Ciudad
del Vaticano, 24 de junio de 2015 (Vis).-Después de haber abordado
en las últimas catequesis las heridas de alguna manera externas a la
familia, como la pobreza y la enfermedad, el Papa habló esta vez en
la audiencia general de los miércoles , de las que se producen en la
misma convivencia familiar.
En
todas las familias hay momentos de discordia, pero cuando las
palabras, los actos o la indiferencia que hacen daño no se atajan a
tiempo corren el riesgo de transformarse en arrogancia, hostilidad y
desprecio y pasar a ser laceraciones profundas que desembocan en la
división de los cónyuges y les llevan a buscar en otra persona
comprensión, ayuda y consuelo. ''Pero a menudo-dijo Francisco- esas
ayudas no tienen en consideración el bien de la familia... Y con
frecuencia la disgregación recae en los hijos''.
''¿Sabemos
qué es una herida del alma? ¿Sentimos el peso de la montaña que
aplasta el alma de un niño, en las familias que se tratan mal, donde
se hace daño hasta romper el vínculo de fidelidad conyugal? -se
preguntó el Papa- Cuando los adultos pierden la cabeza... cuando el
padre y la madre se hacen daño, el alma de los niños sufre mucho,
se siente desesperada. Y son heridas que dejan huella para
toda la vida''.
''En
la familia todo está entrelazado, cuando su alma está herida en
algún lugar, la infección se contagia a todos...Marido y mujer son
una sola carne -subrayó el Pontífice- Pero sus criaturas son carne
de su carne. Si pensamos en la dureza con la que Jesús advierte a
los adultos de que no escandalicen a los pequeños, podemos entender
mejor sus palabras sobre la grave responsabilidad de custodiar el
vínculo matrimonial que da origen a la familia humana. Cuando el
hombre y la mujer se convierten en una sola carne, todas las heridas
y todos los abandonos del padre y de la madre rasgan la carne viva de
los hijos''.
El
Santo Padre habló también de los casos en los que la separación es
inevitable e incluso puede ser moralmente necesaria ''cuando se
trata de substraer el cónyuge más débil, o los hijos, a las
graves heridas causadas por la arrogancia y la violencia, por la
degradación y la explotación, por el rechazo y la indiferencia''.
Pero
tampoco faltan, gracias a Dios, los que ''sostenidos por la fe y el
amor por los hijos, dan testimonio de su fidelidad a un vínculo en
el que han creído.... No todos los separados, sin embargo, sienten
esta vocación. No todo el mundo reconoce, en la soledad, una llamada
que el Señor les dirige. A nuestro alrededor hay familias en las
denominadas situaciones irregulares. Y nos planteamos muchas
preguntas. ¿Como ayudarlas? Cómo acompañarlas? ¿Cómo
acompañarlas para que los niños no sean rehenes del padre o de la
madre?.
El
Papa finalizó la catequesis pidiendo al Señor ''una gran fe, para
mirar la realidad con los ojos de Dios; y una gran caridad, para
acercarnos a la gente con su corazón misericordioso''.
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