Ciudad
del Vaticano, 30 mayo 2012
(VIS).-Durante la audiencia general de hoy, celebrada en la Plaza de
San Pedro, el Santo Padre ha continuado con su serie de catequesis
dedicadas a la oración cristiana según san Pablo, para quien es “un
encuentro verdadero y personal con Dios Padre, en Cristo, mediante el
Espíritu Santo. En este encuentro entran en diálogo el 'sí' fiel
de Dios y el 'amén' confiado de los creyentes”.
Benedicto
XVI ha explicado esta dinámica en su alocución, apoyándose en la
segunda carta a los Corintios. Escribe el apóstol: “Bendito sea
Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios
de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras
tribulaciones, para que también nosotros seamos capaces de consolar
a los que se encuentran en cualquier tribulación”.
El
consuelo, ha dicho el Papa, no se ha de entender como simple
confortación, sino sobre todo “como exhortación a no dejarse
vencer por las tribulaciones y las dificultades. Es una invitación a
vivir todas las situaciones unidos a Cristo, que carga sobre sí todo
el sufrimiento y el pecado del mundo para llevar luz, esperanza y
redención. Así nos hace capaces de consolar a quienes se encuentran
en cualquier clase de aflicción”. La unión profunda con Cristo en
la oración y la confianza en su presencia nos hacen estar dispuestos
a compartir los sufrimientos de los hermanos.
“Nuestra
vida y nuestro camino cristiano -ha continuado el Pontífice- están
marcados a menudo por dificultades, incomprensiones, sufrimientos.
Todos lo sabemos. En la relación fiel con el Señor, en la oración
constante, diaria, podemos sentir concretamente el consuelo que viene
de Dios. Y esto refuerza nuestra fe, porque nos hace experimentar de
modo concreto el 'sí' de Dios al hombre en Cristo, la fidelidad de
su amor, que llega hasta el don de su Hijo en la cruz”.
La
fe, don gratuito de Dios, se enraíza en su fidelidad, “en su 'sí'
que nos hace comprender cómo vivir nuestra existencia amando al
Señor y a los hermanos. Toda la historia de la salvación es un
progresivo revelarse de esta fidelidad de Dios, a pesar de nuestras
infidelidades y nuestras negaciones”.
El
Papa ha subrayado en este punto que el modo de actuar de Dios es muy
distinto del de los hombres: “Ante los contrastes en las relaciones
humanas, incluso en las familiares, tendemos a no perseverar en el
amor gratuito, que cuesta esfuerzo y sacrificio. En cambio, Dios no
se cansa nunca de nosotros, de tener paciencia con nosotros, y nos
precede siempre con su inmensa misericordia, nos viene al encuentro
(...). En la cruz nos ofrece la medida de su amor que no calcula y
que no tiene medida”. Este amor fiel es capaz de esperar incluso a
cuantos lo rechazan. Dios busca siempre al hombre, quiere acogerlo en
la comunión con Él para donarle plenitud de vida, esperanza y paz.
Sobre
el 'sí' fiel de Dios se injerta el 'amén' de la Iglesia, que es la
respuesta de la fe con la que concluyen las oraciones y que expresa
nuestro 'sí' a la iniciativa de Dios: “En nuestra oración estamos
llamados a decir 'sí' a Dios, a responder con el 'amén' de la
adhesión, de la fidelidad a Él de toda nuestra vida. Esta fidelidad
no podemos conquistarla nunca con nuestras propias fuerzas, no es
solo fruto de nuestro esfuerzo cotidiano; viene de Dios y está
fundada sobre el 'sí' de Cristo. (…) Tenemos que entrar en este
'sí' de Cristo, en la adhesión a la voluntad de Dios, para llegar a
decir, con san Pablo, que no somos nosotros quienes vivimos, sino que
es Cristo mismo quien vive en nosotros. Entonces el 'amén' de
nuestra oración personal y comunitaria envolverá y transformará
toda nuestra vida”.
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