Ciudad
del Vaticano, 10 de julio de 2015 (Vis).-''¿Cómo puede amar a Dios
a quien no ve, el que no ama a su hermano a quien ve?'' fue la
pregunta del Papa Francisco a los cuatro mil sacerdotes, religiosos,
religiosas y seminaristas bolivianos que encontró ayer tarde en el
Colíseo Don Bosco de Santa Cruz de la Sierra, una escuela de los
Padres Salesianos. El Santo Padre partió del relato evangélico del
ciego Bartimeo, el mendigo que viendo que Jesús se aproxima con los
apóstoles y una gran muchedumbre grita para que lo cure.
''Si traducimos esto forzando el
lenguaje -dijo el Papa- en torno a Jesús iban los obispos, los
curas, las monjas, los seminaristas, los laicos comprometidos, todos
los que lo seguían, escuchando a Jesús, y el pueblo fiel de Dios''.
''Dos
realidades aparecen con fuerza, se nos imponen. Por un lado, el grito
del mendigo y por otro, las
distintas reacciones de los discípulos. Pensemos
las distintas reacciones de los obispos, los curas, las monjas, los
seminaristas a los gritos que vamos sintiendo o no sintiendo.Parece
como que el evangelista nos quisiera mostrar, cuál es el tipo de eco
que encuentra el grito de Bartimeo en la vida de la gente y
en la vida de los seguidores de Jesús. Cómo reaccionan
frente al dolor de aquél que está al borde del camino,
que nadie le hace caso, –no más le dan una limosna–, de
aquél que está sentado sobre su dolor...que
no entra en ese círculo que está siguiendo al Señor''.
Frente
a los gritos del ciego hay tres respuestas, que da el mismo
evangelio, como recordó el Papa: ''Pasar, Cállate, ánimo,
levántate''.
''Pasar,
pasar de largo y algunos porque ya no escuchan.
Estaban con Jesús... querían oir a Jesús. No escuchaban. Pasar
es el eco de la indiferencia, de pasar al lado de los problemas y
que éstos no nos toquen. No es mi
problema .No los escuchamos, no los reconocemos. Sordera.
Es la tentación de naturalizar el dolor, de acostumbrarse a
la injusticia. Y si, hay
gente así. Yo estoy acá con Dios, con mi vida consagrada, y sí, es
natural que haya enfermos... pobres... gente que sufre; entonces ya
es tan natural que no me llama la atención un grito, un pedido de
auxilio... Y nos decimos: es normal, siempre ha sido así. Es
el eco que nace en un corazón blindado, cerrado, que ha perdido la
capacidad de asombro y por lo tanto, la posibilidad de cambio. Se
trata de un corazón, que se ha acostumbrado a pasar sin dejarse
tocar; una existencia que, pasando de aquí para allá, no logra
enraizarse en la vida de su pueblo, simplemente
porque está en esa elite que sigue al Señor. Podríamos
llamarlo, la espiritualidad del zapping. Pasa y pasa, pero nada
queda. Son quienes van atrás de la última novedad, del último best
seller pero no logran tener contacto... relacionarse, involucrarse
incluso con el Señor al que están
siguiendo porque la sordera avanza.
''Ustedes
me podrán decir: ''Pero esa gente
estaba siguiendo al Maestro estaba atenta a las palabras del
Maestro. Lo estaban escuchando a él''. Creo que eso es de lo más
desafiante de la espiritualidad cristiana. Como el evangelista Juan
nos lo recuerda, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no
ama a su hermano, a quien ve? .... Dividir esta unidad -entre
escuchar a Dios y escuchar al hermano- es una de las grandes
tentaciones que nos acompañan a
lo largo de todo el camino de los
que seguimos a Jesús. Y tenemos que ser conscientes de esto.
De la misma forma que escuchamos a nuestro Padre es como escuchamos
al Pueblo fiel de Dios....Pasar sin escuchar el dolor de
nuestra gente, sin enraizarnos en sus vidas, en su tierra, es como
escuchar la Palabra de Dios sin dejar que eche raíces en nuestro
interior y sea fecunda. Una planta, una historia sin raíces, es una
vida seca''
La
segunda actitud frente al grito de Bartimeo es la de ordenarle que se
calle. ''Cállate, no molestes, no disturbes, que
estamos haciendo oración comunitaria, que estamos en una
espiritualdad de profunda elevación. No molestes, no disturbes.
A diferencia de la actitud anterior, esta escucha reconoce, toma
contacto con el grito del otro. Sabe que está y reacciona de una
forma muy simple, reprendiendo.Son
los obispos, los curas, las monjes, los Papas del dedo así (el dedo
en señal amenazadora)... Y pobre Pueblo fiel de Dios, cuántas veces
es retado por el mal humor o por la situación personal d de un
seguidor o una seguidora de Jesús. Es
la actitud de quienes frente al pueblo de Dios, lo están
continuamente reprendiendo, rezongando, mandándolo
callar....''Señora, saque
al chico de la iglesia que está llorando y yo estoy predicando''.
Como si el llanto de un chico no fuera una sublime predicación''.
