Ciudad
del Vaticano, 29 de marzo de 2012 (VIS).-Benedicto XVI se despidió
de Cuba recordando la profunda huella que esa nación dejó en su
predecesor, el beato Juan Pablo II, cuando la visitó como “mensajero
de la verdad y la esperanza”. El pontífice reiteró que había ido
a Cuba como peregrino de la caridad para dar gracias a la Virgen
María, que acompaña el camino de la Iglesia en la isla e infunde
ánimos a todos los cubanos para que, “de la mano de Cristo,
descubran el genuino sentido de los afanes y anhelos que anidan en el
corazón humano, y alcancen la fuerza necesaria para construir una
sociedad solidaria, en la que nadie se sienta excluido”.
En
el aeropuerto José Martí, de La Habana, -al que llegó aclamado
durante el trayecto en papamóvil por decenas de miles de personas-,
el Santo Padre agradeció al presidente de Cuba y a las demás
autoridades del país “el interés y la generosa colaboración
dispensada” para el buen desarrollo de su viaje. También dio las
gracias a la conferencia episcopal y a cuantos han contribuido a esta
visita sin escatimar esfuerzos ni sacrificios. “Me llevo en lo más
profundo de mi ser -dijo- a todos y a cada uno de los cubanos, que me
han rodeado con su oración y afecto, brindándome una cordial
hospitalidad y haciéndome partícipe de sus más hondas y justas
aspiraciones”.
“Vine
aquí como testigo de Jesucristo, convencido de que, donde Él llega,
el desaliento deja paso a la esperanza, la bondad despeja
incertidumbres y una fuerza vigorosa abre el horizonte a inusitadas y
beneficiosas perspectivas”, afirmó el Santo Padre. Y manifestó el
deseo de que el mensaje de salvación de Cristo fortalezca el
entusiasmo y la solicitud tanto de los obispos cubanos como de
cuantos colaboran con ellos en la tarea de evangelización, sobre
todo de los laicos, para que “intensificando su entrega a Dios en
medio de sus hogares y trabajos, no se cansen de ofrecer
responsablemente su aportación al bien y al progreso integral de la
patria”.
“El
camino que Cristo propone a la humanidad, y a cada persona y pueblo
en particular, en nada la coarta, antes bien es el factor primero y
principal para su auténtico desarrollo. Que la luz del Señor, que
ha brillado con fulgor en estos días, no se apague en quienes la han
acogido y ayude a todos a estrechar la concordia y a hacer
fructificar lo mejor del alma cubana, sus valores más nobles, sobre
los que es posible cimentar una sociedad de amplios horizontes,
renovada y reconciliada. Que nadie se vea impedido de sumarse a esta
apasionante tarea por la limitación de sus libertades fundamentales,
ni eximido de ella por desidia o carencia de recursos materiales.
Situación que se ve agravada cuando medidas económicas restrictivas
impuestas desde fuera del País pesan negativamente sobre la
población”.
“Concluyo
aquí mi peregrinación, pero continuaré rezando fervientemente para
que ustedes sigan adelante y Cuba sea la casa de todos y para todos
los cubanos, donde convivan la justicia y la libertad, en un clima de
serena fraternidad. El respeto y cultivo de la libertad que late en
el corazón de todo hombre es imprescindible para responder
adecuadamente a las exigencias fundamentales de su dignidad, y
construir así una sociedad en la que cada uno se sienta protagonista
indispensable del futuro de su vida, su familia y su patria”.
“La
hora presente reclama de forma apremiante que en la convivencia
humana, nacional e internacional, se destierren posiciones
inamovibles y los puntos de vista unilaterales que tienden a hacer
más arduo el entendimiento e ineficaz el esfuerzo de colaboración.
Las eventuales discrepancias y dificultades se han de solucionar
buscando incansablemente lo que une a todos, con diálogo paciente y
sincero, comprensión recíproca y una leal voluntad de escucha que
acepte metas portadoras de nuevas esperanzas”.
“¡Cuba
-exclamó el pontífice- reaviva en ti la fe de tus mayores, saca de
ella la fuerza para edificar un porvenir mejor, confía en las
promesas del Señor, abre tu corazón a su Evangelio para renovar
auténticamente la vida personal y social!”
“A
la vez que les digo mi emocionado adiós, pido a Nuestra Señora de
la Caridad del Cobre que proteja con su manto a todos los cubanos,
los sostenga en medio de las pruebas y les obtenga del Omnipotente la
gracia que más anhelan. ¡Hasta siempre, Cuba, tierra embellecida
por la presencia materna de María! Que Dios bendiga tus destinos”.
Después
de su discurso, Benedicto XVI emprendió el regreso a Roma, adonde
llegó esta mañana a las 10.30, tras un viaje de 10 horas y media de
duración,
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