TRABAJAR Y REZAR PARA QUE DESAPAREZCAN LAS GUERRAS

CIUDAD DEL VATICANO, 25 MAR 2003 (VIS) - Hoy se hizo público un mensaje del Santo Padre a los capellanes militares católicos que participan hoy y mañana en el Vaticano en un curso de formación de derecho humanitario, organizado por la Congregación para los Obispos y el Pontificio Consejo "Justicia y Paz".

"Precisamente cuando las armas se desencadenan -escribe el Papa en el mensaje fechado el 24 de marzo- son imprescindibles reglas que hagan menos inhumanas las operaciones bélicas. A lo largo de los siglos ha ido creciendo gradualmente la conciencia de una tal exigencia, hasta la progresiva formación de un verdadero y propio 'corpus' jurídico, definido como 'derecho internacional humanitario', Este 'corpus' se ha podido desarrollar también gracias a la maduración de los principios connaturales con el mensaje cristiano".

Juan Pablo II subraya que los capellanes militares deben dar testimonio de que "incluso en los combates más duros siempre es posible, y por tanto un deber, respetar la dignidad del adversario militar, la dignidad de las víctimas civiles, la dignidad indeleble de todos los seres humanos implicados en los enfrentamientos armados. De este modo se favorece además aquella reconciliación necesaria para el restablecimiento de la paz tras el conflicto".

Tras hacer referencia a la actual "hora difícil de la historia", por el estallido de una nueva guerra, el Papa afirma que "el recuerdo de las víctimas, de las destrucciones y de los sufrimientos provocados por los conflictos armados origina siempre una gran preocupación y un gran dolor".

"Tendría que quedar claro a todos -continúa- que la guerra como instrumento de resolución de las contiendas entre los Estados ha sido repudiada, antes incluso que por la Carta de las Naciones Unidas, por la conciencia de gran parte de la humanidad, salvando la licitud de la defensa contra un agresor. El vasto movimiento contemporáneo a favor de la paz -que según la enseñanza del Concilio Vaticano II, no se reduce a una 'simple ausencia de guerra'- traduce esta convicción de hombres de todos los continentes y de todas las culturas".

El Santo Padre hace hincapié en que "el esfuerzo de las diversas religiones por sostener la búsqueda de la paz es un motivo de consuelo y de esperanza. En nuestra perspectiva de fe, la paz, a pesar de ser fruto de acuerdos políticos y entendimiento entre individuos y pueblos, es un don de Dios, que hay que invocar insistentemente con la oración y la penitencia. ¡Sin la conversión del corazón no hay paz! ¡A la paz solo se llega a través del amor! Ahora se pide a todos el compromiso de trabajar y rezar para que las guerras desaparezcan del horizonte de la humanidad".

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