Ciudad
del Vaticano, 30 de septiembre 2012 (VIS).-El Santo Padre se asomó
ayer a mediodía al balcón del patio interior de Castel Gandolfo
para rezar el Ángelus con los fieles allí reunidos.
El
Papa comentó el evangelio de San Marcos que narra que un hombre que
no era discípulo de Jesús expulsaba a los demonios en nombre suyo.
El apóstol Juan quiere impedirlo pero Cristo no permite que lo haga,
al contrario, “aprovecha esa ocasión para enseñar a sus
discípulos que Dios puede obrar cosas buenas e incluso prodigiosas
también fuera de su círculo y que se puede colaborar en la causa
del Reino de Dios de muchas formas”.
“Por
eso los miembros de la Iglesia -continuó el pontífice- no deben
tener celos, sino alegrarse cuando alguien, externo a la comunidad,
obra el bien en nombre de Cristo siempre que lo haga con intención
recta y respeto. También, dentro de la misma Iglesia puede suceder
que a veces cueste trabajo valorar y apreciar, en espíritu de
comunión profunda, las cosas buenas debidas a varias realidades
eclesiales. En cambio, todos tenemos que ser siempre capaces de
apreciarnos y estimarnos unos a otros, alabando al Señor, por la
infinita fantasía con que actúa en la Iglesia y en el mundo”.
Después,
Benedicto XVI, comentó la carta de Santiago en que “resuena la
invectiva del apóstol contra los ricos deshonestos que depositan su
seguridad en las riquezas acumuladas a fuerza de abusos (...) Sus
palabras, mientras nos alertan del vano afán por los bienes
materiales, constituyen un fuerte llamamiento a usarlos en
perspectiva de la solidaridad y del bien común, obrando siempre con
equidad y moralidad en todos los ámbitos”.
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