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lunes, 5 de noviembre de 2012

LA ESPERANZA SÓLIDA DE LOS CRISTIANOS EN LA RESURRECCIÓN

Ciudad del Vaticano, 3 noviembre 2012 (VIS).-El Santo Padre presidió esta mañana en la basílica de San Pedro la celebración eucarística en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos durante este año. En modo particular el Papa recordó a los cardenales John Patrick Foley, Anthony Bevilacqua, José Sánchez, Ignace Moussa Daoud, Luis Aponte Martínez, Rodolfo Quezada Toruño, Eugênio de Araújo Sales, Paul Shan Kuo-Hsi, Carlo Maria Martini y Fortunato Baldelli.

Ofrecemos a continuación extractos de la homilía del pontífice:

Los lugares de la sepultura constituyen una suerte de asamblea en la que los vivos se encuentran con sus difuntos y con ellos consolidan los vínculos de una comunión que la muerte no ha logrado interrumpir. Y, aquí en Roma, en esos cementerios peculiares que son las catacumbas, advertimos, como en ningún otro lugar, los lazos profundos con la cristiandad antigua, que sentimos tan cercana”.

Cuando nos adentramos en las galerías de las catacumbas romanas, como en los cementerios de nuestras ciudades y pueblos, es como si atravesáramos un umbral inmaterial y entrásemos en comunicación con aquellos que allí custodian su pasado, hecho de alegría y dolores, de fracasos y esperanzas. Todo esto sucede porque la muerte concierne al hombre de nuestros días, como al de entonces; y, aunque tantas cosas del pasado nos resulten ajenas, la muerte es siempre la misma”.

Pero, ¿cómo respondemos los cristianos a la cuestión de la muerte? Respondemos con la fe en Dios, con una mirada de esperanza sólida que se funda en la muerte y resurrección de Jesucristo. Entonces, la muerte se abre a la vida, a la vida eterna, que no es una copia infinita del tiempo presente, sino algo completamente nuevo. La fe nos dice que la inmortalidad verdadera a la que aspiramos no es una idea ni un concepto, sino una relación de comunión plena con el Dios vivo; es estar en sus manos, en su amor, es convertirse en Él en una cosa sola con todos los hermanos y hermanas que ha creado y redimido, con la creación entera (...) Es la vida que llega a su plenitud: la vida en Dios; una vida que ahora podemos solamente entrever, como se adivina el cielo sereno a través de la niebla”.

Los pastores que recordamos hoy han servido a la Iglesia con fidelidad y amor, afrontando a veces pruebas gravosas, para asegurar a la grey que les fue confiada atención y cuidados. En la variedad de sus dotes y tareas respectivas han dado ejemplo de diligente vigilancia y de sabia y entregada dedicación al Reino de Dios, brindando una aportación inapreciable a la estación post-conciliar, tiempo de renovación para toda la Iglesia”.

El banquete eucarístico, en que han participado primero como fieles y después, cotidianamente, como ministros, anticipa de la forma más elocuente lo que el Señor ha prometido en el Sermón de la montaña: la posesión del Reino de los Cielos, el tomar parte en el banquete de toda la Jerusalén celestial. Recemos para que sea así para todos. Nuestra oración está alimentada por esta firme esperanza “que no defrauda” porque nos la garantizó Cristo que quiso vivir en su carne la experiencia de la muerte para triunfar sobre ella con el acontecimiento prodigioso de la Resurrección”.

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