Ciudad
del Vaticano, 13 enero 2014
(VIS).-Esta mañana, en la Sala Regia del Palacio Apostólico
Vaticano, el Papa Francisco ha pronunciado por primera vez el
discurso anual a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante
la Santa Sede. El Papa ha agradecido las palabras del decano de los
embajadores, Jean-Claude Michel del Principado de Mónaco y recordado
al difunto Alejandro Valladares Lanza, de Honduras fallecido hace
algunos meses y que durante muchos años fue decano del Cuerpo
diplomático.
Actualmente
la Santa Sede tiene relaciones diplomáticas plenas con 180 países,
a los que hay que añadir la Unión Europea y la Soberana Orden
Militar de Malta y una misión con carácter especial:la del Estado
de Palestina
Por
lo que se refiere a las Organizaciones Internacionales, la Santa Sede
está presente en la ONU en calidad de "Estado observador"
y es además miembro de diversas Organizaciones o Agencias del
Sistema ONU, observador en otras y miembro u observador en varias
Organizaciones regionales.
En
su discurso Francisco ha constatado en primer lugar que el año que
acaba de terminar
ha
estado especialmente cargado de acontecimientos no sólo en la vida
de la Iglesia, sino también en el ámbito de las relaciones que la
Santa Sede mantiene con los Estados y las Organizaciones
internacionales y ha citado en concreto el establecimiento de
relaciones diplomáticas con Sudán del Sur, la firma de acuerdos, de
base o específicos, con Cabo Verde, Hungría y Chad, y la
ratificación del que se suscribió con Guinea Ecuatorial en el 2012.
También ha subrayado el crecimiento de la presencia de la Santa
Sede, tanto en América central, donde se ha convertido en Observador
Extra-Regional ante el Sistema de la Integración Centroamericana,
como en África, con la acreditación del primer Observador
permanente ante la Comunidad Económica de los Estados del África
Occidental.
Después
ha entrado de lleno en las problemáticas del mundo actual
centrándose en la familia, los conflictos que afligen a Oriente
Medio, sobre todo a Siria, Egipto y Líbano y la vida de los
cristianos en esa región. También se ha referido a la dramática
situación en algunos países de África, como Nigeria, República
Centroafricana, Malí y Sudán del Sur, Asimismo ha reiterado la
necesidad de reconstruir un clima de reconciliación y paz en
diversas naciones de Asia como en Corea. Otro tema central del
discurso ha sido el de las multitudes obligadas a huir de sus países
por la carestía, la violencia y los abusos, especialmente en el
Cuerno de Africa y la Región de los Grandes Lagos, sin olvidar a los
emigrantes que de América Latina se dirigen a Estados Unidos y los
que procedentes de África y Oriente Medio buscan refugio en Europa.
La llamada “cultura del descarte”, tanto de personas como de
alimentos o bienes superfluos, así como la preocupación por el
medio ambiente han sido otras de las cuestiones abordadas por el Papa
en su discurso del que ofrecemos amplios extractos.
“En
el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, dedicado a la
fraternidad como fundamento y camino para la paz, he subrayado que
"la fraternidad se empieza a aprender en el seno de la familia",
que "por vocación, debería contagiar al mundo con su amor"
y contribuir a que madure ese espíritu de servicio y participación
que construye la paz. Nos lo señala el pesebre, donde no vemos a la
Sagrada Familia sola y aislada del mundo, sino rodeada de los
pastores y los magos, es decir de una comunidad abierta, en la que
hay lugar para todos, pobres y ricos, cercanos y lejanos. Se
entienden así las palabras de mi amado predecesor Benedicto XVI,
quien subrayaba cómo "la gramática familiar es una gramática
de paz".
“Por
desgracia, esto no sucede con frecuencia, porque aumenta el número
de las familias divididas y desgarradas, no sólo por la frágil
conciencia de pertenencia que caracteriza el mundo actual, sino
también por las difíciles condiciones en las que muchas de ellas se
ven obligadas a vivir, hasta el punto de faltarles los mismos medios
de subsistencia. Se necesitan, por tanto, políticas adecuadas que
sostengan, favorezcan y consoliden la familia”.
