Ciudad
del Vaticano, 13 de enero 2013 (VIS).-Esta mañana, en la Capilla
Sixtina,el Santo Padre ha bautizado a 20 niños y niñas, nacidos en
los últimos meses e hijos de empleados del Estado de la Ciudad del
Vaticano.
En
su homilía el Papa ha recordado que una vez adulto, Jesús da inicio
a su ministerio público yendo al río Jordán para recibir de Juan
un bautismo de penitencia y de conversión. “¿Jesús tiene
necesidad de penitencia y conversión? - se ha preguntado el
pontífice- Ciertamente no. Y sin embargo (...) quiere ponerse de la
parte de los pecadores (...) expresando la cercanía de Dios. (...)Se
muestra solidario con nosotros, con nuestra fatiga de convertirnos,
de dejar nuestros egoísmos, de separarnos de nuestros pecados, para
decirnos que si lo aceptamos en nuestra vida, Él es capaz de volver
a levantarnos y conducirnos a la altura de Dios Padre. (...) Jesús
se ha sumergido realmente en nuestra condición humana (...) y es
capaz de comprender su debilidad y fragilidad. Por esta razón se
compadece, elige padecer con los hombres, hacerse penitente junto a
nosotros. Ésta es la obra de Dios que Jesús quiere cumplir: la
misión divina de curar a quien está herido y medicar a quien está
enfermo, de tomar sobre sí el pecado del mundo”.
Después,
ha explicado que en el momento en que Jesús se hace bautizar por
Juan “se abren los cielos y se manifiesta visiblemente el Espíritu
Santo bajo forma de paloma, mientras una voz desde lo alto expresa la
complacencia del Padre, que reconoce al Hijo Unigénito, al Amado
(...) Se realiza así la profecía de Isaías (...) el Señor Dios
viene con poder para destruir las obras del pecado y su brazo ejerce
el dominio para desarmar al Maligno. Pero tengamos presente que este
brazo es el brazo tendido en la cruz y que la potencia de Cristo es
la potencia del que sufre por nosotros; este es el poder de Dios,
distinto del poder del mundo; así viene Dios con su potencia para
destruir el pecado”.
Mediante
el sacramento los niños bautizados hoy “estarán unidos de modo
profundo y para siempre con Jesús, inmersos en el misterio de su
potencia (...) en el misterio de su muerte, que es fuente de vida,
para participar en su resurrección, para renacer a una vida nueva
(...) También sobre vuestros hijos se ha abierto el cielo y Dios
dice: estos son mis hijos, en los que me complazco. Insertados en
esta relación y liberados del pecado original, se convierten en
miembros vivos del único cuerpo que es la Iglesia y son capaces de
vivir en plenitud su vocación a la santidad, de modo que puedan
heredar la vida eterna, obtenida gracias a la resurrección de
Jesús”.
Dirigiéndose
a los padres que han pedido el bautismo para sus hijos, el Santo
Padre ha subrayado que manifestaban “la fe, la alegría de ser
cristianos y de pertenecer a la Iglesia. Es la alegría que brota de
la conciencia de haber recibido un gran don de Dios: la fe, un don
que ninguno de nosotros ha podido merecer, pero que nos ha sido dado
gratuitamente y al cual hemos respondido con nuestro “sí”. El
camino de la fe que hoy comienza para estos niños se funda, por lo
tanto, en una certeza, en la experiencia de que no hay nada más
grande que conocer a Cristo y comunicar a los demás la amistad con
Él; sólo en esta amistad se abren realmente las grandes
potencialidades de la condición humana y podemos experimentar lo que
es bello y lo que libera”.
A
los padrinos y madrinas ha recordado que les corresponde “el
importante deber de sostener y ayudar a los padres en su tarea (...)
Dad siempre buen ejemplo, mediante el ejercicio de las virtudes
cristianas. No es fácil manifestar abiertamente y sin compromisos
aquello en lo que se cree, especialmente en el contexto en el que
vivimos, frente a una sociedad que, a menudo, considera pasados de
moda y fuera del tiempo a quienes viven de la fe en Jesús.
Siguiendo la ola de esta mentalidad, también los cristianos pueden
correr el riesgo de entender la relación con Jesús como un límite,
como algo que mortifica la realización personal (...) ¡Pero no es
así! (...) Precisamente a medida en que se procede en el camino de
la fe, se comprende que Jesús ejerce sobre nosotros la acción
liberadora del amor de Dios, que nos hace salir de nuestro egoísmo
(...) para conducirnos a una vida plena, en comunión con Dios y
abierta a los demás. 'Dios es amor, y el que permanece en el amor
permanece en Dios'. Estas palabras de la Primera Carta de Juan
expresan con singular claridad el centro de la fe cristiana: la
imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre
y de su camino”.
“El
agua con la cual estos niños serán bautizados en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, los sumergirá en esa 'fuente'
de vida que es Dios mismo y los convertirá en sus hijos. Y la
semilla de las virtudes teologales, infundidas por Dios, la fe, la
esperanza y la caridad; semilla que hoy se planta en sus corazones
por el poder del Espíritu Santo, deberá alimentarse siempre con la
Palabra de Dios y los Sacramentos, para que estas virtudes del
cristiano crezcan y lleguen a su plena maduración, hasta hacer de
cada uno de ellos un verdadero testigo del Señor”, ha concluido.
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