Ciudad
del Vaticano, 15 de julio de 2012 (VIS).-Benedicto XVI visitó esta
mañana la ciudad italiana de Frascati, cercana a su residencia
estival de Castel Gandolfo. El beato Juan XXIII estableció en 1962
que los cardenales suburbicarios de esa diócesis mantuviesen el
título de la misma, mientras la atención pastoral se confiaba a un
obispo residencial. El titular es actualmente el cardenal Secretario
de Estado Tarcisio Bertonel que concelebró con el Santo Padre. La de
Benedicto XVI es la cuarta visita de un pontífice a esa diócesis,
tras la realizadas pro Juan XXIII en 1959; Pablo VI, en 1963 y Juan
Pablo II, en 1980.
El
Papa fue recibido por el alcalde de esa localidad, Stefano Di Tommaso
e por el obispo Raffaello Martinelli. Después de entrar en la
catedral para adorar al Santísimo, Benedicto XVI, celebró la Misa
en el atrio del templo, dedicado a San Pedro, que preside la plaza
del mismo nombre.
Siguen
fragmentos de la homilía del pontífice:
“En
el Evangelio de este domingo, Jesús toma la iniciativa de enviar a
los apóstoles en misión(...) El hecho de que Jesús llame a algunos
discípulos a colaborar directamente en su misión, manifiesta un
aspecto de su amor: no desdeña la ayuda que otros hombres puedan
aportar a su obra; conoce sus límites, sus debilidades, pero no los
desprecia, es más, les confiere la dignidad de ser sus enviados.
Jesús los envía de dos en dos y les da instrucciones (...) La
primera atañe al espíritu de desapego: los apóstoles no pueden
estar apegados al dinero y a las comodidades. Jesús advierte
también a los discípulos de que no siempre serán bien acogidos: a
veces los rechazarán; incluso podrían ser perseguidos. Pero no
tienen que impresionarse: deben hablar en nombre de Jesús y
predicar el Reino de Dios, sin preocuparse por tener éxito (...) El
éxito se lo dejan a Dios”.
“La
primera lectura nos presenta la misma perspectiva, mostrándonos que,
a menudo, los enviados de Dios no son bien recibidos. Es el caso del
profeta Amós, (...) que predica con gran energía contra las
injusticias, denunciando sobre todo los abusos del rey y de los
potentes, abusos que ofenden al Señor y hacen vanos los actos de
culto. (...) Por tanto, ya sea aceptado o rechazado, Amós seguirá
profetizando y predicando lo que Dios dice y no lo que los hombre
quieren escuchar. Este sigue siendo el mandato de la Iglesia, que no
predica lo que los poderosos quieren que les digan. Su criterio es la
verdad y la justicia, aún en contra de los aplausos y los poderes
humanos”.
“La
otra indicación muy importante del pasaje evangélico es que los
Doce no pueden contentarse con predicar la conversión: la
predicación tiene que estar acompañada, según las instrucciones y
el ejemplo de Jesús, por la curación de los enfermos. Curación
corporal y espiritual. Jesús habla de la curación concreta de las
enfermedades (...) y de purificar la mente humana,(...) de limpiar
los ojos del alma que están oscurecidos por la ideología y por eso
no pueden ver a Dios. No pueden ver la verdad y la justicia (...) La
misión apostólica tiene que abarcar siempre los dos aspectos de
predicación de la palabra de Dios y de manifestación de su bondad
con gestos de caridad, de servicio y de entrega.”
“El
Señor llama a todos, distribuyendo diversos dones para diversas
tareas en la Iglesia. Llama al sacerdocio y a la vida consagrada, y
llama al matrimonio y al compromiso como laicos en la Iglesia y en la
sociedad (...) Dos vías complementarias que se iluminan, se
enriquecen recíprocamente y juntas enriquecen a la comunidad (...)
El Señor siembra con abundancia sus dones, llama a seguirlo y a
prolongar su misión en nuestra época”.
“Os
propongo que viváis intensamente el Año de la Fe que comenzará en
octubre, a 50 años de la apertura del Concilio Vaticano II. Los
documentos del Concilio contienen una riqueza enorme para la
formación de las nuevas generaciones cristianas. Con la ayuda de los
sacerdotes y de los catequistas, volver a leerlos y a profundizarlos
(...) Descubrid de nuevo la belleza de ser Iglesia, de vivir el
gran 'nosotros' que Jesús ha formado entorno a sí, para evangelizar
el mundo: el “nosotros” de la Iglesia, jamás cerrado, jamás
replegado en sí mismo, sino siempre abierto y tendiente al anuncio
del Evangelio a todos”.
¡
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