CIUDAD DEL VATICANO, 18 NOV 2010 (VIS).-Los participantes en la asamblea plenaria del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, dedicada al tema: “Hacia una nueva etapa del diálogo ecuménico”, fueron recibidos esta mañana por el Santo Padre.
En el discurso que les dirigió, Benedicto XVI se refirió en primer lugar al 50 aniversario, celebrado ayer, de la institución de ese dicasterio creado en 1960, en vísperas del Concilio Vaticano II por el beato Juan XXIII, con el nombre de Secretariado para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y denominado a partir de 1988, por voluntad de Juan Pablo II, Pontificio Consejo.
La decisión de Juan XXIII fue “un acto que constituyó una piedra angular en el camino ecuménico de la Iglesia Católica”, afirmó el Papa. “En estos cincuenta años –prosiguió- se ha llegado a un conocimiento más verdadero y a una estima más grande de las Iglesias y las Comunidades eclesiales, superando prejuicios sedimentados por la historia; se ha crecido en el diálogo teológico, pero también en el de la caridad; se han desarrollado varias formas de colaboración entre las cuales, además de la defensa de la vida, la de la salvaguardia de la creación y la lucha contra la injusticia; también ha sido importante y fructífera la relativa a las traducciones ecuménicas de las Sagradas Escrituras”.
El Papa habló después del Harvest Project, una iniciativa del dicasterio para trazar un primer balance de los resultados conseguidos y que “ha puesto de relieve sea los ámbitos de convergencia, sea aquellos en que es necesario continuar profundizando la reflexión”. En este contexto, el Papa invitó a los miembros del Pontificio Consejo a proseguir su tarea “para promover una recepción adecuada de los resultados alcanzados y dar a conocer con exactitud cual es la situación actual de la investigación teológica al servicio del camino hacia la unidad”.
“Hoy algunos piensan que ese camino, sobre todo en Occidente, ha perdido su empuje; se advierte, por lo tanto, la necesidad de reavivar el interés ecuménico y hacer más incisivo el diálogo”, afrontando retos como “las nuevas interpretaciones antropológicas y éticas, la formación ecuménica de las nuevas generaciones y la ulterior fragmentación del escenario ecuménico”.
El Papa dijo que “con las Iglesias ortodoxas y las antiguas Iglesias orientales, con las que existen “vínculos estrechísimos”, la Iglesia Católica continúa el diálogo con pasión, tratando de profundizar de una manera seria y rigurosa en el patrimonio común teológico, litúrgico, y espiritual, y de afrontar con serenidad y empeño los elementos que todavía nos separan. Con los ortodoxos –continuó-, se ha llegado a tocar un punto clave de discusión y reflexión: el papel del Obispo de Roma en la comunión de la Iglesia. Y la cuestión eclesiológica es también el centro del diálogo con las antiguas Iglesias orientales: a pesar de muchos siglos de incomprensión y de distancia, se ha constatado con alegría que se conserva un precioso patrimonio común”.
“A pesar de la existencia de nuevas situaciones problemáticas o de puntos difíciles para el diálogo, la meta del camino ecuménico no ha cambiado, así como el firme compromiso en su consecución. Sin embargo –explicó-, no se trata de un compromiso según categorías, por decir así, políticas, en la que entran en juego la habilidad para negociar o la mayor capacidad de llegar a compromisos, de modo que se podría esperar, como buenos mediadores, que tras un cierto tiempo, se llegue a acuerdos aceptables para todos”.
Benedicto XVI puso de relieve que “la actividad ecuménica tiene un doble movimiento. Por un lado, la investigación convencida, apasionada y tenaz para encontrar toda la unidad en la verdad, para diseñar modelos de unidad, para iluminar oposiciones y puntos oscuros con el fin de lograr la unidad. Y esto en el necesario diálogo teológico, pero sobre todo en la oración y la penitencia, en aquel ecumenismo espiritual que es el corazón de todo el camino: la unidad de los cristianos es y sigue siendo la oración, vive de la oración. Por otra parte, otro movimiento operativo, que surge de la firme conciencia de que no sabemos la hora de la realización de la unidad entre todos los discípulos de Cristo y no la podemos conocer, porque la unidad no la “hacemos nosotros” sino Dios: viene de lo alto; (…) es participar en la unidad divina. Y esto no debe hacer disminuir nuestro compromiso, sino que debemos prepararnos cada vez mejor para percibir los signos y los tiempos del Señor, sabiendo reconocer con gratitud lo que ya nos une y trabajando para que se consolide y crezca”.
“Al final –concluyó-, también en el camino ecuménico, se trata de dejar a Dios lo que es únicamente suyo, y de explorar con seriedad, constancia y dedicación lo que es nuestra tarea, teniendo en cuenta que a nuestro compromiso pertenecen los binomios actuar y sufrir, actividad y paciencia, trabajo duro y alegría”.
