Ciudad
del Vaticano, 7 noviembre 2014
(VIS).- ''El desafío central de la agenda de desarrollo post-2015 es
asegurar que la globalización ofrezca beneficios para todos... se
necesita fortalecer el multilateralismo para ayudar a lograr este
objetivo y para gestionar los diversos riesgos y desafíos
relacionados con la globalización''. Es lo que dijo el arzobispo
Bernardito Aúza, Observador Permanente de la Santa Sede ante la
Organización de las Naciones Unidas en Nueva York el pasado 27 de
octubre en la LXIX Sesión de la Asamblea General sobre
''Globalización e interdependencia''.
El
prelado habló de los beneficios y las desigualdades que la
globalización puede ofrecer. ''Cuando la globalización une a las
personas como iguales produce resultados de beneficio mutuo, una
colaboración ventajosa para todos. De lo contrario, genera
desigualdades más grandes, marginación, explotación e injusticia.
De hecho, como la mayoría de las actividades humanas, la
globalización funciona para bien o para mal, dependiendo de la ética
y las políticas subyacentes que guían el proceso''.
En
este ámbito mencionó dos cuestiones de particular importancia: la
cultura y la migración. ''La cultura -dijo- es un vehículo
esencial para expresar y compartir nuestra humanidad común. Es de
vital importancia si el objetivo final de la actividad económica y
del desarrollo es la verdadera prosperidad humana. Considerando todos
los beneficios y valores de la cultura, no debemos reducirla a la
lógica del intercambio de mercado... La cultura de una comunidad es
su aportación al bien común global porque es una expresión de su
humanidad; y a través de ella podemos entrar en un diálogo
auténtico, ya que habla a nuestra humanidad común''.
Sobre
la migración, el arzobispo destacó que se trata de un fenómeno que
involucra a todos ''no sólo por su dimensión, sino también por los
problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos
que comporta'' y añadió que ''la Santa Sede quiere poner de relieve
los casos, especialmente preocupantes, de la trata de personas y las
formas de esclavitud contemporánea generada por la migración...
Estas formas modernas de esclavitud -añadió- son lo contrario de
una globalización impulsada por la cultura del encuentro y los
valores de la solidaridad y la justicia''.
''Es
necesario ver siempre el rostro humano de la migración, ver al
emigrante como otro ser humano, con nuestra misma dignidad y nuestros
mismos derechos. Sólo entonces podremos responder a la globalización
de la migración con la globalización de la solidaridad y la
cooperación. Además, la solidaridad con los emigrantes no es
suficiente si no va acompañada de esfuerzos por llevar la paz a las
zonas atormentadas por conflictos y lograr un orden económico
mundial más equitativo. Dado que la globalización ha hecho más
pequeño el mundo transformándolo en una aldea -concluyó- podemos
llegar a ser buenos vecinos''.
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