CIUDAD DEL VATICANO, 21 ABR 2011 (VIS).-Hoy, Jueves Santo, el Papa presidió a las 9,30 en la basílica vaticana la Misa del Crisma, que se celebra en este día en todas las iglesias catedrales del mundo. Concelebraron con el Santo Padre los cardenales, obispos y sacerdotes que se encuentran en Roma. Tras la homilía tuvo lugar la renovación de las promesas sacerdotales y la bendición del óleo de los catecúmenos, de los enfermos y el crisma.
En la homilía, el Santo Padre explicó que en la liturgia de este día se bendicen tres óleos. “El óleo de los catecúmenos muestra como un primer modo de ser tocados por Cristo y por su Espíritu, un toque interior con el cual el Señor atrae a las personas junto a Él. (…) Dios ama a los hombres. Sale al encuentro de la inquietud de nuestro corazón. (…) El conocer a Dios no se acaba nunca. (…) Permanezcamos continuamente en camino hacia Él, en su añoranza, en la acogida siempre nueva de conocimiento y de amor”.
Refiriéndose posteriormente al óleo de los enfermos, Benedicto XVI señaló que “el curar es un encargo primordial que Jesús ha confiado a la Iglesia. (…) La primera y fundamental curación sucede en el encuentro con Cristo que nos reconcilia con Dios y sana nuestro corazón desgarrado. Pero además de esta tarea central, también forma parte de la misión esencial de la Iglesia la curación concreta de la enfermedad y del sufrimiento”.
”En tercer lugar –continuó-, tenemos el más noble de los óleos eclesiales, el crisma”, que “sirve sobre todo para la unción en la Confirmación y en las sagradas Órdenes. (…) El Bautismo y la Confirmación constituyen el ingreso en el Pueblo de Dios, que abraza todo el mundo; la unción en el Bautismo y en la Confirmación es una unción que introduce en ese ministerio sacerdotal para la humanidad. Los cristianos son un pueblo sacerdotal para el mundo. Deberían hacer visible en el mundo al Dios vivo, testimoniarlo y llevarle a Él”. En este contexto, preguntó: “¿Abrimos a los hombres el acceso a Dios o, por el contrario, se lo escondemos? (…) ¿No es verdad que el Occidente, que los países centrales del cristianismo están cansados de su fe y, aburridos de su propia historia y cultura, ya no quieren conocer la fe en Jesucristo?”.
“No obstante toda la vergüenza por nuestros errores, no debemos olvidar –terminó- que también hoy existen ejemplos luminosos de fe; que también hoy hay personas que, mediante su fe y su amor, dan esperanza al mundo. Cuando sea beatificado, el próximo uno de mayo, el Papa Juan Pablo II, pensaremos en él llenos de gratitud como un gran testigo de Dios y de Jesucristo en nuestro tiempo, como un hombre lleno del Espíritu Santo”.
A las 17,30, Benedicto XVI presidió en la basílica de San Juan de Letrán la concelebración de la Misa en la Cena del Señor. A imitación del gesto del Señor con los Apóstoles, el Papa lavó los pies a doce sacerdotes. Durante la presentación de los dones, se entregó al Santo Padre una oferta por las víctimas del terremoto y del tsunami en Japón.
Comentando en la homilía las palabras de Jesús en la Ultima Cena, el Papa dijo: “Anhelaba en su interior ese momento en el que se iba a dar a los suyos bajo las especies del pan y del vino. (…) Jesús nos desea, nos espera. Y nosotros –preguntó-, ¿tenemos verdaderamente deseo de él? (…) ¿Anhelamos su cercanía, ese ser uno con él, que se nos regala en la Eucaristía? ¿O somos, más bien, indiferentes, distraídos, ocupados totalmente en otras cosas?”.
El Santo Padre comentó una de las súplicas que Jesús dirigió al Padre durante la Ultima Cena: “es la plegaria por la unidad. (…) La unidad de los cristianos sólo se da si los cristianos están íntimamente unidos a él, a Jesús”.
Tras poner de relieve que “la Iglesia nace con la Eucaristía”, el Papa señaló que “la Eucaristía es sacramento de la unidad. Llega hasta el misterio trinitario, y crea así a la vez la unidad visible”.
Benedicto XVI recordó que “Jesús ora por la fe de Pedro y de sus sucesores. (…) Predice la caída de Pedro y su conversión”. En este sentido subrayó que “todos debemos aprender siempre a aceptar a Dios y a Jesucristo como él es, y no como nos gustaría que fuese. También nosotros tenemos dificultad en aceptar que él se haya unido a las limitaciones de su Iglesia y de sus ministros”.
“Todos tenemos necesidad de una conversión que acoja a Jesús en su ser-Dios y ser-Hombre. Tenemos necesidad de la humildad del discípulo que cumple la voluntad del Maestro. En este momento queremos pedirle que nos mire también a nosotros como miró a Pedro, en el momento oportuno, con sus ojos benévolos, y que nos convierta”.
“El servicio de la unidad tiene su lugar visible en la celebración de la santa Eucaristía. Queridos amigos, es un gran consuelo para el Papa saber que en cada celebración eucarística todos rezan por él; que nuestra oración se une a la oración del Señor por Pedro. Sólo gracias a la oración del Señor y de la Iglesia –terminó-, el Papa puede corresponder a su misión de confirmar a los hermanos, de apacentar el rebaño de Jesús y de garantizar aquella unidad que se hace testimonio visible de la misión de Jesús de parte del Padre”.