“Sucede,
además, que los ancianos son considerados como un peso, mientras que
los jóvenes non ven ante ellos perspectivas ciertas para su vida.
Ancianos y jóvenes, por el contrario, son la esperanza de la
humanidad. Los primeros aportan la sabiduría de la experiencia; los
segundos nos abren al futuro, evitando que nos encerremos en nosotros
mismos. Es sabio no marginar a los ancianos en la vida social para
mantener viva la memoria de un pueblo. Igualmente, es bueno invertir
en los jóvenes, con iniciativas adecuadas que les ayuden a encontrar
trabajo y a fundar un hogar. ¡No hay que apagar su entusiasmo!
Conservo viva en mi mente la experiencia de la XXVIII Jornada Mundial
de la Juventud de Río de Janeiro. ¡Cuántos jóvenes contentos pude
encontrar! ¡Cuánta esperanza y expectación en sus ojos y en sus
oraciones! ¡Cuánta sed de vida y deseo de abrirse a los demás! La
clausura y el aislamiento crean siempre una atmósfera asfixiante y
pesada, que tarde o temprano acaba por entristecer y ahogar. Se
necesita, en cambio, un compromiso común por parte de todos para
favorecer una cultura del encuentro, porque sólo quien es capaz de
ir hacia los otros puede dar fruto, crear vínculos de comunión,
irradiar alegría, edificar la paz”.
“Por
si fuera necesario, lo confirman las imágenes de destrucción y de
muerte que hemos tenido ante los ojos en el año apenas terminado.
Cuánto dolor, cuánta desesperación provoca la clausura en sí
mismos, que adquiere poco a poco el rostro de la envidia, del
egoísmo, de la rivalidad, de la sed de poder y de dinero. A veces,
parece que esas realidades estén destinadas a dominar. La Navidad,
en cambio, infunde en nosotros, cristianos, la certeza de que la
última y definitiva palabra pertenece al Príncipe de la Paz, que
cambia "las espadas en arados y las lanzas en podaderas" y
transforma el egoísmo en don de sí y la venganza en perdón”.
“Con
esta confianza, deseo mirar al año que nos espera. No dejo, por
tanto, de esperar que se acabe finalmente el conflicto en Siria. La
solicitud por esa querida población y el deseo de que no se agravara
la violencia me llevaron en el mes de septiembre pasado a convocar
una jornada de ayuno y oración. Por vuestro medio, agradezco de
corazón a las autoridades públicas y a las personas de buena
voluntad que en vuestros países se asociaron a esa iniciativa. Se
necesita una renovada voluntad política de todos para poner fin al
conflicto. En esa perspectiva, confío en que la Conferencia "Ginebra
2", convocada para el próximo 22 de enero, marque el comienzo
del deseado camino de pacificación. Al mismo tiempo, es
imprescindible que se respete plenamente el derecho humanitario. No
se puede aceptar que se golpee a la población civil inerme, sobre
todo a los niños. Animo, además, a todos a facilitar y garantizar,
de la mejor manera posible, la necesaria y urgente asistencia a gran
parte de la población, sin olvidar el encomiable esfuerzo de
aquellos países, sobre todo el Líbano y Jordania, que con
generosidad han acogido en sus territorios a numerosos prófugos
sirios”.
“Permaneciendo
en Oriente Medio, advierto con preocupación las tensiones que de
diversos modos afectan a la Región. Me preocupa especialmente que
continúen las dificultades políticas en Líbano, donde un clima de
renovada colaboración entre las diversas partes de la sociedad civil
y las fuerzas políticas es más que nunca indispensable, para evitar
que se intensifiquen los contrastes que pueden minar la estabilidad
del país. Pienso también en Egipto, que necesita encontrar de nuevo
una concordia social, como también en Iraq, que le cuesta llegar a
la deseada paz y estabilidad. Al mismo tiempo, veo con satisfacción
los significativos progresos realizados en el diálogo entre Irán y
el "Grupo 5+1" sobre la cuestión nuclear”.
