CIUDAD DEL VATICANO, 30 JUN 2011 (VIS).- En la Sala Clementina del Palacio Apostólico, Benedicto XVI confirió por primera vez el “Premio Ratzinger”, instituido por la “Fundación Vaticana Joseph Ratzinger - Benedetto XVI” a los profesores: Manlio Simonetti, italiano, experto de Literatura cristiana antigua y Patrología: Olegario González de Cardedal, español, sacerdote, docente de Teología sistemática; y Maximilian Heim, alemán, cisterciense, abad del monasterio de Heiligenkreuz en Austria y docente de Teología fundamental y dogmática.
Después del saludo del presidente de la Fundación, monseñor Giuseppe Antonio Scotti, el Santo Padre pronunció un discurso.
“La teología es ciencia de la fe, dice la tradición –observó el Papa-, (...) pero si el fundamento de la teología, es decir la fe, no se convierte, al mismo tiempo, en objeto del pensamiento, si la praxis se refiere solo a sí misma, o vive exclusivamente del préstamo de las ciencias humanas, entonces la praxis se queda vacía y privada de fundamento”.
En la teología “está en juego la cuestión de la verdad, es su fundamento último y esencial. Una expresión de Tertuliano puede llevarnos a dar un paso más: “Cristo no dijo: Yo soy la costumbre, sino yo soy la verdad”, agregó el Santo Padre, explicando que las “religiones paganas por su naturaleza eran “consuetudinarias”: (...) se observaban las formas de culto tradicionales esperando permanecer así en la relación acertada con el ámbito misterioso de lo divino. El aspecto revolucionario del cristianismo en la antigüedad fue la ruptura con “lo consuetudinario” por amor de la verdad. (...) En San Juan apóstol se encuentra la otra interpretación fundamental de la fe cristiana, que se expresa en la designación de Cristo como Logos. Si Cristo es el Logos, la verdad, el ser humano debe corresponderle con su propio logos, con su razón”.
“De ahí se entiende cómo la fe cristiana, por su propia naturaleza, debía suscitar la teología, debía interrogarse sobre la razonabilidad de la fe. (...) Por cuanto se presente claro en el cristianismo, el nexo fundamental entre Logos, verdad y fe, la forma concreta de ese nexo ha planteado y plantea siempre nuevas preguntas. (...) San Buenaventura (...) habló de un doble uso de la razón -un uso que es incompatible con la naturaleza de la fe y uno que, en cambio, pertenece a la naturaleza de la fe”.
Para Buenaventura “existe (...) el despotismo de la razón, que se hace juez supremo de todo. Este tipo de uso de la razón es ciertamente imposible en el ámbito de la fe” porque quiere someter a Dios “a un procedimiento de prueba experimental”, dijo el Santo Padre explicando que en nuestros días “la razón experimental se presenta hoy ampliamente como la única forma de racionalidad declarada científica. (...) Con este enfoque se han llevado a cabo obras grandiosas y nadie quiere poner en duda que sea justo y necesario en el ámbito del conocimiento de la naturaleza y sus leyes. Sin embargo, hay un límite en el uso de esa razón: Dios no es un objeto de la experimentación humana. Es un Sujeto y se manifiesta sólo en la relación de persona a persona”.
“En esta perspectiva Buenaventura menciona un segundo uso de la razón, que se aplica al ámbito “personal”, a los grandes interrogantes de la naturaleza humana. El amor quiere conocer mejor a aquel que ama. El amor verdadero, no vuelve ciego, sino que da la vista. De él forma parte la sed de conocimiento del otro. Por esta razón, los Padres de la Iglesia encontraron a los precursores del cristianismo - fuera del ámbito de la revelación a Israel - no en la religión consuetudinaria, (...) sino en los “filósofos”, en las personas sedientas de la verdad y por lo tanto en camino hacia Dios. Cuando no se utiliza así la razón, las grandes cuestiones de la humanidad quedan fuera del alcance de la razón y se dejan a la irracionalidad. Por eso, la teología auténtica es tan importante. La verdadera fe orienta la razón a abrirse a lo divino, de modo que, guiados por el amor a la verdad, se puede conocer a Dios más de cerca”.
