CIUDAD DEL VATICANO, 30 JUN 2010 (VIS).-A la luz del recién clausurado Año Sacerdotal, Benedicto XVI recordó en la catequesis de la audiencia general de los miércoles la figura del italiano San José Cafasso (1811-1860), del que hace una semana se celebró el 150 aniversario del fallecimiento.
San José estudió filosofía y teología y cuatro meses después de ser ordenado sacerdote, en 1833 ingresó en el Convictorio Eclesiástico “San Francisco de Asís” de Turín para perfeccionarse en la pastoral.
La figura de sacerdote que contribuyó a reforzar, dijo el Papa, fue “la de verdadero pastor con una rica vida interior y una profunda entrega en la atención pastoral, fiel en la oración, comprometido en la predicación, en la catequesis, atento a la celebración de la Eucaristía y al ministerio de la Confesión, siguiendo el modelo encarnado por San Carlos Borromeo y San Francisco de Sales y promovido por el Concilio de Trento”.
“San José Cafasso -prosiguió- intentó realizar este modelo en la formación de los jóvenes sacerdotes para que ellos, a su vez, se convirtieran en formadores de otros presbíteros, religiosos y laicos, siguiendo una cadena tan especial como eficaz”.
El santo, que dedicaba muchas horas a la Confesión, “amaba de forma total al Señor, tenía una fe bien enraizada, sostenida por una oración profunda y prolongada y vivía una caridad sincera con todos. Conocía la teología moral, pero también conocía muy bien las situaciones y el corazón de la gente, de cuyo bien se hacía cargo, como el buen pastor”.
Recordando que San Juan Bosco lo tuvo como director espiritual de 1835 a 1860, Benedicto XVI precisó que San José Cafasso no quiso nunca hacer de San Juan Bosco “un discípulo a su imagen y semejanza”, y este a su vez no copió nunca a su maestro. “Lo imitó en las virtudes humanas y sacerdotales, definiéndolo modelo de vida sacerdotal, pero siguió sus actitudes personales y su vocación propia. Esta es una enseñanza fundamental para todos los que se dedican a la formación y a la educación de las generaciones jóvenes”.
Otro elemento que caracterizó el ministerio de San José Cafasso fue “la atención por los últimos, en particular por los presos que (...) vivían en lugares inhumanos y deshumanizadores”. Si al principio el santo recurría en sus sermones a los encarcelados a “grandes predicaciones a las que asistía a menudo toda la población carcelera, con el pasar del tiempo privilegió la catequesis más directa, llevada a cabo en los encuentros y coloquios personales. Respetuoso de las vivencias de cada uno, afrontaba los grandes temas de la vida cristiana, hablando de la confianza en Dios, de la adhesión a su voluntad, de la utilidad de la oración y de los sacramentos, cuyo punto de llegada es la Confesión, el encuentro con Dios que se hace misericordia infinita.
Murió en 1860. En 1948 el Papa Pío XII lo proclamó patrono de las cárceles italianas y en 1950 lo propuso como “modelo para los sacerdotes entregados a la Confesión y a la dirección espiritual”.
En sus saludos en diferentes idiomas, el Papa se dirigió en modo especial a los arzobispos metropolitanos que ayer recibieron el palio y a quienes les acompañaban.
AG/ VIS 20100630 (540)
San José estudió filosofía y teología y cuatro meses después de ser ordenado sacerdote, en 1833 ingresó en el Convictorio Eclesiástico “San Francisco de Asís” de Turín para perfeccionarse en la pastoral.
La figura de sacerdote que contribuyó a reforzar, dijo el Papa, fue “la de verdadero pastor con una rica vida interior y una profunda entrega en la atención pastoral, fiel en la oración, comprometido en la predicación, en la catequesis, atento a la celebración de la Eucaristía y al ministerio de la Confesión, siguiendo el modelo encarnado por San Carlos Borromeo y San Francisco de Sales y promovido por el Concilio de Trento”.
“San José Cafasso -prosiguió- intentó realizar este modelo en la formación de los jóvenes sacerdotes para que ellos, a su vez, se convirtieran en formadores de otros presbíteros, religiosos y laicos, siguiendo una cadena tan especial como eficaz”.
El santo, que dedicaba muchas horas a la Confesión, “amaba de forma total al Señor, tenía una fe bien enraizada, sostenida por una oración profunda y prolongada y vivía una caridad sincera con todos. Conocía la teología moral, pero también conocía muy bien las situaciones y el corazón de la gente, de cuyo bien se hacía cargo, como el buen pastor”.
Recordando que San Juan Bosco lo tuvo como director espiritual de 1835 a 1860, Benedicto XVI precisó que San José Cafasso no quiso nunca hacer de San Juan Bosco “un discípulo a su imagen y semejanza”, y este a su vez no copió nunca a su maestro. “Lo imitó en las virtudes humanas y sacerdotales, definiéndolo modelo de vida sacerdotal, pero siguió sus actitudes personales y su vocación propia. Esta es una enseñanza fundamental para todos los que se dedican a la formación y a la educación de las generaciones jóvenes”.
Otro elemento que caracterizó el ministerio de San José Cafasso fue “la atención por los últimos, en particular por los presos que (...) vivían en lugares inhumanos y deshumanizadores”. Si al principio el santo recurría en sus sermones a los encarcelados a “grandes predicaciones a las que asistía a menudo toda la población carcelera, con el pasar del tiempo privilegió la catequesis más directa, llevada a cabo en los encuentros y coloquios personales. Respetuoso de las vivencias de cada uno, afrontaba los grandes temas de la vida cristiana, hablando de la confianza en Dios, de la adhesión a su voluntad, de la utilidad de la oración y de los sacramentos, cuyo punto de llegada es la Confesión, el encuentro con Dios que se hace misericordia infinita.
Murió en 1860. En 1948 el Papa Pío XII lo proclamó patrono de las cárceles italianas y en 1950 lo propuso como “modelo para los sacerdotes entregados a la Confesión y a la dirección espiritual”.
En sus saludos en diferentes idiomas, el Papa se dirigió en modo especial a los arzobispos metropolitanos que ayer recibieron el palio y a quienes les acompañaban.
AG/ VIS 20100630 (540)
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