Ciudad
del Vaticano, 7 noviembre 2014
(VIS).-Los participantes en la asamblea nacional de la Conferencia
Italiana de los Superiores Mayores (CISM) -alrededor de cien
personas- fueron recibidos esta mañana en audiencia por el Papa en
la Sala Clementina. El Pontífice quiso compartir con ellos algunos
puntos de referencia para su camino, empezando por la ayuda que la
vida religiosa brinda a la Iglesia haciéndola crecer mediante la
atracción. ''Ante el testimonio de un hermano o una hermana que vive
plenamente esa vida -dijo - la gente se pregunta: "¿Qué pasa
aquí?" ,"¿Qué lleva a esta persona más allá del
horizonte mundano?". Esto es
lo primero: ayudar a la Iglesia a crecer a través de la atracción.
Sin preocuparse de hacer prosélitos: atracción''.
El
segundo punto fue la radicalidad que, aunque deba caracterizar en
formas diversas a todos los cristianos, para los religiosos asume la
forma de testimonio de profecía.
''El testimonio de una vida evangélica -explicó Francisco- es lo
que distingue al discípulo misionero y, especialmente, a los que
siguen al Señor en el camino de la vida religiosa. Y el testimonio
profético coincide con la santidad. La verdadera profecía nunca es
ideológica, no está en
contraste con la institución: es institución. La profecía es
institucional, no sigue la moda: es siempre un signo
de contradicción según el Evangelio, como lo fue Jesús. Jesús,
era un signo de contradicción para las autoridades religiosas de su
tiempo.: los jefes de los fariseos y de los saduceos, los maestros
de la ley. Y lo fue también para otras opciones y propuestas:
esenios, zelotes..''
Para
explicar el tercer punto el Papa citó las palabras del Padre
presidente de los Superiores Mayores: "No queremos combatir
batallas de retaguardia, de defensa, sino estar en medio de la
gente", con la certeza de la fe en que Dios siempre hace que
su Reino germine y crezca. ''Esto no es fácil, no es obvio -observó-
requiere la conversión; requiere, sobre todo, la oración y la
adoración; y requiere compartir con el pueblo santo de Dios que vive
en las periferias de la historia. Descentrarse. Todo carisma para
vivir y ser fructífero esté llamado a descentrarse, para que en el
centro esté sólo Jesucristo. No hay que guardar el carisma como
una botella de agua destilada, hay que hacerlo fructificar con
coraje, confrontándolo con la realidad actual, con las culturas, con
la historia, como nos enseñan los grandes misioneros de nuestros
institutos''.
La
fraternidad es otro de los signos que la vida religiosa debe mostrar
en una época, afirmó el Papa, en que la cultura dominante es
individualista, centrada en los derechos subjetivos. ''La vida
consagrada puede ayudar a la Iglesia y a toda la sociedad dando
testimonio de fraternidad, de que se puede vivir juntos como
hermanos en la diversidad porque en la comunidad no se elige antes;
uno se encuentra con personas diversas por carácter, edad,
educación, sensibilidad ... y sin embargo, se intenta vivir como
hermanos. No siempre es posible, por supuesto... pero se reconoce
que uno se ha equivocado, se pide perdón y se perdona. Y esto es
bueno para la Iglesia, hace que circule en su cuerpo la linfa de la
fraternidad. Y también es bueno para toda la sociedad''.
Pero
esta fraternidad ''presupone la paternidad de Dios y la maternidad
de la Iglesia y de la Madre,
la Virgen María.'' Una relación cultivada diariamente con ''la
oración, la Eucaristía, con la adoración, el Rosario. Así cada
día renovamos nuestro "estar " con Cristo y en Cristo, y
establecemos una relación auténtica con el Padre que está en los
cielos y con la Madre Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia
jerárquica, y la Madre María. Si nuestra vida se sitúa siempre en
estas coordenadas fundamentales, también seremos capaces de
fraternidad auténtica, de una fraternidad que da testimonio y que
atrae''.
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