CIUDAD DEL VATICANO, 30 JUN 2010 (VIS).- Se ha publicado hoy el Mensaje del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes con motivo de la Jornada Mundial del Turismo, que se celebrará el próximo 27 de diciembre, y cuyo tema este año es: “Turismo y Diversidad Biológica”. El mensaje, del que publicamos amplios extractos, está firmado por los arzobispos Antonio Maria Veglió y Agostino Marchetto, respectivamente presidente y secretario de ese dicasterio.
“La biodiversidad, o diversidad biológica, hace referencia a la gran riqueza de seres que viven en la Tierra, así como al delicado equilibrio de interdependencia e interacción que existe entre ellos y con el medio físico que los acoge y condiciona.
Ante ellos se ciernen tres graves peligros, que requieren una solución urgente: el cambio climático, la desertificación y la pérdida de la biodiversidad. Esta última se está desarrollando en los últimos años a un ritmo sin precedentes. Estudios recientes indican que, a nivel mundial, están amenazados o en peligro de extinción el 22% de los mamíferos, el 31% de los anfibios, el 13.6% de las aves o el 27% de los arrecifes
Hay numerosos sectores de la actividad humana que contribuyen en gran manera a estos cambios, y uno de ellos es, sin duda alguna, el turismo, el cual se sitúa entre los que han experimentado un mayor y rápido crecimiento. Al respecto, podemos recordar las cifras que nos ofrece la Organización Mundial del Turismo (OMT). Si las llegadas internacionales de turistas fueron de 534 millones en el año 1995, y de 682 millones en el 2000, las previsiones que aparecían en su informe “Tourism 2020 Vision” son de 1.006 millones para el año 2010, y que llegarían a 1.561 millones en el año 2020, con un crecimiento medio anual de 4.1%. (...)Todo ello nos muestra el fuerte crecimiento de este sector económico, lo que comporta unos importantes efectos en la conservación y uso sostenible de la biodiversidad, con el consiguiente peligro de que se transforme en un serio impacto medioambiental, especialmente por el consumo desmesurado de recursos limitados (como el agua potable y el territorio) y por la gran generación de contaminación y residuos, superando las cantidades que serían asumibles por una determinada zona.
La situación se ve agravada por el hecho de que la demanda turística se dirige cada vez más hacia los destinos de naturaleza, atraída por sus innumerables bellezas, lo que supone un impacto importante en las poblaciones visitadas, en su economía, en el medio ambiente y en su patrimonio cultural.
Por todo ello, debemos afirmar que el turismo no puede eximirse de su responsabilidad en la defensa de la biodiversidad, sino que, por el contrario, debe asumir un rol activo en la misma.
El desarrollo de este sector económico ha de ir acompañado ineludiblemente de los principios de sostenibilidad y respeto a la diversidad biológica.
La Iglesia quiere sumar su voz, desde el espacio que le es propio, partiendo de la convicción de que ella misma “tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. (...) El Magisterio reitera insistentemente la responsabilidad del ser humano en la preservación de un ambiente íntegro y sano para todos, desde el convencimiento que “la tutela del medio ambiente constituye un desafío para la entera humanidad: se trata del deber, común y universal, de respetar un bien colectivo”.
Hay un elemento que hace todavía más exigente si cabe este esfuerzo. En su búsqueda de Dios, el ser humano descubre algunas vías para acercarse al Misterio, que tiene como punto de partida la creación. (...) Por este motivo, el turismo, acercándonos a la creación en toda su variedad y riqueza, puede ser ocasión para promover o acrecentar la experiencia religiosa.
Los esfuerzos por proteger y promover la diversidad biológica en su relación con el turismo pasan, en primer lugar, por desarrollar estrategias participativas y compartidas, en las que se comprometan los diversos sectores implicados. La mayoría de los gobiernos, instituciones internacionales, asociaciones profesionales del sector turístico y organizaciones no gubernamentales defienden, con una visión a largo plazo, la necesidad de un turismo sostenible como única forma posible para que su desarrollo sea al tiempo económicamente rentable, proteja los recursos naturales y culturales, y sirva de ayuda real en la lucha contra la pobreza.
Las autoridades públicas deben ofrecer una legislación clara, que proteja y potencie la
biodiversidad, reforzando los beneficios y reduciendo los costes del turismo, al tiempo que debe velar por el cumplimiento de las normas. (...) Los esfuerzos gubernamentales deberán ser mayores en aquellos lugares más vulnerables y donde la degradación haya sido mayor. Quizá en algunos de ellos, el turismo debería ser restringido o, incluso, evitado.
Por su parte, se le pide al sector empresarial del turismo “que conciba, desarrolle y lleve a cabo sus actividades reduciendo al mínimo su impacto negativo, e incluso contribuyendo de manera efectiva a la conservación de ecosistemas sensibles y del medio ambiente en general, beneficiando directamente a las comunidades locales e indígenas”.
Finalmente, los turistas deben ser conscientes de que su presencia en un lugar no siempre es positiva. Con este fin, han de ser informados sobre los beneficios reales que comporta la conservación de la biodiversidad, y ser educados en modos de turismo sostenible. (...) En ningún caso, ni el territorio ni el patrimonio histórico-cultural de los destinos deben salir perjudicados en favor del turista, adaptándose a sus gustos o deseos. Un esfuerzo importante, que de modo especial debe realizar la pastoral del turismo, es la educación en la contemplación, que facilite a los turistas descubrir la huella de Dios en la gran riqueza de la biodiversidad”.
