Ciudad
del Vaticano, 12 mayo 2012 (VIS).-El presidente de la República
Italiana, Giorgio Napolitano, ofreció ayer un concierto a Benedicto XVI
con motivo del séptimo aniversario de su pontificado. La Orquesta y el
Coro del Teatro de la Opera de Roma, dirigidos por los maestros Riccardo
Muti y Roberto Gabbiani, interpretaron en el Aula Pablo VI, “Magnificat
en sol menor” de Antonio Vivaldi; y “Stabat Mater” y “Te Deum” de los
“Quattro pezzi sacri” de Giuseppe Verdi.
Al
final del concierto el Papa dio las gracias a todos los que habían
participado en la preparación y ejecución del concierto, subrayando la
sensibilidad de Riccardo Muti por la música sacra y su labor para dar a
conocer un repertorio que “expresa en música la fe de la Iglesia”. El
“Magnificat” de Antonio Vivaldi, observó el pontífice “es el canto de
alabanza de María y de todos los humildes de corazón que reconocen y
celebran con gratitud la acción de Dios en su propia vida y en la
historia; de Dios que tiene un 'estilo' distinto del ser humano porque
se pone al lado de los últimos para darles esperanza. Y la música de
Vivaldi expresa la alabanza, el júbilo, el agradecimiento y también la
maravilla ante la obra de Dios, con una riqueza de sentimientos
extraordinaria”.
“Con
las dos piezas sacras de Giuseppe Verdi que acabamos de escuchar, el
matiz cambia: nos encontramos ante el dolor de María a los pies de la
cruz. El gran autor de ópera italiano, que había percibido y expresado
el drama de tantos personajes en sus obras, analiza aquí el de la Virgen
que mira a su Hijo en la cruz. La música se hace esencial, casi se
aferra a las palabras para expresar, lo más intensamente posible, el
contenido (...) para que podamos participar en ese dolor maternal y que
arda nuestro corazón de amor a Cristo, hasta la estrofa final; una
súplica intensa y potente a Dios para que las almas vean la gloria del
Paraíso, la aspiración final de la humanidad”.
También
el “Te Deum”, concluyó el Santo Padre, es “una sucesión de contrastes,
pero la atención de Verdi al texto sacro es minuciosa y brinda una
lectura diversa de la tradicional. El autor no se fija tanto en el canto
de la victoria o de la coronación sino, como escribe, en una serie de
situaciones: el júbilo inicial (...), la contemplación de Cristo
encarnado que libera y abre el Reino de los Cielos, (...) la invocación
(...) para que tenga misericordia y, en fin, el grito repetido del
soprano y del coro en “In te, Domine speravi” que cierra la pieza; casi
una súplica de Verdi en persona para tener esperanza y luz en el último
tramo de la vida”.
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