Ciudad
del Vaticano, 18 junio 2012
(VIS).- Un vídeo mensaje de Benedicto XVI, proyectado al final de la
Santa Misa, en la que participaron miles de personas, clausuró el L
Congreso Eucarístico Internacional, celebrado a lo largo de esta
semana en Dublín (Irlanda) y cuyo tema ha sido “La Eucaristía:
Comunión con Cristo y entre nosotros”. El congreso ha coincidido
con el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II
y la elección del tema está unida a ese aniversario, como
evidencia el mensaje del Santo Padre, del que ofrecemos a
continuación amplios extractos.
“Desde
los primeros tiempos, la noción de koinonia o communio ha sido
central en la comprensión que la Iglesia ha tenido de sí misma, de
su relación con Cristo, su Fundador, y de los sacramentos que
celebra, sobre todo la Eucaristía. Mediante el Bautismo, se nos
incorpora a la muerte de Cristo, renaciendo en la gran familia de los
hermanos y hermanas de Jesucristo; por la Confirmación recibimos el
sello del Espíritu Santo y, por nuestra participación en la
Eucaristía, entramos en comunión con Cristo y se hace visible en la
tierra la comunión con los demás. Recibimos también la prenda de
la vida eterna futura”.
“El
Congreso tiene lugar en un momento en el que la Iglesia se prepara en
todo el mundo para celebrar el Año de la Fe, para conmemorar el
quincuagésimo aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, un
acontecimiento que puso en marcha la más amplia renovación del rito
romano que jamás se haya conocido. Basado en un examen profundo de
las fuentes de la liturgia, el Concilio promovió la participación
plena y activa de los fieles en el sacrificio eucarístico. Teniendo
en cuenta el tiempo transcurrido, y a la luz de la experiencia de la
Iglesia universal en este periodo, es evidente que los deseos de los
Padres Conciliares sobre la renovación litúrgica se han logrado en
gran parte, pero es igualmente claro que ha habido muchos
malentendidos e irregularidades. La renovación de las formas
externas querida por los Padres Conciliares se pensó para que fuera
más fácil entrar en la profundidad interior del misterio. Su
verdadero propósito era llevar a las personas a un encuentro
personal con el Señor, presente en la Eucaristía, y por tanto con
el Dios vivo, para que a través de este contacto con el amor de
Cristo, pudiera crecer también el amor de sus hermanos y hermanas
entre sí. Sin embargo, la revisión de las formas litúrgicas se ha
quedado con cierta frecuencia en un nivel externo, y la
«participación activa» se ha confundido con la mera actividad
externa. Por tanto, queda todavía mucho por hacer en el camino de la
renovación litúrgica real. En un mundo que ha cambiado, y cada vez
más obsesionado con las cosas materiales, debemos aprender a
reconocer de nuevo la presencia misteriosa del Señor resucitado, el
único que puede dar amplitud y profundidad a nuestra vida”.
“La
Eucaristía es el culto de toda la Iglesia, pero requiere igualmente
el pleno compromiso de cada cristiano en la misión de la Iglesia;
implica una llamada a ser pueblo santo de Dios, pero también a la
santidad personal; se ha de celebrar con gran alegría y sencillez,
pero también tan digna y reverentemente como sea posible; nos invita
a arrepentirnos de nuestros pecados, pero también a perdonar a
nuestros hermanos y hermanas; nos une en el Espíritu, pero también
nos da el mandato del mismo Espíritu de llevar la Buena Nueva de la
salvación a otros”.
“Por
otra parte, la Eucaristía es el memorial del sacrificio de Cristo en
la cruz; su cuerpo y su sangre instauran la nueva y eterna Alianza
para el perdón de los pecados y la transformación del mundo.
Durante siglos, Irlanda ha sido forjada en lo más hondo por la santa
Misa y por la fuerza de su gracia, así como por las generaciones de
monjes, mártires y misioneros que han vivido heroicamente la fe en
el país y difundido la Buena Nueva del amor de Dios y el perdón más
allá de sus costas. Sois los herederos de una Iglesia que ha sido
una fuerza poderosa para el bien del mundo, y que ha llevado un amor
profundo y duradero a Cristo y a su bienaventurada Madre a muchos, a
muchos otros. Vuestros antepasados en la Iglesia en Irlanda supieron
cómo esforzarse por la santidad y la constancia en su vida personal,
cómo proclamar el gozo que proviene del Evangelio, cómo inculcar la
importancia de pertenecer a la Iglesia universal, en comunión con la
Sede de Pedro, y la forma de transmitir el amor a la fe y la virtud
cristiana a otras generaciones. Nuestra fe católica, imbuida de un
sentido radical de la presencia de Dios, fascinada por la belleza de
su creación que nos rodea y purificada por la penitencia personal y
la conciencia del perdón de Dios, es un legado que sin duda se
perfecciona y se alimenta cuando se lleva regularmente al altar del
Señor en el sacrificio de la Misa!,
“La
gratitud y la alegría por una historia tan grande de fe y de amor se
han visto recientemente conmocionados de una manera terrible al salir
a la luz los pecados cometidos por sacerdotes y personas consagradas
contra personas confiadas a sus cuidados. En lugar de mostrarles el
camino hacia Cristo, hacia Dios, en lugar de dar testimonio de su
bondad, abusaron de ellos, socavando la credibilidad del mensaje de
la Iglesia. ¿Cómo se explica el que personas que reciben
regularmente el cuerpo del Señor y confiesan sus pecados en el
sacramento de la penitencia hayan pecado de esta manera? Sigue siendo
un misterio. Pero, evidentemente, su cristianismo no estaba
alimentado por el encuentro gozoso con Cristo: se había convertido
en una mera cuestión de hábito. El esfuerzo del Concilio estaba
orientado a superar esta forma de cristianismo y a redescubrir la fe
como una amistad personal profunda con la bondad de Jesucristo. El
Congreso Eucarístico tiene un objetivo similar. Aquí queremos
encontrarnos con el Señor resucitado. Le pedimos que nos llegue
hasta lo más hondo. Que al igual que sopló sobre los Apóstoles en
la Pascua infundiéndoles su Espíritu, derrame también sobre
nosotros su aliento, la fuerza del Espíritu Santo, y así nos ayude
a ser verdaderos testigos de su amor, testigos de la verdad. Su
verdad es su amor. El amor de Cristo es la verdad.”.
“Mis
queridos hermanos y hermanas, ruego que el Congreso sea para cada uno
de vosotros una experiencia espiritualmente fecunda de comunión con
Cristo y su Iglesia. Al mismo tiempo, me gustaría invitaros a uniros
a mí en la oración, para que Dios bendiga el próximo Congreso
Eucarístico Internacional, que tendrá lugar en 2016 en la ciudad de
Cebú. Envío un caluroso saludo al pueblo de Filipinas, asegurando
mi cercanía en la oración durante el periodo de preparación a este
gran encuentro eclesial”,
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