Ciudad
del Vaticano, 14 abril 2012
(VIS).-El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, P.
Federico Lombardi, S.I., ha hecho pública esta mañana una nota
sobre las noticias relacionadas con el Vaticano y el caso Orlandi,
aparecidas recientemente en los periódicos italianos. Como se
recordará, Emanuela Orlandi, hija de un empleado del Vaticano y
ciudadana vaticana, desapareció misteriosamente el 22 de junio de
1983, a la edad de 15 años. A lo largo de los últimos treinta años,
su desaparición ha dado lugar a numerosas especulaciones, desde la
intervención de los servicios secretos, a la implicación de Ali
Agca, el ciudadano turco que atentó contra Juan Pablo II; a la
participación de grupos ligados a la delincuencia romana. En 2008,
un programa de la televisión italiana difundió una llamada de
teléfono en que se ligaba el lugar de la sepultura del jefe de uno
de estos grupos con el de Emmanuela Orlandi.
Ofrecemos
a continuación extractos de la nota del director de la Oficina de
Prensa:
“Ante
todo, es justo recordar que el Papa Juan Pablo II estuvo
particularmente afectado por el trágico secuestro, tanto que
intervino públicamente ocho veces en menos de un año con
llamamientos por la liberación de Emanuela y visitó personalmente a
la familia. (…) A este compromiso personal del Papa es natural que
correspondiese el compromiso de sus colaboradores. (...) El cardenal
Agostino Casaroli, Secretario de Estado y primer colaborador del
Papa, siguió personalmente el asunto, hasta el punto de que, como es
sabido, se puso a disposición para contactar con los secuestradores
a través de una línea telefónica especial”.
“Como
ha atestiguado el cardenal Re (…), entonces Asesor de la Secretaría
de Estado y hoy testigo principal de aquel tiempo, tanto la
Secretaría como la Gobernación se esforzaron en hacer todo lo
posible para afrontar la dolorosa situación mediante la necesaria
colaboración con las autoridades italianas, a quienes correspondía
la responsabilidad de las investigaciones, habiendo ocurrido el
secuestro en Italia. (…) La plena disponibilidad a la colaboración
por parte de los responsables vaticanos de aquel tiempo resulta
comprobada por hechos. (…) Todas las cartas e informaciones
llegadas al Vaticano fueron prontamente enviadas al fiscal, Dott.
Sica, y al Inspectorado de Seguridad Pública del Vaticano, y es de
suponer que estarán custodiadas en las oficinas judiciales italianas
competentes”.
“También
en la segunda fase de la investigación, años después, las tres
solicitudes dirigidas a las autoridades vaticanas por los
investigadores italianos (…) encontraron respuesta”. A petición
de los jueces italianos, numerosas personas fueron interrogadas en el
Vaticano, y sus declaraciones fueron enviadas a dichas autoridades.
“Los relativos dossieres existen todavía, y siguen a disposición
de los investigadores. Hay que destacar que en la época del
secuestro de Emanuela, las autoridades vaticanas concedieron a los
investigadores italianos y al SISDE (servicios secretos italianos)
la autorización para controlar el teléfono vaticano de la familia
Orlandi y para entrar libremente en el Vaticano para ir a casa de los
Orlandi, sin ninguna mediación de funcionarios vaticanos. (…)
Carece por tanto de fundamento acusar al Vaticano de haber rechazado
colaborar con las autoridades italianas que dirigían las
investigaciones”. (…)
“La
cuestión de fondo es que, desgraciadamente, en el Vaticano no se
halló ningún elemento concreto útil (...) para proporcionarlo a
los investigadores. En aquella época, las autoridades vaticanas
-teniendo en cuenta los mensajes recibidos, en que se hacía
referencia a Ali Agca; en un período que coincidió prácticamente
con la investigación sobre el atentado contra el Papa- compartieron
la opinión dominante de que el secuestro era utilizado por una
oscura organización criminal para enviar mensajes o presionar acerca
de la detención y el interrogatorio del agresor del Papa”.
“No
hubo motivo alguno para pensar en otros posibles motivos del
secuestro. La atribución del conocimiento de secretos relativos al
secuestro a personas pertenecientes a las instituciones vaticanas,
sin mencionar ningún nombre, no corresponde, por tanto, a ninguna
información fiable o fundada. A veces, parece casi una justificación
para hacer frente a la angustia y la frustración por no haber
conseguido encontrar la verdad”.
“En
conclusión, (…) no resulta que se haya ocultado nada, o que en el
Vaticano haya 'secretos' sobre ese tema. Seguir afirmándolo es
completamente injustificado”. (...)
“En
fin, ya que la ubicación de la tumba de Enrico De Pedis en la
basílica de San Apolinar ha sido y sigue siendo motivo de
interrogantes y discusiones -incluso al margen de su eventual
relación con la historia del secuestro Orlandi-, se reitera que, por
parte eclesiástica, no hay ningún obstáculo para que se
inspeccione la tumba y el cuerpo se entierre en otro lugar, para
que se restablezca la serenidad que corresponde a un entorno
sagrado”.
“Por
último, quisiéramos inspirarnos en la intensa participación
personal de Juan Pablo II en el trágico caso de esta joven y en el
sufrimiento de su familia (...). Un sufrimiento que se reaviva cada
vez que surge una pista nueva para explicarlo (…). Desgraciadamente
cada año desaparecen en Italia muchas personas de las que no se
vuelve a saber nada a pesar de las investigaciones; sin embargo, el
caso de esta joven e inocente ciudadana vaticana retorna siempre al
centro de la atención. Que ésta no sea una razón para descargar
sobre el Vaticano culpas que no tiene, sino más bien una oportunidad
para darse cuenta de la realidad, terrible y a menudo olvidada, que
constituye la desaparición de las personas – especialmente de las
más jóvenes –, y de oponerse, por parte de todos y con todas las
fuerzas, a cualquier actividad criminal que la origine”.
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