CON-SM VIS 20100630 (940)
“La biodiversidad, o diversidad biológica, hace referencia a la gran riqueza de seres que viven en la Tierra, así como al delicado equilibrio de interdependencia e interacción que existe entre ellos y con el medio físico que los acoge y condiciona.
Ante ellos se ciernen tres graves peligros, que requieren una solución urgente: el cambio climático, la desertificación y la pérdida de la biodiversidad. Esta última se está desarrollando en los últimos años a un ritmo sin precedentes. Estudios recientes indican que, a nivel mundial, están amenazados o en peligro de extinción el 22% de los mamíferos, el 31% de los anfibios, el 13.6% de las aves o el 27% de los arrecifes
Hay numerosos sectores de la actividad humana que contribuyen en gran manera a estos cambios, y uno de ellos es, sin duda alguna, el turismo, el cual se sitúa entre los que han experimentado un mayor y rápido crecimiento. Al respecto, podemos recordar las cifras que nos ofrece la Organización Mundial del Turismo (OMT). Si las llegadas internacionales de turistas fueron de 534 millones en el año 1995, y de 682 millones en el 2000, las previsiones que aparecían en su informe “Tourism 2020 Vision” son de 1.006 millones para el año 2010, y que llegarían a 1.561 millones en el año 2020, con un crecimiento medio anual de 4.1%. (...)Todo ello nos muestra el fuerte crecimiento de este sector económico, lo que comporta unos importantes efectos en la conservación y uso sostenible de la biodiversidad, con el consiguiente peligro de que se transforme en un serio impacto medioambiental, especialmente por el consumo desmesurado de recursos limitados (como el agua potable y el territorio) y por la gran generación de contaminación y residuos, superando las cantidades que serían asumibles por una determinada zona.
La situación se ve agravada por el hecho de que la demanda turística se dirige cada vez más hacia los destinos de naturaleza, atraída por sus innumerables bellezas, lo que supone un impacto importante en las poblaciones visitadas, en su economía, en el medio ambiente y en su patrimonio cultural.
Por todo ello, debemos afirmar que el turismo no puede eximirse de su responsabilidad en la defensa de la biodiversidad, sino que, por el contrario, debe asumir un rol activo en la misma.
El desarrollo de este sector económico ha de ir acompañado ineludiblemente de los principios de sostenibilidad y respeto a la diversidad biológica.
La Iglesia quiere sumar su voz, desde el espacio que le es propio, partiendo de la convicción de que ella misma “tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. (...) El Magisterio reitera insistentemente la responsabilidad del ser humano en la preservación de un ambiente íntegro y sano para todos, desde el convencimiento que “la tutela del medio ambiente constituye un desafío para la entera humanidad: se trata del deber, común y universal, de respetar un bien colectivo”.
Hay un elemento que hace todavía más exigente si cabe este esfuerzo. En su búsqueda de Dios, el ser humano descubre algunas vías para acercarse al Misterio, que tiene como punto de partida la creación. (...) Por este motivo, el turismo, acercándonos a la creación en toda su variedad y riqueza, puede ser ocasión para promover o acrecentar la experiencia religiosa.
Los esfuerzos por proteger y promover la diversidad biológica en su relación con el turismo pasan, en primer lugar, por desarrollar estrategias participativas y compartidas, en las que se comprometan los diversos sectores implicados. La mayoría de los gobiernos, instituciones internacionales, asociaciones profesionales del sector turístico y organizaciones no gubernamentales defienden, con una visión a largo plazo, la necesidad de un turismo sostenible como única forma posible para que su desarrollo sea al tiempo económicamente rentable, proteja los recursos naturales y culturales, y sirva de ayuda real en la lucha contra la pobreza.
Las autoridades públicas deben ofrecer una legislación clara, que proteja y potencie la
biodiversidad, reforzando los beneficios y reduciendo los costes del turismo, al tiempo que debe velar por el cumplimiento de las normas. (...) Los esfuerzos gubernamentales deberán ser mayores en aquellos lugares más vulnerables y donde la degradación haya sido mayor. Quizá en algunos de ellos, el turismo debería ser restringido o, incluso, evitado.
Por su parte, se le pide al sector empresarial del turismo “que conciba, desarrolle y lleve a cabo sus actividades reduciendo al mínimo su impacto negativo, e incluso contribuyendo de manera efectiva a la conservación de ecosistemas sensibles y del medio ambiente en general, beneficiando directamente a las comunidades locales e indígenas”.
Finalmente, los turistas deben ser conscientes de que su presencia en un lugar no siempre es positiva. Con este fin, han de ser informados sobre los beneficios reales que comporta la conservación de la biodiversidad, y ser educados en modos de turismo sostenible. (...) En ningún caso, ni el territorio ni el patrimonio histórico-cultural de los destinos deben salir perjudicados en favor del turista, adaptándose a sus gustos o deseos. Un esfuerzo importante, que de modo especial debe realizar la pastoral del turismo, es la educación en la contemplación, que facilite a los turistas descubrir la huella de Dios en la gran riqueza de la biodiversidad”.
CON-SM VIS 20100630 (940)
No hay comentarios:
Publicar un comentario