con frecuencia y nos desconciertan".
"Queridos
hermanos, aquí está el fundamento de nuestra paz: la certeza de
contemplar en Jesucristo el esplendor del rostro de Dios Padre, de
ser hijos en el Hijo, y de tener así, en el camino de nuestra vida,
la misma seguridad que el niño experimenta en los brazos de un padre
bueno y omnipotente. El esplendor del rostro del Señor sobre
nosotros, que nos da paz, es la manifestación de su paternidad; el
Señor vuelve su rostro sobre nosotros, se manifiesta como Padre y
nos da paz. Aquí está el principio de esa paz profunda -"paz
con Dios"- que está unida
indisolublemente a la fe y a la gracia, como escribe san Pablo a los
cristianos de Roma. No hay nada que pueda quitar a los creyentes esta
paz, ni siquiera las dificultades y sufrimientos de la vida. En
efecto, los sufrimientos, las pruebas y las oscuridades no debilitan
sino que fortalecen nuestra esperanza, una esperanza que no defrauda
porque "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones
por el Espíritu Santo que se nos ha dado".
"Que
la Virgen María, a la que hoy veneramos con el título de Madre de
Dios, nos ayude a contemplar el rostro de Jesús, Príncipe de la
Paz. Que nos sostenga y acompañe en este año nuevo; que obtenga
para nosotros y el mundo entero el don de la paz. Amén."
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