CIUDAD DEL VATICANO, 20 NOV 2010 (VIS).-Benedicto XVI celebró esta mañana en la basílica de San Pedro el tercer consistorio ordinario público de su pontificado, en el que creó 24 nuevos cardenales.
Tras el saludo litúrgico el Santo Padre leyó la fórmula de la creación y proclamó solemnemente los nombres de los nuevos purpurados. El primero de ellos, el cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, dio las gracias al Papa en nombre de todos los demás.
Después de la proclamación del Evangelio el Santo Padre pronunció la homilía.
El Papa dijo que los nuevos miembros del Colegio Cardenalicio, “a partir de ahora, pasan a formar parte de ese “coetus peculiares”, que presta al Sucesor de Pedro una colaboración más inmediata y frecuente, sosteniéndolo en el ejercicio de su ministerio universal”.
Comentando el Evangelio proclamado, el Santo Padre explicó que “se coloca ante nuestros ojos la imagen de Jesús como el Mesías -preanunciado por Isaías- que no vino para ser servido sino a servir; su estilo de vida se convierte en la base de nuevas relaciones en la comunidad cristiana y en una nueva forma de ejercer la autoridad”.
“¿Cuál es -preguntó- el camino que debe recorrer quien quiere ser discípulo? Es el camino del Maestro, es el camino de la obediencia total a Dios”.
El Papa subrayó que “en la Iglesia nadie es dueño, sino que todos son llamados, todos son enviados, todos son guiados por la gracia divina. ¡Esta es nuestra seguridad! Sólo escuchando de nuevo la palabra de Jesús, que pide “ven y sígueme”, solo volviendo a la vocación original es posible entender la propia presencia y misión en la Iglesia como verdaderos discípulos”.
“El criterio de la grandeza y del primado según Dios no es el dominio, sino el servicio; la diaconía es la ley fundamental del discípulo y de la comunidad cristiana; (…) el Hijo del Hombre que vino a servir; sintetiza su misión bajo la categoría de servicio, no entendido en sentido genérico, sino en el sentido concreto de la Cruz, del don total de la vida como “rescate”, como redención por muchos, y lo indica como condición para su seguimiento. Es un mensaje que vale para los Apóstoles, vale para toda la Iglesia, sobre todo para quienes tienen la responsabilidad de guiar al pueblo de Dios. No es la lógica del dominio, del poder según criterios humanos, sino la lógica de inclinarse para lavar los pies, la lógica del servicio, la lógica de la Cruz, que es la base de todo ejercicio de autoridad. En todas las épocas, la Iglesia se compromete a conformarse con esta lógica y a testimoniarla para reflejar la verdadera Señoría de Dios”, la del amor”.
El Santo Padre dijo a los nuevos purpurados que la misión a la que Dios les llamaba a partir de hoy “exige una voluntad cada vez mayor de asumir el estilo del Hijo de Dios. (…) Se trata de seguirlo en su donación de amor humilde y total a la Iglesia su esposa, en la Cruz. (…) Para eso, es necesario un enraizamiento aún más profundo y sólido a Cristo. La relación íntima con él (…) es la exigencia primaria para que nuestro servicio sea generoso y alegre y pueda dar el fruto que el Señor espera de nosotros”.
A continuación tuvo lugar la profesión de fe de los nuevos cardenales ante el pueblo de Dios y el juramento de fidelidad y obediencia al Papa y a sus sucesores.
Los nuevos cardenales, según el orden de creación, se arrodillaron ante el Papa, que les impuso la birreta roja y les asignó una iglesia de Roma (Título o Diaconía), como signo de participación en la solicitud pastoral del Papa por la ciudad.
El Santo Padre entregó posteriormente la Bula de Creación de Cardenales e intercambió el abrazo de paz con cada uno de los nuevos miembros del colegio cardenalicio quienes, a su vez, cumplieron el mismo gesto entre ellos.
