EL PAPA RECUERDA LA FIGURA DE JUAN XXIII

CIUDAD DEL VATICANO, 4 JUN 2003 (VIS) - Al principio de la catequesis de la audiencia general de los miércoles celebrada en la Plaza de San Pedro y a la que asistieron unos 20.000 fieles, el Santo Padre afirmó que deseaba "rendir homenaje a Juan XXIII, que falleció hace cuarenta años y a quien he tenido la alegría de proclamar beato".

Juan Pablo II recordó la tarde del 3 de junio de 1963 cuando miles de fieles se habían reunido en la Plaza de San Pedro para "estar lo más cerca posible del amado Padre y Pastor, que tras una larga y dolorosa enfermedad dejaba este mundo. A las 19,00 en la misma plaza, el pro-vicario de Roma, cardenal Luigi Traglia, iniciaba la Santa Misa, mientras el Papa desde su lecho, transformado en altar, consumaba su sacrificio espiritual, el sacrificio de toda su vida". "El fin de la misa -recordó el Santo Padre- coincidió con la muerte del Papa bueno".

"Este lecho es un altar -dijo el Papa citando las palabras de Juan XXIII-; el altar necesita una víctima: estoy preparado. Ofrezco mi vida por la Iglesia, la continuación del Concilio Ecuménico, la paz en el mundo, la unidad de los cristianos".

El Santo Padre subrayó que su antecesor, incluso en el momento de su muerte, "miraba al futuro y a las expectativas del Pueblo de Dios y del mundo. Con acento emocionado afirmaba que el secreto de su sacerdocio estaba en el Crucifijo, siempre frente a su lecho. (...) Su ministerio sacerdotal estuvo enteramente dedicado a dar a conocer y amar 'lo que más vale en la vida: Jesucristo bendito: su santa Iglesia, su Evangelio".

"Menos de dos meses antes, el 11 de abril, Juan XXIII había publicado el documento más célebre de su magisterio: la encíclica 'Pacem in terris', que este año he recordado varias veces. Toda la vida de este pontífice inolvidable fue un gran testimonio de paz" y esta encíclica es "casi un testamento público y universal".

"Todo creyente, en este mundo nuestro -escribía- debe ser una chispa de luz, un centro de amor, un fermento vivificante en la masa". El Santo Padre concluyó afirmando que "para ser una chispa de luz es necesario vivir en contacto permanente con Dios. Mi venerable antecesor, que ha dejado una huella en la historia, recuerda también a los seres humanos del tercer milenio que el secreto de la paz y la alegría está en la comunión profunda y constante con Dios".

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