AC/ VIS 20101118 (820)
En el discurso que les dirigió, Benedicto XVI se refirió en primer lugar al 50 aniversario, celebrado ayer, de la institución de ese dicasterio creado en 1960, en vísperas del Concilio Vaticano II por el beato Juan XXIII, con el nombre de Secretariado para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y denominado a partir de 1988, por voluntad de Juan Pablo II, Pontificio Consejo.
La decisión de Juan XXIII fue “un acto que constituyó una piedra angular en el camino ecuménico de la Iglesia Católica”, afirmó el Papa. “En estos cincuenta años –prosiguió- se ha llegado a un conocimiento más verdadero y a una estima más grande de las Iglesias y las Comunidades eclesiales, superando prejuicios sedimentados por la historia; se ha crecido en el diálogo teológico, pero también en el de la caridad; se han desarrollado varias formas de colaboración entre las cuales, además de la defensa de la vida, la de la salvaguardia de la creación y la lucha contra la injusticia; también ha sido importante y fructífera la relativa a las traducciones ecuménicas de las Sagradas Escrituras”.
El Papa habló después del Harvest Project, una iniciativa del dicasterio para trazar un primer balance de los resultados conseguidos y que “ha puesto de relieve sea los ámbitos de convergencia, sea aquellos en que es necesario continuar profundizando la reflexión”. En este contexto, el Papa invitó a los miembros del Pontificio Consejo a proseguir su tarea “para promover una recepción adecuada de los resultados alcanzados y dar a conocer con exactitud cual es la situación actual de la investigación teológica al servicio del camino hacia la unidad”.
“Hoy algunos piensan que ese camino, sobre todo en Occidente, ha perdido su empuje; se advierte, por lo tanto, la necesidad de reavivar el interés ecuménico y hacer más incisivo el diálogo”, afrontando retos como “las nuevas interpretaciones antropológicas y éticas, la formación ecuménica de las nuevas generaciones y la ulterior fragmentación del escenario ecuménico”.
El Papa dijo que “con las Iglesias ortodoxas y las antiguas Iglesias orientales, con las que existen “vínculos estrechísimos”, la Iglesia Católica continúa el diálogo con pasión, tratando de profundizar de una manera seria y rigurosa en el patrimonio común teológico, litúrgico, y espiritual, y de afrontar con serenidad y empeño los elementos que todavía nos separan. Con los ortodoxos –continuó-, se ha llegado a tocar un punto clave de discusión y reflexión: el papel del Obispo de Roma en la comunión de la Iglesia. Y la cuestión eclesiológica es también el centro del diálogo con las antiguas Iglesias orientales: a pesar de muchos siglos de incomprensión y de distancia, se ha constatado con alegría que se conserva un precioso patrimonio común”.
“A pesar de la existencia de nuevas situaciones problemáticas o de puntos difíciles para el diálogo, la meta del camino ecuménico no ha cambiado, así como el firme compromiso en su consecución. Sin embargo –explicó-, no se trata de un compromiso según categorías, por decir así, políticas, en la que entran en juego la habilidad para negociar o la mayor capacidad de llegar a compromisos, de modo que se podría esperar, como buenos mediadores, que tras un cierto tiempo, se llegue a acuerdos aceptables para todos”.
Benedicto XVI puso de relieve que “la actividad ecuménica tiene un doble movimiento. Por un lado, la investigación convencida, apasionada y tenaz para encontrar toda la unidad en la verdad, para diseñar modelos de unidad, para iluminar oposiciones y puntos oscuros con el fin de lograr la unidad. Y esto en el necesario diálogo teológico, pero sobre todo en la oración y la penitencia, en aquel ecumenismo espiritual que es el corazón de todo el camino: la unidad de los cristianos es y sigue siendo la oración, vive de la oración. Por otra parte, otro movimiento operativo, que surge de la firme conciencia de que no sabemos la hora de la realización de la unidad entre todos los discípulos de Cristo y no la podemos conocer, porque la unidad no la “hacemos nosotros” sino Dios: viene de lo alto; (…) es participar en la unidad divina. Y esto no debe hacer disminuir nuestro compromiso, sino que debemos prepararnos cada vez mejor para percibir los signos y los tiempos del Señor, sabiendo reconocer con gratitud lo que ya nos une y trabajando para que se consolide y crezca”.
“Al final –concluyó-, también en el camino ecuménico, se trata de dejar a Dios lo que es únicamente suyo, y de explorar con seriedad, constancia y dedicación lo que es nuestra tarea, teniendo en cuenta que a nuestro compromiso pertenecen los binomios actuar y sufrir, actividad y paciencia, trabajo duro y alegría”.
AC/ VIS 20101118 (820)
No hay comentarios:
Publicar un comentario