CIUDAD DEL VATICANO, 12 FEB 2011 (VIS).-El Santo Padre recibió este mediodía a los sacerdotes y seminaristas de la Fraternidad de San Carlos Borromeo, con motivo del vigésimo quinto aniversario de su nacimiento, con su fundador y superior general, monseñor Massimo Camisasca, y don Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación.
“Este momento –dijo el Papa- trae a mi memoria la larga amistad con monseñor Luigi Giussani, y testimonia la fecundidad de su carisma. En esta ocasión, me gustaría responder a dos preguntas que me sugiere este encuentro: ¿Qué lugar ocupa el sacerdocio ordenado en la vida de la Iglesia? ¿Cuál es el lugar de la vida común en la experiencia sacerdotal?”.
Benedicto XVI afirmó que “el sacerdocio cristiano no es un fin en sí mismo. Fue querido por Jesús en función del nacimiento y de la vida de la Iglesia. (…) La gloria y la alegría del sacerdocio es servir a Cristo y a su Cuerpo Místico. (…) La presencia de vocaciones sacerdotales es una señal segura de la verdad y de la vitalidad de una comunidad cristiana. Dios siempre llama, también al sacerdocio; no hay crecimiento real y fecundo en la Iglesia sin una auténtica presencia sacerdotal que la sostenga y la alimente”.
En este sentido, el Papa mostró su gratitud a “todos los que dedican sus energías a la formación de los sacerdotes y a la reforma de la vida sacerdotal. Como toda la Iglesia, también el sacerdocio tiene necesidad de renovarse continuamente, encontrando en la vida de Jesús las formas más esenciales de su ser”. Para la renovación, dijo, son necesarias “una educación profunda en la meditación y en la oración” y “un estudio de la teología que permita hallar las verdades cristianas en la forma de una síntesis ligada a la vida de la persona y de la comunidad”.
Refiriéndose a continuación al valor de la vida en común, el Santo Padre señaló que “no es principalmente una estrategia para responder a la escasez de sacerdotes. Tampoco es de por sí una forma de ayuda ante la soledad y la debilidad del hombre. Puede ser todo esto, pero sólo si la vida fraterna es concebida y vivida como un camino para sumergirse en la realidad de la comunión. (…) Ningún sacerdote administra algo como propio, sino que participa con los demás en un don sacramental que viene directamente de Jesús”.
“Vivir con los demás –continuó- significa aceptar la necesidad de la propia y continua conversión y, en particular, descubrir la belleza de este camino, la alegría de la humildad, de la penitencia, pero también de la conversación, del perdón recíproco, del apoyo mutuo”.
Benedicto XVI concluyó poniendo de relieve que “es necesario estar con Jesús para poder estar con los demás. Este es el corazón de la misión. En la compañía de Cristo y de los hermanos, cada sacerdote puede encontrar las energías necesarias para cuidar de los seres humanos, para hacerse cargo de las necesidades espirituales y materiales, para enseñar con palabras siempre nuevas, dictadas por el amor, las verdades eternas de la fe, de las que están sedientos también nuestros contemporáneos”.
AC/ VIS 20110214 (540)
“Este momento –dijo el Papa- trae a mi memoria la larga amistad con monseñor Luigi Giussani, y testimonia la fecundidad de su carisma. En esta ocasión, me gustaría responder a dos preguntas que me sugiere este encuentro: ¿Qué lugar ocupa el sacerdocio ordenado en la vida de la Iglesia? ¿Cuál es el lugar de la vida común en la experiencia sacerdotal?”.
Benedicto XVI afirmó que “el sacerdocio cristiano no es un fin en sí mismo. Fue querido por Jesús en función del nacimiento y de la vida de la Iglesia. (…) La gloria y la alegría del sacerdocio es servir a Cristo y a su Cuerpo Místico. (…) La presencia de vocaciones sacerdotales es una señal segura de la verdad y de la vitalidad de una comunidad cristiana. Dios siempre llama, también al sacerdocio; no hay crecimiento real y fecundo en la Iglesia sin una auténtica presencia sacerdotal que la sostenga y la alimente”.
En este sentido, el Papa mostró su gratitud a “todos los que dedican sus energías a la formación de los sacerdotes y a la reforma de la vida sacerdotal. Como toda la Iglesia, también el sacerdocio tiene necesidad de renovarse continuamente, encontrando en la vida de Jesús las formas más esenciales de su ser”. Para la renovación, dijo, son necesarias “una educación profunda en la meditación y en la oración” y “un estudio de la teología que permita hallar las verdades cristianas en la forma de una síntesis ligada a la vida de la persona y de la comunidad”.
Refiriéndose a continuación al valor de la vida en común, el Santo Padre señaló que “no es principalmente una estrategia para responder a la escasez de sacerdotes. Tampoco es de por sí una forma de ayuda ante la soledad y la debilidad del hombre. Puede ser todo esto, pero sólo si la vida fraterna es concebida y vivida como un camino para sumergirse en la realidad de la comunión. (…) Ningún sacerdote administra algo como propio, sino que participa con los demás en un don sacramental que viene directamente de Jesús”.
“Vivir con los demás –continuó- significa aceptar la necesidad de la propia y continua conversión y, en particular, descubrir la belleza de este camino, la alegría de la humildad, de la penitencia, pero también de la conversación, del perdón recíproco, del apoyo mutuo”.
Benedicto XVI concluyó poniendo de relieve que “es necesario estar con Jesús para poder estar con los demás. Este es el corazón de la misión. En la compañía de Cristo y de los hermanos, cada sacerdote puede encontrar las energías necesarias para cuidar de los seres humanos, para hacerse cargo de las necesidades espirituales y materiales, para enseñar con palabras siempre nuevas, dictadas por el amor, las verdades eternas de la fe, de las que están sedientos también nuestros contemporáneos”.
AC/ VIS 20110214 (540)
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