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lunes, 29 de noviembre de 2004

EL SEÑOR ACELERE EL TIEMPO PARA VIVIR LA COMUNION PLENA


CIUDAD DEL VATICANO, 27 NOV 2004 (VIS).-Juan Pablo II presidió esta mañana en la basílica vaticana, junto con el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, una celebración ecuménica para la entrega de unas reliquias de los santos Gregorio Nacianceno y Juan Crisóstomo, obispos y doctores de la Iglesia.

  El Papa y el patriarca entraron juntos en la basílica mientras el coro cantaba "Ubi caritas est vera". Tras el saludo litúrgico a la asamblea, el Santo Padre dirigió unas breves palabras con las que subrayó el significado ecuménico de la celebración.

  Posteriormente, mientras se cantaban las letanías de los santos, varios diáconos católicos y ortodoxos llevaron en procesión desde la Capilla del Coro las reliquias de los dos santos y las colocaron delante del altar de la Confesión.

  Durante la Liturgia de la Palabra se leyeron textos bíblicos y de los dos santos doctores de la Iglesia. La oración universal fue introducida por el Papa y concluida por el patriarca ecuménico.

  Antes de la entrega de las reliquias, el arzobispo Leonardo Sandri, sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, leyó una carta del Santo Padre al Patriarca Bartolomé, que comenzaba recordando su encuentro en la basílica vaticana el pasado 29 de junio, solemnidad de los Santos Pedro y Pablo.

  El Papa escribe que hoy, con motivo de la entrega de las reliquias de San Gregorio Nacianceno y San Juan Crisóstomo, "el Señor (...) nos da la posibilidad de realizar aquí, en la tumba del apóstol Pedro otro encuentro fraterno en el amor, la oración y la voluntad de caminar juntos hacia la unidad plena y visible que Cristo desea para sus discípulos".

  "En la traslación de unas reliquias tan santas -prosigue el texto- vemos una ocasión bendita para purificar nuestras memorias heridas, para consolidar nuestro camino de reconciliación, para confirmar que la fe de nuestros Santos Doctores y la fe de las Iglesias de Oriente y Occidente. Vemos, además la hora propicia para mostrar "con palabras y gestos de hoy las inmensas riquezas que nuestras Iglesias conservan en las arcas de sus tradiciones".

  "Este es el 'momento favorable' -exclamó- para unir a su intercesión nuestra oración para que el Señor acelere la hora en que juntos podremos, en la celebración de la Santa Eucaristía vivir la comunión plena y contribuir así de forma más eficaz a que el mundo crea que Jesucristo es el Señor".

  "Amado hermano -concluye el Santo Padre- no me cansaré nunca de buscar firme y resueltamente esta comunión entre los discípulos de Cristo porque mi deseo en respuesta a la voluntad del Señor es ser siervo en la comunión 'en la verdad y el amor para que la barca -hermosos símbolo que el Consejo Ecuménico de las Iglesias eligió como emblema- no sea sacudida por las tempestades y pueda llegar un día a puerto'".

  Finalizada la lectura, los diáconos se acercaron al altar de la confesión y entregaron las reliquias al Santo Padre, que después de besarlas las puso en manos del patriarca, que pronunció a continuación unas palabras de agradecimiento.

  "Esta traslación bendita -dijo- se realiza gracias a la decisión de buena voluntad (...) digna de honor y de agradecimiento de Su amada Santidad. Seguís el ejemplo de San Basilio el Grande que restituyó las reliquias de San Dionisio, obispo de Milán que falleció en el exilio".

  "Se celebra hoy un acto sacro que repara una anomalía y una injusticia eclesiástica. Este gesto fraternal de la Iglesia de la Antigua Roma confirma que no existen en la Iglesia de Cristo problemas insuperables, cuando el amor, la justicia y la paz se encuentran en la sacra diaconía de la reconciliación y de la unidad. (...) Todo acto que restaña viejas heridas y previene las nuevas, contribuye a la creación de los presupuestos necesarios para continuar el diálogo de la verdad en el amor entre nuestras Iglesias".

  Las reliquias de San Gregorio Nacianceno fueron trasladadas desde Constantinopla a Roma por varias monjas bizantinas en el siglo VIII en la época de las persecuciones iconoclastas de los emperadores León III Isaurico y Constantino, que negaban el culto a las imágenes sagradas y se perseguía a quienes las venerasen. Las reliquias se conservaron en la Iglesia romana de Santa Maria en Campo Marzio hasta que el papa Gregorio XIII en 1580 pidió a las religiosas que las trajeran a la basílica vaticana y se colocaron debajo del altar de la Capilla Gregoriana. El pontífice quiso sin embargo que las monjas conservaran una reliquia perteneciente al brazo del santo.

  San Juan Crisóstomo murió en el exilio y sus reliquias fueron trasladadas a Constantinopla por orden del emperador Teodosio. Permanecieron en este lugar hasta la época del imperio latino de Occidente (1204-1258), cuando fueron transportadas a Roma. En 1990 se trasladaron al altar de la Capilla del Coro en la basílica de San Pedro, una vez restaurado.

  Al final de la ceremonia, el Santo Padre y el Patriarca bendijeron a la asamblea y regresaron en procesión a la Capilla de la Piedad, precedidos por los diáconos que llevaban las reliquias de los Santos Doctores de la Iglesia.
AC/RELIQUIAS NACIANCENO:CRISOSTOMO/BARTOLOME   VIS 20041129 (800)


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