Ciudad
del Vaticano, 16 marzo (VIS).- A mediodía de hoy, el Santo Padre se
ha asomado a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los
fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. En el segundo domingo de
Cuaresma Francisco ha reflexionado sobre la Trasfiguración de Cristo
y ha pedido a los fieles que esta semana “escuchar a Jesús” y
leer el Evangelio todos los días.
“Nosotros,
discípulos de Jesús, estamos llamados a ser personas que escuchan
su voz y se toman en serio sus palabras. Para escuchar a Jesús, es
necesario estar cerca de Él, seguirlo, como hacían las multitudes
del Evangelio, que lo reconocían por las calles de Palestina... Pero
también escuchamos a Jesús en su palabra escrita, en el Evangelio
-ha continuado-. Les hago una pregunta, ¿ustedes leen todos los días
un pasaje del Evangelio? Sí, no, sí, no, mitad y mitad. Algunos sí,
algunos no. Pero es importante, ¡eh! ¿Ustedes leen el Evangelio? Es
algo bueno, es una cosa buena, tener un pequeño Evangelio, pequeño.
Y llevarlo con nosotros en el bolsillo, en la cartera, y leer un
pequeño pasaje en cualquier momento de la jornada. En cualquier
momento de la jornada yo tomo del bolsillo el Evangelio y leo algo,
un pequeño pasaje, y ahí es Jesús que nos habla, en el Evangelio.
Piensen esto. No es difícil, ni siquiera necesario que sean los
cuatro, uno de los Evangelios, pequeñito, con nosotros. Siempre el
Evangelio con nosotros. Porque es la palabra de Jesús. Para poder
escucharlo”.
El
Papa ha recordado que para poder compartir la Palabra del Señor,
debemos aprender a ‘subir’ con la oración y a ‘bajar’ con la
caridad fraterna y ha destacado que esta es una misión que concierne
a toda la Iglesia, a todos los bautizados. “De este episodio de la
Transfiguración, quisiera señalar dos elementos significativos, que
sintetizo en dos palabras: subida y bajada -ha dicho-. Tenemos
necesidad de apartarnos en un espacio de silencio - de subir a la
montaña - para reencontrarnos con nosotros mismos y percibir mejor
la voz del Señor. Esto lo hacemos en la oración. No podemos
permanecer siempre allí. El encuentro con Dios en la oración nos
impulsa nuevamente a “bajar de la montaña” y a volver hacia
abajo, a la llanura, donde nos encontramos con muchos hermanos
abrumados por fatigas, enfermedades, injusticias, ignorancia, pobreza
material y espiritual. A estos hermanos nuestros que están en
dificultad, estamos llamados a brindarles los frutos de la
experiencia que hemos vivido con Dios, compartiendo con ellos la
gracia recibida. Y esto es curioso. Cuando nosotros sentimos la
palabra de Jesús, escuchamos la palabra de Jesús, y la tenemos en
el corazón, ¡eh!, esa palabra crece. ¿Y saben cómo crece? Dándola
al otro. La palabra de Cristo en nosotros crece cuando la
proclamamos, cuando nosotros la damos a los demás. Y esta es la vida
cristiana”.
Al
finalizar, el Obispo de Roma ha invitado a “dirigir nuestro ruego a
la Madre de Dios y Madre nuestra, invocando su guía en nuestro
camino cuaresmal”.
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