AC/ VIS 20110630 (700)
Después del saludo del presidente de la Fundación, monseñor Giuseppe Antonio Scotti, el Santo Padre pronunció un discurso.
“La teología es ciencia de la fe, dice la tradición –observó el Papa-, (...) pero si el fundamento de la teología, es decir la fe, no se convierte, al mismo tiempo, en objeto del pensamiento, si la praxis se refiere solo a sí misma, o vive exclusivamente del préstamo de las ciencias humanas, entonces la praxis se queda vacía y privada de fundamento”.
En la teología “está en juego la cuestión de la verdad, es su fundamento último y esencial. Una expresión de Tertuliano puede llevarnos a dar un paso más: “Cristo no dijo: Yo soy la costumbre, sino yo soy la verdad”, agregó el Santo Padre, explicando que las “religiones paganas por su naturaleza eran “consuetudinarias”: (...) se observaban las formas de culto tradicionales esperando permanecer así en la relación acertada con el ámbito misterioso de lo divino. El aspecto revolucionario del cristianismo en la antigüedad fue la ruptura con “lo consuetudinario” por amor de la verdad. (...) En San Juan apóstol se encuentra la otra interpretación fundamental de la fe cristiana, que se expresa en la designación de Cristo como Logos. Si Cristo es el Logos, la verdad, el ser humano debe corresponderle con su propio logos, con su razón”.
“De ahí se entiende cómo la fe cristiana, por su propia naturaleza, debía suscitar la teología, debía interrogarse sobre la razonabilidad de la fe. (...) Por cuanto se presente claro en el cristianismo, el nexo fundamental entre Logos, verdad y fe, la forma concreta de ese nexo ha planteado y plantea siempre nuevas preguntas. (...) San Buenaventura (...) habló de un doble uso de la razón -un uso que es incompatible con la naturaleza de la fe y uno que, en cambio, pertenece a la naturaleza de la fe”.
Para Buenaventura “existe (...) el despotismo de la razón, que se hace juez supremo de todo. Este tipo de uso de la razón es ciertamente imposible en el ámbito de la fe” porque quiere someter a Dios “a un procedimiento de prueba experimental”, dijo el Santo Padre explicando que en nuestros días “la razón experimental se presenta hoy ampliamente como la única forma de racionalidad declarada científica. (...) Con este enfoque se han llevado a cabo obras grandiosas y nadie quiere poner en duda que sea justo y necesario en el ámbito del conocimiento de la naturaleza y sus leyes. Sin embargo, hay un límite en el uso de esa razón: Dios no es un objeto de la experimentación humana. Es un Sujeto y se manifiesta sólo en la relación de persona a persona”.
“En esta perspectiva Buenaventura menciona un segundo uso de la razón, que se aplica al ámbito “personal”, a los grandes interrogantes de la naturaleza humana. El amor quiere conocer mejor a aquel que ama. El amor verdadero, no vuelve ciego, sino que da la vista. De él forma parte la sed de conocimiento del otro. Por esta razón, los Padres de la Iglesia encontraron a los precursores del cristianismo - fuera del ámbito de la revelación a Israel - no en la religión consuetudinaria, (...) sino en los “filósofos”, en las personas sedientas de la verdad y por lo tanto en camino hacia Dios. Cuando no se utiliza así la razón, las grandes cuestiones de la humanidad quedan fuera del alcance de la razón y se dejan a la irracionalidad. Por eso, la teología auténtica es tan importante. La verdadera fe orienta la razón a abrirse a lo divino, de modo que, guiados por el amor a la verdad, se puede conocer a Dios más de cerca”.
AC/ VIS 20110630 (700)
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