Ciudad
del Vaticano, 11 de julio de 2015 (Vis).-Después de celebrar la
santa misa en la capilla de la residencia arzobispal, el Papa visitó
el Penitenciario de Santa Cruz-Palmasola donde viven diversas
categorías de reclusos, hombres, mujeres, jóvenes, presos por
delitos menores y presos por delitos graves. El pabellón masculino
PS4 donde tuvo lugar el encuentro del Papa con los detenidos, alberga
a unos 2.800 con los que los familiares, alrededor de 1.500 personas
por día, pueden convivir en una suerte de aldea protegida y
gestionada por los mismos reclusos, a través de una Regencia General
a cargo del personal de seguridad del Estado.
El
Papa fue recibido por el director del Penitenciario, por el capellán
y por monseñor Jesús Juárez, Responsable de la Pastoral
Penitenciaria de la Comisión Episcopal de Bolivia. Después de
escuchar las palabras de diversos reclusos tomó a su vez la palabra.
''No
podía dejar Bolivia sin venir a verlos -dijo- sin dejar de
compartir la fe y la esperanza que nace del amor entregado en la
cruz. Gracias por recibirme. Sé que se han preparado y rezado por
mí. Muchas gracias''.
''¿Quién
está ante ustedes?, podrían preguntarse. Me gustaría responderles
la pregunta con una certeza de mi vida, con una certeza que me ha
marcado para siempre. El que está ante ustedes es un hombre
perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus muchos pecados. Y es
así como me presento. No tengo mucho más para darles u ofrecerles,
pero lo que tengo y lo que amo, sí quiero dárselos, sí quiero
compartirlo: es Jesús, Jesucristo, la misericordia del Padre''.
''Él
vino a mostrarnos, a hacer visible el amor que Dios tiene por
nosotros. Por vos... por mí. Un amor activo, real. Un amor que tomó
en serio la realidad de los suyos. Un amor que sana, perdona,
levanta, cura. Un amor que se acerca y devuelve la dignidad. Una
dignidad que la podemos perder de muchas maneras y formas. Pero Jesús
es un empecinado de esto: dio su vida por esto, para devolvernos la
identidad perdida, para revestirnos con toda su fuerza de dignidad''.
''Me
viene a la memoria, una experiencia que nos puede ayudar: Pedro y
Pablo, discípulos de Jesús también estuvieron presos. También
fueron privados de la libertad. En esa circunstancia hubo algo que
los sostuvo, algo que nos los dejó caer en la desesperación, que
nos los dejó caer en la oscuridad que puede brotar del sin sentido.
Y fue la oración. Fue orar. Oración personal y comunitaria. Ellos
rezaron y por ellos rezaban. Dos movimientos, dos acciones que
generan entre sí una red que sostiene la vida y la esperanza. Nos
sostiene de la desesperanza y nos estimula a seguir caminando. Una
red que va sosteniendo la vida, la de ustedes y la de sus familias...
La oración de las madres, la oración de las esposas, la oración de
los hijos, y la de ustedes: eso es una red, que va llevando adelante
la vida''.
''Porque
cuando Jesús entra en la vida, uno no queda detenido en su pasado
sino que comienza a mirar el presente de otra manera, con otra
esperanza. Uno comienza a mirar con otros ojos su propia persona, su
propia realidad. No queda anclado en lo que sucedió, sino que es
capaz de llorar y encontrar ahí la fuerza para volver a empezar. Y
si en algún momento estamos tristes, estamos mal, bajoneados, los
invito a mirar el rostro de Jesús crucificado. En su mirada, todos
podemos encontrar espacio. Todos podemos poner junto a Él nuestras
heridas, nuestros dolores, así como también nuestros errores,
nuestros pecados, tantas cosas en las que nos podemos haber
equivocado. En sus las llagas de Jesús, encuentran lugar nuestras
llagas. Porque todos estamos llagados, de una u otra manera. Y llevar
nuestras llagas a las llagas de Jesús,. ¿Para qué? Para ser
curadas, lavadas, transformadas, resucitadas. El murió por vos, por
mí, para darnos su mano y levantarnos. Charlen... con los curas que
vienen, charlen. Charlen con los hermanos y las hermanas que vienen.
Charlen con todos los que vienen a hablarles de Jesús. Jesús quiere
levantarlos siempre''.
''Y
esta certeza nos moviliza a trabajar por nuestra dignidad. Reclusión
no es lo mismo que exclusión –que quede claro–, porque la
reclusión forma parte de un proceso de reinserción en la sociedad.
Son muchos los elementos que juegan en su contra en este lugar –lo
sé bien-:el hacinamiento, la lentitud de la justicia, la falta de
terapias ocupacionales y de políticas de rehabilitación, la
violencia, la carencia de facilidades de estudios universitarios, lo
cual hace necesaria una rápida y eficaz alianza interinstitucional
para encontrar respuestas. Sin embargo, mientras se lucha por eso, no
podemos dar todo por perdido. Hay cosas que hoy ya podemos hacer''.
''Aquí,
en este Centro de Rehabilitación, la convivencia depende en parte de
ustedes. El sufrimiento y la privación pueden volver nuestro corazón
egoísta y dar lugar a enfrentamientos, pero también tenemos la
capacidad de convertirlo en ocasión de auténtica fraternidad.
Ayúdense entre ustedes. No tengan miedo a ayudarse entre ustedes. El
demonio busca la pelea, busca la rivalidad, la división, los bandos.
No le hagan el juego. Luchen por salir adelante, unidos''.
''Me
gustaría pedirles también que lleven mi saludo a sus familias,.
Algunas están aquí. ¡Es tan importante su la presencia y la su
ayuda de la familia! Los abuelos, el padre, la madre, los hermanos,
la pareja, los hijos. Nos recuerdan que merece la pena vivir y luchar
por un mundo mejor''.
''Por
último, una palabra de aliento a todos los que trabajan en este
Centro: a sus dirigentes, a los agentes de la Policía penitenciaria,
a todo el personal. Ustedes cumplen un servicio público y
fundamental. Tienen una importante tarea en este proceso de
reinserción. Tarea de levantar y no rebajar; de dignificar y no
humillar; de animar y no afligir. Este proceso que pide dejar una
lógica de buenos y malos para pasar a una lógica centrada en ayudar
a la persona,. Y esta lógica de ayudar a la persona los va a salvar
a ustedes de todo tipo de corrupción y mejorará las condiciones
para todos. Ya que un proceso así vivido nos dignifica, nos anima y
nos levanta a todos''.
''Antes
de darles la bendición me gustaría que rezáramos un rato en
silencio, en silencio cada uno desde su corazón. Cada uno como sepa
cómo hacerlo'', pidió el Papa a los presentes que guardaron
silencio durante unos minutos, después de los cuales, Francisco se
despidió así:
''Por
favor, les pido que sigan rezando por mí, porque yo también yo
tengo mis errores y debo hacer penitencia. Muchas gracias. Y que Dios
nuestro Padre mire nuestro corazón, y que Dios nuestro Padre, que
nos quiere, nos dé su fuerza, su paciencia, su ternura de Padre, nos
bendiga. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y
no se olviden de rezar por mí. Gracias''.
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