Ciudad
del Vaticano, 8 octubre 2012
(VIS).-La pasión por comunicar Cristo al mundo y la conciencia de
que Dios actúa en la Iglesia han sido los puntos claves del breve
discurso que Benedicto XVI ha dirigido esta mañana a los Padres
sinodales en la apertura del Sínodo dedicado a la Nueva
evangelización y la transmisión de la fe.
Las
preguntas sobre si Dios es una hipótesis, una realidad, o no lo es
-dijo el Papa- son hoy tan actuales como antaño. Con el Evangelio,
Dios ha roto su silencio; nos ha hablado y ha entrado en la historia.
Jesús es su palabra; el Dios que demuestra que nos ama y que sufre
con nosotros hasta la muerte para resucitar después.
Ésta,
prosiguió el pontífice, es la respuesta de la Iglesia a ese gran
interrogante. Pero la cuestión es también, cómo se puede comunicar
esa realidad a la humanidad de nuestra época para que aprenda la
salvación. Ahora bien, la Iglesia no se hace a sí misma; puede
solamente dar a conocer lo que Dios ha hecho. La Iglesia, observó el
Santo Padre, no comienza con nuestro hacer, sino con el hacer y el
hablar de Dios.
Después
de recordar que los apóstoles recibieron el Espíritu Santo,
reunidos en oración en el cenáculo en Pentecostés, Benedicto XVI
explicó que no era una simple formalidad el hecho de que cada
asamblea sinodal comenzase con una plegaria, sino una demostración
de la certeza de que la iniciativa viene siempre de Dios, que
nosotros podemos implorarla y que, con Dios, la Iglesia puede
solamente cooperar.
Tras
esta toma de conciencia, el segundo paso es el de la “confesión”,
el testimonio, incluso en situaciones que impliquen graves peligros.
Este testimonio en momentos difíciles es, precisamente, una garantía
de credibilidad ya que implica la disponibilidad a dar la vida por
aquello en que se cree.
La
confesión necesita también de una forma visible, de un 'ropaje'.
Este es, dijo el Papa, la caridad, la fuerza más grande que debe
hacer latir el corazón de cada cristiano. La fe concluyó, tiene que
transformarse en nosotros en llama de amor, que encienda nuestro ser
y se propague al prójimo. Esta es la esencia de la evangelización.
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