CIUDAD DEL VATICANO, 18 ABR 2010 (VIS).-Tras el encuentro con los jóvenes, Benedicto XVI llegó al aeropuerto Luqa, de Malta, donde tuvo la lugar la ceremonia de despedida del decimocuarto viaje apostólico de su pontificado.
Después de escuchar el discurso del presidente de la República de Malta, George Abela, el Santo Padre tomó la palabra.
“Este viaje -dijo- me ha dado la ocasión de apreciar más profundamente cómo el Evangelio predicado por san Pablo ha plasmado la identidad espiritual del pueblo maltés. En el momento de dejaros, permitidme que os aliente una vez más a ser profundamente conscientes de vuestra identidad, y a asumir las responsabilidades que se derivan de ella, sobre todo promoviendo los valores del Evangelio, que os ofrecen una visión clara de la dignidad humana, así como del origen y destino común del género humano”.
“Por su posición geográfica en el corazón del Mediterráneo -agregó- muchos inmigrantes llegan a las costas de Malta; unos que huyen de situaciones de violencia y persecución, otros en busca de mejores condiciones de vida. Soy conciente de las dificultades que puede causar el acoger a un gran número de personas, dificultades que no puede resolver por sí sólo un país de primer destino. Al mismo tiempo, confío también en que, teniendo en cuenta sus raíces cristianas y su larga y reconocida historia de acogida de los extranjeros, Malta tratará, con la ayuda de otros Estados y de las Organizaciones internacionales, de socorrer a los que llegan y asegurar que sus derechos sean respetados”.
“La unidad, la solidaridad y el respeto recíproco están en la base de vuestra vida social y política. Estos valores, inspirados en vuestra fe católica, son la brújula que os guiará en la búsqueda de un auténtico desarrollo integral. El tesoro de la enseñanza social de la Iglesia inspirará y guiará estos esfuerzos. Nunca dejéis que vuestra verdadera identidad se vea comprometida por el indiferentismo o el relativismo. Sed siempre fieles a la enseñanza de san Pablo”, concluyó el Santo Padre.
Finalizado su breve discurso Benedicto XVI emprendió el regreso a Roma, donde aterrizó en el aeropuerto de Ciampino a las 21,40 y desde allí se trasladó en helicóptero al Vaticano.
PV-MALTA/ VIS 20100419 (370)Después de escuchar el discurso del presidente de la República de Malta, George Abela, el Santo Padre tomó la palabra.
“Este viaje -dijo- me ha dado la ocasión de apreciar más profundamente cómo el Evangelio predicado por san Pablo ha plasmado la identidad espiritual del pueblo maltés. En el momento de dejaros, permitidme que os aliente una vez más a ser profundamente conscientes de vuestra identidad, y a asumir las responsabilidades que se derivan de ella, sobre todo promoviendo los valores del Evangelio, que os ofrecen una visión clara de la dignidad humana, así como del origen y destino común del género humano”.
“Por su posición geográfica en el corazón del Mediterráneo -agregó- muchos inmigrantes llegan a las costas de Malta; unos que huyen de situaciones de violencia y persecución, otros en busca de mejores condiciones de vida. Soy conciente de las dificultades que puede causar el acoger a un gran número de personas, dificultades que no puede resolver por sí sólo un país de primer destino. Al mismo tiempo, confío también en que, teniendo en cuenta sus raíces cristianas y su larga y reconocida historia de acogida de los extranjeros, Malta tratará, con la ayuda de otros Estados y de las Organizaciones internacionales, de socorrer a los que llegan y asegurar que sus derechos sean respetados”.
“La unidad, la solidaridad y el respeto recíproco están en la base de vuestra vida social y política. Estos valores, inspirados en vuestra fe católica, son la brújula que os guiará en la búsqueda de un auténtico desarrollo integral. El tesoro de la enseñanza social de la Iglesia inspirará y guiará estos esfuerzos. Nunca dejéis que vuestra verdadera identidad se vea comprometida por el indiferentismo o el relativismo. Sed siempre fieles a la enseñanza de san Pablo”, concluyó el Santo Padre.
Finalizado su breve discurso Benedicto XVI emprendió el regreso a Roma, donde aterrizó en el aeropuerto de Ciampino a las 21,40 y desde allí se trasladó en helicóptero al Vaticano.
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