CIUDAD DEL VATICANO, 2 MAY 2010 (VIS).-Finalizado el encuentro con los jóvenes, en el que participaron unas 20.000 personas, el Santo Padre se desplazó en automóvil a la Catedral de Turín para venerar la Sábana Santa, cuya ostensión comenzada el 10 de abril, terminará el 23 de mayo.
El Papa, que fue recibido por el párroco y los canónigos del Capítulo Metropolitano, adoró la Eucaristía en la Capilla del Santísimo Sacramento para trasladarse después al altar mayor, donde veneró la Sábana Santa.
Después de venerar el Santo Sudario, Benedicto XVI leyó su meditación titulada "El misterio del Sábado Santo", subtitulo del tema de la ostensión: "Passio Christi- Passio hominis".
"La Sábana Santa -dijo el Papa- es el icono de este misterio. (...) Efectivamente es un sudario que envolvió el cadáver de un hombre crucificado, y que corresponde completamente a lo que dicen los Evangelios de Jesús. (...) El Sábado Santo es el día en que Dios se esconde. (...) En nuestra época, especialmente después de atravesar el siglo pasado, la humanidad se ha vuelto particularmente sensible al misterio del Sábado Santo. El escondimiento de Dios forma parte de la espiritualidad del ser humano contemporáneo, de manera existencial, casi inconsciente, como un vacío en el corazón que se ha hecho cada vez más grande. (...) . Después de las dos guerras mundiales, de los campos de concentración y los gulags, de Hiroshima y Nagasaki, nuestra época se ha transformado cada vez más en un Sábado Santo: la oscuridad de este día interpela a todos los que se interrogan sobre la vida, y especialmente a nosotros, los creyentes. También a nosotros nos atañe esta oscuridad".
"Y, sin embargo, la muerte del Hijo de Dios, de Jesús de Nazaret, tiene un aspecto opuesto, totalmente positivo, fuente de consuelo y de esperanza. Pienso así que la Sábana Santa se comporta como un documento "fotográfico", que tiene un "positivo" y un "negativo". Y efectivamente es así: el misterio más oscuro de la fe es al mismo tiempo el signo más luminoso de una esperanza ilimitada. El Sábado Santo es una "tierra de nadie" entre la muerte y la resurrección, pero en esta "tierra de nadie" ha entrado Uno, el Único, que la ha atravesado con los signos de su Pasión por el ser humano".
"En ese "tiempo más allá del tiempo", Jesucristo "descendió a los infiernos". (...) Dios, hecho hombre, llegó hasta el punto de entrar en la soledad extrema y absoluta del ser humano donde no llega rayo de amor alguno, donde reina el abandono total sin ninguna palabra de consuelo: "los infiernos". Jesucristo, permaneciendo en la muerte, cruzó el umbral de esta soledad última para guiarnos también a nosotros a atravesarla con él. (...) El ser humano vive porque es amado y puede amar; y si hasta en el espacio de la muerte pudo penetrar el amor, entonces incluso allí llegó también la vida. En la hora de la soledad más grande nunca estaremos solos: "Passio Christi. Passio hominis".
"¡Este es el misterio del Sábado Santo! Precisamente desde allí, desde la oscuridad de la muerte del Hijo de Dios, surgió la luz de una nueva esperanza: la luz de la Resurrección. Y pienso que contemplando este sacro lino con los ojos de la fe se vislumbre esa luz. (...) Este es el poder de la Sábana Santa: del rostro de este "Hombre de dolores", que carga con el peso de la pasión del ser humano de todo tiempo y lugar, también con nuestras pasiones, nuestros sufrimientos, nuestras dificultades, nuestros pecados. (...) Emana una majestad solemne, un señorío paradójico".
"¿Cómo habla la Sábana Santa? ¡Habla con la sangre, y la sangre es vida! La Sábana Santa es un icono escrito con sangre; sangre de un hombre flagelado, coronado de espinas, crucificado y herido en el costado derecho. La imagen grabada en la Sábana Santa es la de un muerto, pero la sangre habla de su vida. Cada rastro de sangre habla de amor y de vida. (...) Es como un manantial que murmura en el silencio y nosotros (...) podemos escucharlo, en el silencio del Sábado Santo".
Finalizada la meditación, Benedicto XVI saludó a las monjas de clausura de los diversos monasterios de la archidiócesis y a los miembros del Comité de la Sábana Santa para trasladarse después a la Casa de la Divina Providencia, donde a las 18.30, en la iglesia del Cottolengo, se encontró con los enfermos.