BXVI-SEMANA SANTA/ VIS 20110427 (920)
En la homilía, el Santo Padre explicó que en la liturgia de este día se bendicen tres óleos. “El óleo de los catecúmenos muestra como un primer modo de ser tocados por Cristo y por su Espíritu, un toque interior con el cual el Señor atrae a las personas junto a Él. (…) Dios ama a los hombres. Sale al encuentro de la inquietud de nuestro corazón. (…) El conocer a Dios no se acaba nunca. (…) Permanezcamos continuamente en camino hacia Él, en su añoranza, en la acogida siempre nueva de conocimiento y de amor”.
Refiriéndose posteriormente al óleo de los enfermos, Benedicto XVI señaló que “el curar es un encargo primordial que Jesús ha confiado a la Iglesia. (…) La primera y fundamental curación sucede en el encuentro con Cristo que nos reconcilia con Dios y sana nuestro corazón desgarrado. Pero además de esta tarea central, también forma parte de la misión esencial de la Iglesia la curación concreta de la enfermedad y del sufrimiento”.
”En tercer lugar –continuó-, tenemos el más noble de los óleos eclesiales, el crisma”, que “sirve sobre todo para la unción en la Confirmación y en las sagradas Órdenes. (…) El Bautismo y la Confirmación constituyen el ingreso en el Pueblo de Dios, que abraza todo el mundo; la unción en el Bautismo y en la Confirmación es una unción que introduce en ese ministerio sacerdotal para la humanidad. Los cristianos son un pueblo sacerdotal para el mundo. Deberían hacer visible en el mundo al Dios vivo, testimoniarlo y llevarle a Él”. En este contexto, preguntó: “¿Abrimos a los hombres el acceso a Dios o, por el contrario, se lo escondemos? (…) ¿No es verdad que el Occidente, que los países centrales del cristianismo están cansados de su fe y, aburridos de su propia historia y cultura, ya no quieren conocer la fe en Jesucristo?”.
“No obstante toda la vergüenza por nuestros errores, no debemos olvidar –terminó- que también hoy existen ejemplos luminosos de fe; que también hoy hay personas que, mediante su fe y su amor, dan esperanza al mundo. Cuando sea beatificado, el próximo uno de mayo, el Papa Juan Pablo II, pensaremos en él llenos de gratitud como un gran testigo de Dios y de Jesucristo en nuestro tiempo, como un hombre lleno del Espíritu Santo”.
A las 17,30, Benedicto XVI presidió en la basílica de San Juan de Letrán la concelebración de la Misa en la Cena del Señor. A imitación del gesto del Señor con los Apóstoles, el Papa lavó los pies a doce sacerdotes. Durante la presentación de los dones, se entregó al Santo Padre una oferta por las víctimas del terremoto y del tsunami en Japón.
Comentando en la homilía las palabras de Jesús en la Ultima Cena, el Papa dijo: “Anhelaba en su interior ese momento en el que se iba a dar a los suyos bajo las especies del pan y del vino. (…) Jesús nos desea, nos espera. Y nosotros –preguntó-, ¿tenemos verdaderamente deseo de él? (…) ¿Anhelamos su cercanía, ese ser uno con él, que se nos regala en la Eucaristía? ¿O somos, más bien, indiferentes, distraídos, ocupados totalmente en otras cosas?”.
El Santo Padre comentó una de las súplicas que Jesús dirigió al Padre durante la Ultima Cena: “es la plegaria por la unidad. (…) La unidad de los cristianos sólo se da si los cristianos están íntimamente unidos a él, a Jesús”.
Tras poner de relieve que “la Iglesia nace con la Eucaristía”, el Papa señaló que “la Eucaristía es sacramento de la unidad. Llega hasta el misterio trinitario, y crea así a la vez la unidad visible”.
Benedicto XVI recordó que “Jesús ora por la fe de Pedro y de sus sucesores. (…) Predice la caída de Pedro y su conversión”. En este sentido subrayó que “todos debemos aprender siempre a aceptar a Dios y a Jesucristo como él es, y no como nos gustaría que fuese. También nosotros tenemos dificultad en aceptar que él se haya unido a las limitaciones de su Iglesia y de sus ministros”.
“Todos tenemos necesidad de una conversión que acoja a Jesús en su ser-Dios y ser-Hombre. Tenemos necesidad de la humildad del discípulo que cumple la voluntad del Maestro. En este momento queremos pedirle que nos mire también a nosotros como miró a Pedro, en el momento oportuno, con sus ojos benévolos, y que nos convierta”.
“El servicio de la unidad tiene su lugar visible en la celebración de la santa Eucaristía. Queridos amigos, es un gran consuelo para el Papa saber que en cada celebración eucarística todos rezan por él; que nuestra oración se une a la oración del Señor por Pedro. Sólo gracias a la oración del Señor y de la Iglesia –terminó-, el Papa puede corresponder a su misión de confirmar a los hermanos, de apacentar el rebaño de Jesús y de garantizar aquella unidad que se hace testimonio visible de la misión de Jesús de parte del Padre”.
BXVI-SEMANA SANTA/ VIS 20110427 (920)
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