Es
el drama de la conciencia aislada, de aquellos discípulos
y discípulas que piensan que la vida de Jesús es solo para
los que se creen aptos. En el fondo
hay un profundo desprecio al santo Pueblo fiel de Dios...Parecería
lícito que encuentren espacio solamente los ''autorizados'', una
''casta de diferentes'' que poco a poco se separa, se diferencia
de su pueblo. Han hecho de la identidad una cuestión de
superioridad. Esa identidad que es pertenencia se hace superior. Ya
no son pastores, sino capataces: ''Yo llegué hasta acá, ponéte en
tu sitio''.Escuchan pero no oyen, ven pero no miran. La
necesidad de diferenciarse les ha bloqueado el corazón. La necesidad
de decirse: no soy como él, como ellos, los ha apartado no sólo del
grito de su gente, ni de su llanto, sino especialmente de los motivos
de alegría. Reír con los que ríen, llorar con los que lloran, he
ahí, parte del misterio del corazón sacerdotal''-
El
tercer eco: ánimo, levántate no nace directamente del grito de
Bartimeo, sino de ''la
reacción de la gente que mira
cómo Jesús actuó ante el clamor del ciego mendicante. Es
decir, aquellos que no le daban lugar, o alguno que lo hacía
callar... Claro, cuando ve que Jesús reacciona así, cambia:
''.Levántate, te llama''. ''Es un grito que se
transforma en Palabra en invitación, en cambio, en propuesta de
novedad frente a nuestras formas de reaccionar ante el Santo Pueblo
de Dios. A diferencia de los otros, que pasaban, el Evangelio dice
que Jesús se detuvo y preguntó: ¿Que
pasa?. Se detiene frente al clamor de una persona. Sale del
anonimato de la muchedumbre para identificarlo y de esta forma se
compromete con él. Se enraíza en su vida. Y lejos de mandarlo
callar, le pregunta: ...¿Qué puedo hacer por vos? No necesita
diferenciarse, ... separarse, no lo clasifica si está
autorizado o no para hablar. Tan solo le pregunta, lo identifica
queriendo ser parte de la vida de ese hombre, queriendo asumir su
misma suerte. Así le restituye paulatinamente la dignidad que tenía
perdida...Lo incluye.
Y lejos de verlo desde fuera, se anima a identificarse con los
problemas y así manifestar la fuerza transformadora de la
misericordia. No existe una compasión, una
compasión no una lástima, que no se detenga. Si no te
detenés, no padecés con, no tenés la divina compasión. No
existe una compasión que no escuche, que no se solidarice
con el otro. La compasión no es zapping, no es silenciar el dolor,
por el contrario, es la lógica propia del amor,
el padecer con. Es la lógica que no se centra en el miedo
sino en la libertad que nace de amar y pone el bien del otro por
sobre todas las cosas. Es la lógica que nace de no tener miedo de
acercarse al dolor de nuestra gente. Aunque muchas veces no sea más
que para estar a su lado y hacer de ese momento una oportunidad de
oración''.
''Esta
-recordó el Pontífice- es la lógica del discipulado, esto es lo
que hace el Espíritu Santo con nosotros y en nosotros. De esto somos
testigos. Un día Jesús nos vio al borde del camino, sentados sobre
nuestros dolores, sobre nuestras miserias, sobre
nuestras indiferencias. Cada uno conoce su historia antigua.
No acalló nuestros gritos, por el contrario se detuvo, se acercó
y nos preguntó qué podía hacer por nosotros. Y gracias a tantos
testigos, que nos dijeron: ''ánimo, levántate'', paulatinamente
fuimos tocando ese amor misericordioso, ese amor transformador, que
nos permitió ver la luz. No somos testigos de una ideología, de una
receta, de una manera de hacer teología. Somos testigos del amor
sanador y misericordioso de Jesús. Somos testigos de su actuar en la
vida de nuestras comunidades. Y esta es la pedagogía del
Maestro, esta es la pedagogía de Dios con su Pueblo. Pasar de la
indiferencia del zapping al ''ánimo, levántate, el Maestro te
llama'' . No porque seamos especiales, no porque seamos mejores, no
porque seamos funcionarios de Dios, sino tan solo porque somos
testigos agradecidos de la misericordia que nos transforma... Y
cuando se vive así hay gozo y alegría''.
''No
estamos solos en este camino. Nos ayudamos con el ejemplo y la
oración los unos a los otros. Tenemos a nuestro alrededor una nube
de testigos '', indicó Francisco poniendo como ejemplo a la beata
boliviana Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús, que ''dedicó
su vida al anuncio del Reino de Dios en la atención a los ancianos,
con la ''olla del pobre'' para quienes no tenían qué comer,
abriendo asilos para niños huérfanos, hospitales para heridos de la
guerra, e incluso creando un sindicato femenino para la promoción de
la mujer''. Otra mujer ejemplar fue la venerable Virginia Blanco
Tardío, ''entregada totalmente a la evangelización y al cuidado de
las personas pobres y enfermas''.
''Ellas
y tantos otros, anónimos, del
montón, de los que seguimos a Jesús, son estímulo para
nuestro camino -exclamó el Obispo de Roma- Vayamos adelante con la
ayuda de Dios y la colaboración de todos. El Señor se vale de
nosotros para que su luz llegue a todos los rincones de la tierra''.
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