PV-ITALIA/ VIS 20100503 (740)
El Papa, que fue recibido por el párroco y los canónigos del Capítulo Metropolitano, adoró la Eucaristía en la Capilla del Santísimo Sacramento para trasladarse después al altar mayor, donde veneró la Sábana Santa.
Después de venerar el Santo Sudario, Benedicto XVI leyó su meditación titulada "El misterio del Sábado Santo", subtitulo del tema de la ostensión: "Passio Christi- Passio hominis".
"La Sábana Santa -dijo el Papa- es el icono de este misterio. (...) Efectivamente es un sudario que envolvió el cadáver de un hombre crucificado, y que corresponde completamente a lo que dicen los Evangelios de Jesús. (...) El Sábado Santo es el día en que Dios se esconde. (...) En nuestra época, especialmente después de atravesar el siglo pasado, la humanidad se ha vuelto particularmente sensible al misterio del Sábado Santo. El escondimiento de Dios forma parte de la espiritualidad del ser humano contemporáneo, de manera existencial, casi inconsciente, como un vacío en el corazón que se ha hecho cada vez más grande. (...) . Después de las dos guerras mundiales, de los campos de concentración y los gulags, de Hiroshima y Nagasaki, nuestra época se ha transformado cada vez más en un Sábado Santo: la oscuridad de este día interpela a todos los que se interrogan sobre la vida, y especialmente a nosotros, los creyentes. También a nosotros nos atañe esta oscuridad".
"Y, sin embargo, la muerte del Hijo de Dios, de Jesús de Nazaret, tiene un aspecto opuesto, totalmente positivo, fuente de consuelo y de esperanza. Pienso así que la Sábana Santa se comporta como un documento "fotográfico", que tiene un "positivo" y un "negativo". Y efectivamente es así: el misterio más oscuro de la fe es al mismo tiempo el signo más luminoso de una esperanza ilimitada. El Sábado Santo es una "tierra de nadie" entre la muerte y la resurrección, pero en esta "tierra de nadie" ha entrado Uno, el Único, que la ha atravesado con los signos de su Pasión por el ser humano".
"En ese "tiempo más allá del tiempo", Jesucristo "descendió a los infiernos". (...) Dios, hecho hombre, llegó hasta el punto de entrar en la soledad extrema y absoluta del ser humano donde no llega rayo de amor alguno, donde reina el abandono total sin ninguna palabra de consuelo: "los infiernos". Jesucristo, permaneciendo en la muerte, cruzó el umbral de esta soledad última para guiarnos también a nosotros a atravesarla con él. (...) El ser humano vive porque es amado y puede amar; y si hasta en el espacio de la muerte pudo penetrar el amor, entonces incluso allí llegó también la vida. En la hora de la soledad más grande nunca estaremos solos: "Passio Christi. Passio hominis".
"¡Este es el misterio del Sábado Santo! Precisamente desde allí, desde la oscuridad de la muerte del Hijo de Dios, surgió la luz de una nueva esperanza: la luz de la Resurrección. Y pienso que contemplando este sacro lino con los ojos de la fe se vislumbre esa luz. (...) Este es el poder de la Sábana Santa: del rostro de este "Hombre de dolores", que carga con el peso de la pasión del ser humano de todo tiempo y lugar, también con nuestras pasiones, nuestros sufrimientos, nuestras dificultades, nuestros pecados. (...) Emana una majestad solemne, un señorío paradójico".
"¿Cómo habla la Sábana Santa? ¡Habla con la sangre, y la sangre es vida! La Sábana Santa es un icono escrito con sangre; sangre de un hombre flagelado, coronado de espinas, crucificado y herido en el costado derecho. La imagen grabada en la Sábana Santa es la de un muerto, pero la sangre habla de su vida. Cada rastro de sangre habla de amor y de vida. (...) Es como un manantial que murmura en el silencio y nosotros (...) podemos escucharlo, en el silencio del Sábado Santo".
Finalizada la meditación, Benedicto XVI saludó a las monjas de clausura de los diversos monasterios de la archidiócesis y a los miembros del Comité de la Sábana Santa para trasladarse después a la Casa de la Divina Providencia, donde a las 18.30, en la iglesia del Cottolengo, se encontró con los enfermos.
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