La celebración concluyó con la oración de los fieles, el rezo del Padrenuestro y la bendición final.
BXVI-CONSISTORIO/ VIS 20101122 (700)
Tras el saludo litúrgico el Santo Padre leyó la fórmula de la creación y proclamó solemnemente los nombres de los nuevos purpurados. El primero de ellos, el cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, dio las gracias al Papa en nombre de todos los demás.
Después de la proclamación del Evangelio el Santo Padre pronunció la homilía.
El Papa dijo que los nuevos miembros del Colegio Cardenalicio, “a partir de ahora, pasan a formar parte de ese “coetus peculiares”, que presta al Sucesor de Pedro una colaboración más inmediata y frecuente, sosteniéndolo en el ejercicio de su ministerio universal”.
Comentando el Evangelio proclamado, el Santo Padre explicó que “se coloca ante nuestros ojos la imagen de Jesús como el Mesías -preanunciado por Isaías- que no vino para ser servido sino a servir; su estilo de vida se convierte en la base de nuevas relaciones en la comunidad cristiana y en una nueva forma de ejercer la autoridad”.
“¿Cuál es -preguntó- el camino que debe recorrer quien quiere ser discípulo? Es el camino del Maestro, es el camino de la obediencia total a Dios”.
El Papa subrayó que “en la Iglesia nadie es dueño, sino que todos son llamados, todos son enviados, todos son guiados por la gracia divina. ¡Esta es nuestra seguridad! Sólo escuchando de nuevo la palabra de Jesús, que pide “ven y sígueme”, solo volviendo a la vocación original es posible entender la propia presencia y misión en la Iglesia como verdaderos discípulos”.
“El criterio de la grandeza y del primado según Dios no es el dominio, sino el servicio; la diaconía es la ley fundamental del discípulo y de la comunidad cristiana; (…) el Hijo del Hombre que vino a servir; sintetiza su misión bajo la categoría de servicio, no entendido en sentido genérico, sino en el sentido concreto de la Cruz, del don total de la vida como “rescate”, como redención por muchos, y lo indica como condición para su seguimiento. Es un mensaje que vale para los Apóstoles, vale para toda la Iglesia, sobre todo para quienes tienen la responsabilidad de guiar al pueblo de Dios. No es la lógica del dominio, del poder según criterios humanos, sino la lógica de inclinarse para lavar los pies, la lógica del servicio, la lógica de la Cruz, que es la base de todo ejercicio de autoridad. En todas las épocas, la Iglesia se compromete a conformarse con esta lógica y a testimoniarla para reflejar la verdadera Señoría de Dios”, la del amor”.
El Santo Padre dijo a los nuevos purpurados que la misión a la que Dios les llamaba a partir de hoy “exige una voluntad cada vez mayor de asumir el estilo del Hijo de Dios. (…) Se trata de seguirlo en su donación de amor humilde y total a la Iglesia su esposa, en la Cruz. (…) Para eso, es necesario un enraizamiento aún más profundo y sólido a Cristo. La relación íntima con él (…) es la exigencia primaria para que nuestro servicio sea generoso y alegre y pueda dar el fruto que el Señor espera de nosotros”.
A continuación tuvo lugar la profesión de fe de los nuevos cardenales ante el pueblo de Dios y el juramento de fidelidad y obediencia al Papa y a sus sucesores.
Los nuevos cardenales, según el orden de creación, se arrodillaron ante el Papa, que les impuso la birreta roja y les asignó una iglesia de Roma (Título o Diaconía), como signo de participación en la solicitud pastoral del Papa por la ciudad.
El Santo Padre entregó posteriormente la Bula de Creación de Cardenales e intercambió el abrazo de paz con cada uno de los nuevos miembros del colegio cardenalicio quienes, a su vez, cumplieron el mismo gesto entre ellos.
La celebración concluyó con la oración de los fieles, el rezo del Padrenuestro y la bendición final.
BXVI-CONSISTORIO/ VIS 20101122 (700)
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