“En
cualquier lugar, el camino para resolver los problemas abiertos ha de
ser la diplomacia del diálogo. Se trata de la vía maestra ya
indicada con lucidez por el papa Benedicto XV cuando invitaba a los
responsables de las naciones europeas a hacer prevalecer "la
fuerza moral del derecho" sobre la "material de las armas"
para poner fin a aquella "inútil carnicería" que fue la
Primera Guerra Mundial, de la que en este año celebramos el
centenario. Es necesario animarse "a ir más allá de la
superficie conflictiva" y mirar a los demás en su dignidad más
profunda, para que la unidad prevalezca sobre el conflicto y sea
"posible desarrollar una comunión en las diferencias". En
este sentido, es positivo que se hayan retomado las negociaciones de
paz entre israelitas y palestinos, y deseo que las partes asuman con
determinación, con la ayuda de la Comunidad internacional,
decisiones valientes para encontrar una solución justa y duradera a
un conflicto cuyo fin se muestra cada vez más necesario y urgente.
No deja de suscitar preocupación el éxodo de los cristianos de
Oriente Medio y del Norte de África. Ellos desean seguir siendo
parte del conjunto social, político y cultural de los países que
han ayudado a edificar, y aspiran a contribuir al bien común de las
sociedades en las que desean estar plenamente incorporados, como
artífices de paz y reconciliación”.
“También
en otras partes de África, los cristianos están llamados a dar
testimonio del amor y la misericordia de Dios. No hay que dejar nunca
de hacer el bien, aún cuando resulte arduo y se sufran actos de
intolerancia, por no decir de verdadera y propia persecución. En
grandes áreas de Nigeria no se detiene la violencia y se sigue
derramando mucha sangre inocente. Mi pensamiento se dirige
especialmente a la República Centroafricana, donde la población
sufre a causa de las tensiones que el país atraviesa y que
repetidamente han sembrado destrucción y muerte. Aseguro mi oración
por las víctimas y los numerosos desplazados, obligados a vivir en
condiciones de pobreza, y espero que la implicación de la Comunidad
internacional contribuya al cese de la violencia, al restablecimiento
del estado de derecho y a garantizar el acceso de la ayuda
humanitaria también a las zonas más remotas del país. La Iglesia
católica por su parte seguirá asegurando su propia presencia y
colaboración, esforzándose con generosidad para procurar toda ayuda
posible a la población y, sobre todo, para reconstruir un clima de
reconciliación y de paz entre todas las partes de la sociedad.
Reconciliación y paz son una prioridad fundamental también en otras
partes del continente africano. Me refiero especialmente a Malí,
donde incluso se observa el positivo restablecimiento de las
estructuras democráticas del país, como también a Sudán del Sur,
donde, por el contrario, la inestabilidad política del último
período ha provocado ya muchos muertos y una nueva emergencia
humanitaria”.
“La
Santa Sede sigue con especial atención los acontecimientos de Asia,
donde la Iglesia desea compartir los gozos y esperanzas de todos los
pueblos que componen aquel vasto y noble continente. Con ocasión del
50 aniversario de las relaciones diplomáticas con la República de
Corea, quisiera implorar de Dios el don de la reconciliación en la
península, con el deseo de que, por el bien de todo el pueblo
coreano, las partes interesadas no se cansen de buscar puntos de
encuentro y posibles soluciones. Asia, en efecto, tiene una larga
historia de pacífica convivencia entre sus diversas partes civiles,
étnicas y religiosas. Hay que alentar ese recíproco respeto, sobre
todo frente a algunas señales preocupantes de su debilitamiento, en
particular frente a crecientes actitudes de clausura que, apoyándose
en motivos religiosos, tienden a privar a los cristianos de su
libertad y a poner en peligro la convivencia civil. La Santa Sede, en
cambio, mira con gran esperanza las señales de apertura que
provienen de países de gran tradición religiosa y cultural, con los
que desea colaborar en la edificación del bien común”.
