CIUDAD DEL VATICANO, 19 JUN 2010 (VIS).-El Papa recibió este mediodía a los prelados de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (Región Este II) que acaban de realizar su visita “ad limina”.
El Santo Padre recordó a los obispos que “como maestros y doctores de la fe, tenéis la misión de enseñar con audacia la verdad que se debe creer y vivir, presentándola de una manera auténtica”. En este contexto, les animó a ayudar a los fieles confiados a su atención pastoral “a descubrir la alegría de la fe, la alegría de ser amados personalmente por Dios, que entregó a su Hijo para nuestra salvación. (…) Tened una gran confianza en la gracia y difundid esta confianza entre vuestra gente, para que la fe sea siempre custodiada, defendida y transmitida en su pureza e integridad”.
Hablando de la liturgia, Benedicto XVI subrayó que la celebración eucarística es el deber más importante del ministerio sacerdotal. “La tarea de santificar que recibisteis -continuó dirigiéndose a los obispos- os obliga a ser promotores y animadores de la oración en la ciudad humana, a menudo agitada, ruidosa y olvidada de Dios: debéis crear lugares y ocasiones de oración, donde en silencio, escuchando a Dios, en la oración y personal y comunitaria, los seres humanos puedan encontrar y experimentar vivamente a Jesucristo, que revela el verdadero rostro del Padre. Es necesario que las parroquias y santuarios, los ambientes de educación y sufrimiento y las familias se conviertan en lugares de comunión con el Señor”.
Refiriéndose a la misión de gobernar, el Papa dijo que “el obispo también está llamado a juzgar y disciplinar la vida del pueblo de Dios confiado a su cuidado pastoral, a través de leyes, directrices y consejos, según lo dispuesto en la disciplina universal de la Iglesia. Este derecho y deber es muy importante para que la comunidad diocesana se mantenga unida en su interior y camine en comunión sincera de fe, amor y disciplina con el Obispo de Roma y con toda la Iglesia. Para ello, no os canséis de alimentar en los fieles un sentido de pertenencia a la Iglesia y la alegría de la comunión fraterna”.
“El gobierno del obispo -añadió el Santo Padre-, solo será pastoralmente fructífero “si se apoya en la autoridad moral que deriva de su santidad de vida. Esta autoridad dispondrá los ánimos para acoger el Evangelio que proclama en su Iglesia, así como las normas que establezca para el bien del Pueblo de Dios”. Por eso, plasmado interiormente por el Espíritu Santo, cada uno de vosotros se hará “todo en todos”, proponiendo la verdad de la fe, celebrando los sacramentos de nuestra santificación y testimoniando el amor de Dios”.
El Papa concluyó alentando a los obispos a “acoger con el corazón abierto a los que llamen a la puerta: aconsejadles, consoladlos y mantenedlos en el camino de Dios, tratando de guiar a todos a la unidad en la fe y en el amor, de la que por voluntad del Señor, debéis ser principio y fundamento visible en vuestras diócesis”.
AL/ VIS 20100621 (500)
El Santo Padre recordó a los obispos que “como maestros y doctores de la fe, tenéis la misión de enseñar con audacia la verdad que se debe creer y vivir, presentándola de una manera auténtica”. En este contexto, les animó a ayudar a los fieles confiados a su atención pastoral “a descubrir la alegría de la fe, la alegría de ser amados personalmente por Dios, que entregó a su Hijo para nuestra salvación. (…) Tened una gran confianza en la gracia y difundid esta confianza entre vuestra gente, para que la fe sea siempre custodiada, defendida y transmitida en su pureza e integridad”.
Hablando de la liturgia, Benedicto XVI subrayó que la celebración eucarística es el deber más importante del ministerio sacerdotal. “La tarea de santificar que recibisteis -continuó dirigiéndose a los obispos- os obliga a ser promotores y animadores de la oración en la ciudad humana, a menudo agitada, ruidosa y olvidada de Dios: debéis crear lugares y ocasiones de oración, donde en silencio, escuchando a Dios, en la oración y personal y comunitaria, los seres humanos puedan encontrar y experimentar vivamente a Jesucristo, que revela el verdadero rostro del Padre. Es necesario que las parroquias y santuarios, los ambientes de educación y sufrimiento y las familias se conviertan en lugares de comunión con el Señor”.
Refiriéndose a la misión de gobernar, el Papa dijo que “el obispo también está llamado a juzgar y disciplinar la vida del pueblo de Dios confiado a su cuidado pastoral, a través de leyes, directrices y consejos, según lo dispuesto en la disciplina universal de la Iglesia. Este derecho y deber es muy importante para que la comunidad diocesana se mantenga unida en su interior y camine en comunión sincera de fe, amor y disciplina con el Obispo de Roma y con toda la Iglesia. Para ello, no os canséis de alimentar en los fieles un sentido de pertenencia a la Iglesia y la alegría de la comunión fraterna”.
“El gobierno del obispo -añadió el Santo Padre-, solo será pastoralmente fructífero “si se apoya en la autoridad moral que deriva de su santidad de vida. Esta autoridad dispondrá los ánimos para acoger el Evangelio que proclama en su Iglesia, así como las normas que establezca para el bien del Pueblo de Dios”. Por eso, plasmado interiormente por el Espíritu Santo, cada uno de vosotros se hará “todo en todos”, proponiendo la verdad de la fe, celebrando los sacramentos de nuestra santificación y testimoniando el amor de Dios”.
El Papa concluyó alentando a los obispos a “acoger con el corazón abierto a los que llamen a la puerta: aconsejadles, consoladlos y mantenedlos en el camino de Dios, tratando de guiar a todos a la unidad en la fe y en el amor, de la que por voluntad del Señor, debéis ser principio y fundamento visible en vuestras diócesis”.
AL/ VIS 20100621 (500)
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