Ciudad
del Vaticano, 17 de junio (VIS).-Benedicto
XVI se asomó a mediodía a la ventana de su estudio para rezar el
Ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. El Papa
comentó el evangelio de hoy que contiene dos breves parábolas de
Jesús: la de la semilla que crece sóla y la del grano de mostaza.
“A través de imágenes propias de la agricultura -dijo- el Señor
presenta el misterio de la Palabra y del Reino de Dios e indica las
razones de nuestra esperanza y nuestro compromiso”.
“En
la primera parábola, el acento cae en el dinamismo de la siembra: la
semilla que se arroja a la tierra, tanto si el campesino duerme como
si está despierto, brota y crece sóla (...) Lo que sostiene al
labrador en su fatiga cotidiana es la confianza en la fuerza de la
semilla y en la bondad del terreno. Esta parábola recuerda (...) el
misterio de la obra fecunda de Dios en la historia. Él es el Señor
del Reino; el ser humano es su humilde colaborador que contempla la
acción creadora divina, disfruta de ella y espera con paciencia sus
frutos. (...) El tiempo presente es tiempo de siembra y el
crecimiento de la semilla está asegurado por el Señor. Por eso,
cada cristiano, sabe que tiene que hacer todo lo que puede, pero que
el resultado final depende de Dios; esta seguridad lo sostiene en las
fatigas de cada día, especialmente en las situaciones difíciles”.
La
segunda parábola habla en cambio de una semilla específica, el
grano de mostaza, considerada la más pequeña de todas. Y sin
embargo, observó el Santo Padre “ a pesar de ser tan diminuto,
está lleno de vida; cuando se rompe, de él nace un germen capaz de
romper el terreno (...) y de crecer hasta convertirse en 'la planta
más grande del huerto'. Así es el reino de Dios; una realidad
humanamente pequeña compuesta por (...) los que no confían en sus
propias fuerzas, sino en la del amor de Dios; por los que no son
importantes a los ojos del mundo. Y, no obstante, precisamente, a
través de ellos, irrumpe la fuerza de Cristo y transforma lo que es
aparentemente insignificante”.
“A
Jesús- concluyó Benedicto XVI- le agrada especialmente la imagen de
la semilla porque expresa muy bien el misterio del Reino de Dios. En
las dos parábolas de hoy hay un crecimiento y un contraste : el
crecimiento que tiene lugar gracias al dinamismo propio de la semilla
y el contraste entre su pequeñez y la grandeza de lo que produce. El
mensaje es claro: el Reino de Dios, aunque requiera nuestra
colaboración, es ante todo un don del Señor, una gracia que precede
al ser humano y a sus obras. Nuestra pequeña fuerza, aparentemente
impotente ante los problemas del mundo, si está unida a la de Dios
no conoce obstáculos, porque la victoria del Señor es cierta”.
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