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miércoles, 26 de marzo de 2008

PASCUA: LA RESURRECCION ES UN ACONTECIMIENTO DE AMOR

CIUDAD DEL VATICANO, 23 MAR 2008(VIS).- Benedicto XVI  celebró a las 10,30 la Misa del Domingo de Resurrección del Señor en la Plaza de San Pedro. Como es tradicional la plaza estaba decorada con plantas y flores procedentes de Holanda. A mediodía, el Papa se asomó al balcón central de la basílica vaticana, para pronunciar ante miles de fieles de todo el mundo el Mensaje de Pascua, saludar en diversos idiomas e impartir la bendición "Urbi et Orbi".
  En las palabras "He resucitado y aún y siempre  estoy contigo" que resuenan al comienzo de la Santa Misa de hoy, dijo el Papa -(...) "la  Iglesia reconoce la voz misma de Jesús que, resucitando de la muerte, colmado de felicidad y amor, se dirige al Padre y exclama (...) tu Espíritu no me ha abandonado nunca (...) La muerte y resurrección del Verbo de Dios encarnado es un acontecimiento de amor insuperable, es la victoria del Amor que nos ha liberado de la esclavitud del pecado y  de la muerte. Ha cambiado el curso de la historia, infundiendo un indeleble y renovado sentido y valor a la vida del hombre".
  "Con su sacrificio redentor Jesús de Nazaret nos ha hecho hijos adoptivos de Dios, de modo que ahora podemos introducirnos también nosotros en el diálogo misterioso entre Él y el Padre -prosiguió el Santo Padre- En esta perspectiva, advertimos que la afirmación  de Jesús (...) nos concierne también a nosotros, que somos hijos de Dios y coherederos con Cristo, si realmente participamos en sus sufrimientos para participar en su gloria".
   "Entramos así en la profundidad del misterio pascual. El acontecimiento sorprendente de la resurrección de Jesús es esencialmente un acontecimiento de amor (...) Esta solemnidad, que nos hace revivir la experiencia absoluta y única de la resurrección de Jesús, es un llamamiento a convertirnos al Amor; una invitación a vivir rechazando el odio y el egoísmo y a seguir dócilmente las huellas del Cordero inmolado por nuestra salvación".
   "Hermanas y hermanos cristianos de todos los rincones del mundo, hombres y mujeres de espíritu sinceramente abierto a la verdad -exclamó Benedicto XVI- ¡Qué nadie cierre el corazón a la omnipotencia de este amor redentor! Jesucristo ha muerto y resucitado por todos: ¡Él es nuestra esperanza! Esperanza verdadera para cada ser humano. Hoy, como hizo en Galilea con sus discípulos antes de volver al Padre, Jesús resucitado nos envía también a todas partes como testigos de su esperanza (...) Fijando la mirada del alma en las llagas gloriosas de su cuerpo transfigurado, podemos entender el sentido y el valor del sufrimiento, podemos aliviar las múltiples heridas que siguen ensangrentando a la humanidad, también en nuestros días".
  El Santo Padre afirmó que en las llagas de Cristo "reconocemos los signos indelebles de la misericordia infinita del Dios (...) Él es quien cura las heridas de los corazones desgarrados, quien defiende a los débiles y proclama la libertad a los esclavos, quien consuela a todos los afligidos y ofrece su aceite de alegría en lugar del vestido de luto (...)  Si nos acercamos a Él (...) encontraremos en su mirada la respuesta al anhelo más profundo de nuestro corazón: conocer a Dios y entablar con Él una relación vital en una auténtica comunión de amor, que colme de su mismo amor nuestra existencia y nuestras relaciones interpersonales y sociales".
   "Cuántas veces las relaciones entre personas, grupos y pueblos, están marcadas por el egoísmo, la injusticia, el odio, la violencia, en vez de estarlo por el amor -observó el Papa- Son las llagas de la humanidad, abiertas y dolientes en todos los rincones del planeta, aunque a veces ignoradas e intencionadamente escondidas; llagas que desgarran el alma y el cuerpo de innumerables hermanos y hermanas nuestros. Éstas esperan obtener alivio y ser curadas por las llagas gloriosas del Señor resucitado y por la solidaridad de cuantos, siguiendo sus huellas y en su nombre, realizan gestos de amor, se comprometen activamente en favor de la justicia y difunden en su alrededor signos luminosos de esperanza en los lugares ensangrentados por los conflictos y dondequiera que la dignidad  de la persona humana continúe siendo denigrada y vulnerada. El anhelo es que precisamente allí se multipliquen los testimonios de benignidad y de perdón".
Benedicto XVI  subrayó  que en la mañana de la Resurrección no se podía dejar de pensar "en algunas regiones africanas, como Darfur y Somalia, en el martirizado Oriente Medio, especialmente en Tierra Santa, en Irak, en Líbano y, finalmente, en Tibet, regiones para las cuales aliento la búsqueda de soluciones que salvaguarden el bien y la paz" y finalizó invocando "la plenitud de los dones pascuales" por intercesión de María que  "tras haber compartido los sufrimientos de la Pasión y crucifixión de su Hijo inocente, ha experimentado también la alegría inefable de su resurrección".
BXVI-SEMANA SANTA/DOMINGO PASCUA/...    VIS 20080326 (810)


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