CIUDAD DEL VATICANO, 1 JUL 2011 (VIS).- Al final del almuerzo ofrecido por el colegio cardenalicio al Santo Padre con motivo del 60 aniversario de su ordenación sacerdotal, el cardenal decano, Angelo Sodano, felicitó al pontífice y le ofreció, en nombre de todos los purpurados, un óbolo para los pobres de Roma, la diócesis del Papa, “considerando –dijo- las urgentes necesidades de tantos romanos, inmigrantes y refugiados”.
El Santo Padre después de agradecer la oferta, pronunció un breve discurso: “Este es un momento de gratitud por la guía del Señor, por todo lo que me ha dado y perdonado en estos años, pero también un momento dedicado al recuerdo. –afirmó- En 1951 el mundo era completamente diverso, no había televisión, ni internet, no había ordenadores, ni teléfonos móviles. Realmente el mundo del que venimos parece prehistórico; y, sobre todo, nuestras ciudades estaban destruidas, lo mismo que la economía, y había una enorme pobreza material y espiritual, pero también una gran energía y voluntad de reconstruir este país y de renovar (...) la comunidad europea sobre el fundamento de la fe”.
“Después –prosiguió- llegó el momento del Concilio Vaticano II, donde todas las esperanzas que albergábamos parecían realizarse; después llegó la revolución cultural del 68, años difíciles en los que la barca del Señor parecía llenarse de aguay estar casi a punto de naufragar; y sin embargo, el Señor, que parecía dormir en ese momento, estaba presente y nos guiaba hacia adelante. Fueron los años en que trabaje al lado del beato Juan Pablo II: años inolvidables. Y por fin la hora totalmente inesperada del 19 de abril de 2005, cuando el Señor me llamó a una nueva tarea y, sólo fiándome de su fuerza, abandonándome a Él pude decir “sí” en aquel momento”.
“En estos 60 años todo ha cambiado, pero ha permanecido la fidelidad al Señor-concluyó- El es el mismo, ayer, hoy y siempre: esta es nuestra certeza, que nos indica el camino hacia el futuro. El momento de la gratitud y de la memoria es también el momento de la esperanza”.
.../ VIS 20110704 (360)
El Santo Padre después de agradecer la oferta, pronunció un breve discurso: “Este es un momento de gratitud por la guía del Señor, por todo lo que me ha dado y perdonado en estos años, pero también un momento dedicado al recuerdo. –afirmó- En 1951 el mundo era completamente diverso, no había televisión, ni internet, no había ordenadores, ni teléfonos móviles. Realmente el mundo del que venimos parece prehistórico; y, sobre todo, nuestras ciudades estaban destruidas, lo mismo que la economía, y había una enorme pobreza material y espiritual, pero también una gran energía y voluntad de reconstruir este país y de renovar (...) la comunidad europea sobre el fundamento de la fe”.
“Después –prosiguió- llegó el momento del Concilio Vaticano II, donde todas las esperanzas que albergábamos parecían realizarse; después llegó la revolución cultural del 68, años difíciles en los que la barca del Señor parecía llenarse de aguay estar casi a punto de naufragar; y sin embargo, el Señor, que parecía dormir en ese momento, estaba presente y nos guiaba hacia adelante. Fueron los años en que trabaje al lado del beato Juan Pablo II: años inolvidables. Y por fin la hora totalmente inesperada del 19 de abril de 2005, cuando el Señor me llamó a una nueva tarea y, sólo fiándome de su fuerza, abandonándome a Él pude decir “sí” en aquel momento”.
“En estos 60 años todo ha cambiado, pero ha permanecido la fidelidad al Señor-concluyó- El es el mismo, ayer, hoy y siempre: esta es nuestra certeza, que nos indica el camino hacia el futuro. El momento de la gratitud y de la memoria es también el momento de la esperanza”.
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