Ciudad
del Vaticano, 14 de abril de 2012 (VIS).-Miles de peregrinos acuden
estos días a la catedral de Tréveris (Alemania) con motivo del V
centenario de la primera ostensión pública de la “Heiliger Rock”
(la Túnica Santa), que Jesús habría usado antes de la crucifixión
y que, como se lee en el Evangelio de San Juan, los soldados romanos
echaron a suertes.
Según
la tradición, parte de esa túnica llegó a manos de la emperatriz
Elena, madre de Constantino el Grande, que la habría entregado al
arzobispo de Tréveris, San Agricio. Los fieles pudieron ver por
primera vez la reliquia sólo en el año 1512, gracias al deseo del
emperador Maximiliano I, que pidió al entonces arzobispo Richar von
Greiffenklau que la mostrase al público.
Benedicto
XVI, con motivo de la inauguración de la peregrinación, que durará
hasta el próximo 13 de mayo, ha enviado un mensaje a monseñor
Stephan Ackermann, actual obispo de Tréveris. El documento está
fechado el 6 de abril, Viernes Santo.
En
el texto, el Papa recuerda que San Juan afirma que la túnica era de
una sola pieza; por eso los soldados no quieren romperla y la echan
a suertes para que se quede entera.
“Los
Padres de la Iglesia -escribe- ven en este paso la unidad de la
Iglesia que está fundada como comunidad única e indivisible del
amor de Cristo (…) El amor del Salvador une lo que está dividido.
(…) La túnica, además, está tejida enteramente de arriba abajo.
Esta también es una imagen de la Iglesia, que no vive gracias a sus
propias fuerzas, sino por la acción de Dios. Cómo comunidad única
e indivisible es obra de Dios, no de los hombres y de sus
capacidades. La Túnica Santa representa también una advertencia
para la Iglesia, para que permanezca fiel a sus orígenes y sea
consciente de que su unidad, su consenso, su eficacia y su testimonio
(…) pueden ser sólo un don de Dios”.
Por
último, remarca el Santo Padre “la Túnica Santa no es una toga,
una vestimenta elegante que expresa una función social. Es una pieza
modesta, que sirve para cubrir y proteger a quien la lleva,
custodiando su recato. Esta vestimenta es el don indivisible del
Crucificado a la Iglesia, que santificó con su sangre. Por ello la
Santa Túnica recuerda a la Iglesia su dignidad (…) Necesitamos
estar dispuestos siempre a la conversión y a la humildad para ser
discípulos del Señor con amor y verdad. Al mismo tiempo, la
dignidad particular y la integridad de la Iglesia no pueden ser ni
rebajadas ni abandonadas al clamor de un juicio sumario por parte de
la opinión pública”.
“La
peregrinación jubilar tiene como lema 'Y se reúna lo que está
separado' que es, además, una invocación al Señor. No queremos
permanecer atrapados en el aislamiento. Queremos pedir al Señor que
nos guíe en el camino común de la fe y vivifique sus contenidos.
Así, creciendo juntos como cristianos en la fe, la oración y el
testimonio, en medio de las pruebas de nuestro tiempo, podremos
confesar su magnificencia y su bondad”, concluye Benedicto XVI.
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