CIUDAD DEL VATICANO, 2 JUL 2011 (VIS).-Los representantes de la diócesis italiana de Altamura-Gravina-Acquaviva delle Fonti, que celebra su sínodo diocesano, acompañados por su obispo Mario Paciello, fueron recibidos esta mañana por el Santo Padre.
“El Sínodo es un acontecimiento que hace vivir concretamente la experiencia de ser “Pueblo de Dios”, de ser Iglesia, comunidad peregrina en la historia hacia la plenitud escatológica en Dios –observó el Santo Padre- Esto significa reconocer que la Iglesia no posee en sí misma el principio vital sino que depende de Cristo, de la que es signo y instrumento eficaz. En la relación con el Señor Jesús encuentra su identidad más profunda: ser don de Dios a la humanidad, prolongando la presencia y la obra de salvación del Hijo por medio del Espíritu Santo. En este horizonte comprendemos que la Iglesia es esencialmente un misterio de amor al servicio de la humanidad para su santificación.(...) El ser Iglesia encuentra su fuente y su verdadero significado en la comunión de amor del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: la Santísima Trinidad no es sólo el modelo, sino que genera y da forma a la Iglesia como misterio de comunión”.
“Es necesario partir siempre y de forma nueva forma de esta verdad para comprender y vivir más intensamente el ser Iglesia, “Pueblo de Dios”, “Cuerpo de Cristo” “Comunión”. De lo contrario corremos el riesgo de reducir todo a una dimensión horizontal, que distorsiona la identidad de la Iglesia y el anuncio de la fe. La Iglesia no es una organización social, filantrópica, como muchas otras: es la Comunidad de Dios, es la Comunidad que cree, ama y adora al Señor Jesús y abre sus “velas” al soplo del Espíritu Santo, y por eso es una comunidad dispuesta a evangelizar”.
El Papa recalcó que “muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo necesitan encontrar al Señor, o volver a descubrir la belleza del Dios cercano, del Dios que en Jesucristo nos mostró su rostro de Padre y nos llama a reconocer el significado y el valor de la existencia. El momento histórico actual está marcada por luces y sombras. Somos testigos de actitudes complejas: encerrarse en sí mismos, narcisismo, deseo de posesión y consumo, sentimientos y afectos desligados de la responsabilidad. Muchas son las causas de esta confusión, que se manifiesta en un malestar existencial profundo, pero en el fondo de todo se entrevé la negación de la dimensión trascendente del ser humano y de la relación fundamental con Dios. Por esto es decisivo que las comunidades cristianas promueven caminos de fe válidos y concienzudos”.
AC/ VIS 20110704 (440)
“El Sínodo es un acontecimiento que hace vivir concretamente la experiencia de ser “Pueblo de Dios”, de ser Iglesia, comunidad peregrina en la historia hacia la plenitud escatológica en Dios –observó el Santo Padre- Esto significa reconocer que la Iglesia no posee en sí misma el principio vital sino que depende de Cristo, de la que es signo y instrumento eficaz. En la relación con el Señor Jesús encuentra su identidad más profunda: ser don de Dios a la humanidad, prolongando la presencia y la obra de salvación del Hijo por medio del Espíritu Santo. En este horizonte comprendemos que la Iglesia es esencialmente un misterio de amor al servicio de la humanidad para su santificación.(...) El ser Iglesia encuentra su fuente y su verdadero significado en la comunión de amor del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: la Santísima Trinidad no es sólo el modelo, sino que genera y da forma a la Iglesia como misterio de comunión”.
“Es necesario partir siempre y de forma nueva forma de esta verdad para comprender y vivir más intensamente el ser Iglesia, “Pueblo de Dios”, “Cuerpo de Cristo” “Comunión”. De lo contrario corremos el riesgo de reducir todo a una dimensión horizontal, que distorsiona la identidad de la Iglesia y el anuncio de la fe. La Iglesia no es una organización social, filantrópica, como muchas otras: es la Comunidad de Dios, es la Comunidad que cree, ama y adora al Señor Jesús y abre sus “velas” al soplo del Espíritu Santo, y por eso es una comunidad dispuesta a evangelizar”.
El Papa recalcó que “muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo necesitan encontrar al Señor, o volver a descubrir la belleza del Dios cercano, del Dios que en Jesucristo nos mostró su rostro de Padre y nos llama a reconocer el significado y el valor de la existencia. El momento histórico actual está marcada por luces y sombras. Somos testigos de actitudes complejas: encerrarse en sí mismos, narcisismo, deseo de posesión y consumo, sentimientos y afectos desligados de la responsabilidad. Muchas son las causas de esta confusión, que se manifiesta en un malestar existencial profundo, pero en el fondo de todo se entrevé la negación de la dimensión trascendente del ser humano y de la relación fundamental con Dios. Por esto es decisivo que las comunidades cristianas promueven caminos de fe válidos y concienzudos”.
AC/ VIS 20110704 (440)
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