“La
paz además se ve herida por cualquier negación de la dignidad
humana, sobre todo por la imposibilidad de alimentarse de modo
suficiente. No nos pueden dejar indiferentes los rostros de cuantos
sufren el hambre, sobre todo los niños, si pensamos a la cantidad de
alimento que se desperdicia cada día en muchas partes del mundo,
inmersas en la que he definido en varias ocasiones como la "cultura
del descarte". Por desgracia, objeto de descarte no es sólo el
alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia los mismos
seres humanos, que vienen "descartados" como si fueran
"cosas no necesarias". Por ejemplo, suscita horror sólo el
pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas del
aborto, o en los que son utilizados como soldados, violentados o
asesinados en los conflictos armados, o hechos objeto de mercadeo en
esa tremenda forma de esclavitud moderna que es la trata de seres
humanos, y que es un delito contra la humanidad”.
“No
podemos ser insensibles al drama de las multitudes obligadas a huir
por la carestía, la violencia o los abusos, especialmente en el
Cuerno de África y en la Región de los Grandes Lagos. Muchos de
ellos viven como prófugos o refugiados en campos donde no vienen
considerados como personas sino como cifras anónimas. Otros, con la
esperanza de una vida mejor, emprenden viajes aventurados, que a
menudo terminan trágicamente. Pienso de modo particular en los
numerosos emigrantes que de América Latina se dirigen a los Estados
Unidos, pero sobre todo en los que de África o el Oriente Medio
buscan refugio en Europa”.
“Permanece
todavía viva en mi memoria la breve visita que realicé a Lampedusa,
en julio pasado, para rezar por los numerosos náufragos en el
Mediterráneo. Por desgracia hay una indiferencia generalizada frente
a semejantes tragedias, que es una señal dramática de la pérdida
de ese "sentido de la responsabilidad fraterna", sobre el
que se basa toda sociedad civil. En aquella circunstancia, sin
embargo, pude constatar también la acogida y dedicación de tantas
personas. Deseo al pueblo italiano, al que miro con afecto, también
por las raíces comunes que nos unen, que renueve su encomiable
compromiso de solidaridad hacia los más débiles e indefensos y, con
el esfuerzo sincero y unánime de ciudadanos e instituciones, venza
las dificultades actuales, encontrando el clima de constructiva
creatividad social que lo ha caracterizado ampliamente”.
“En
fin, deseo mencionar otra herida a la paz, que surge de la ávida
explotación de los recursos ambientales. Si bien "la naturaleza
está a nuestra disposición", con frecuencia "no la
respetamos, no la consideramos un don gratuito que tenemos que cuidar
y poner al servicio de los hermanos, también de las generaciones
futuras". También en este caso hay que apelar a la
responsabilidad de cada uno para que, con espíritu fraterno, se
persigan políticas respetuosas de nuestra tierra, que es la casa de
todos nosotros. Recuerdo un dicho popular que dice: "Dios
perdona siempre, nosotros perdonamos algunas veces, la naturaleza -la
creación-, cuando viene maltratada, no perdona nunca". Por otra
parte, hemos visto con nuestros ojos los efectos devastadores de
algunas recientes catástrofes naturales. En particular, deseo
recordar una vez más a las numerosas víctimas y las grandes
devastaciones en Filipinas y en otros países del sureste asiático,
provocadas por el tifón Haiyan”.
“El
Papa Pablo VI afirmaba que la paz "no se reduce a una ausencia
de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La
paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido
por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres".
Éste es el espíritu que anima la actividad de la Iglesia en
cualquier parte del mundo, mediante los sacerdotes, los misioneros,
los fieles laicos, que con gran espíritu de dedicación se prodigan
entre otras cosas en múltiples obras de carácter educativo,
sanitario y asistencial, al servicio de los pobres, los enfermos, los
huérfanos y de quienquiera que esté necesitado de ayuda y consuelo.
A partir de esta "atención amante", la Iglesia coopera
con todas las instituciones que se interesan tanto del bien de los
individuos como del común”
“Al
comienzo de este nuevo año, deseo renovar la disponibilidad de la
Santa Sede, y en particular de la Secretaría de Estado, a colaborar
con vuestros países para favorecer esos vínculos de fraternidad,
que son reverberación del amor de Dios, y fundamento de la concordia
y la paz. Que la bendición del Señor descienda copiosa sobre
vosotros, vuestras familias y vuestros pueblos. Gracias.”.
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