Ciudad
del Vaticano, 28 de septiembre de 2015 (Vis). El tema de los abusos
sexuales fue retomado por el Papa al principio del discurso que poco
después de su encuentro con un grupo de víctimas dirigió a los
trescientos obispos huéspedes del Encuentro Mundial de las Familias
que le esperaban en la gran Capilla del Seminario San Carlos Borromeo
''Llevo
grabado en mi corazón las historias, el sufrimiento y el dolor de
los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes -dijo-
Continúa abrumándome la vergüenza de que personas que tenían a su
cargo el tierno cuidado de esos pequeños les violaran y les causaran
graves daños. Lo lamento profundamente. Dios llora. Los crímenes y
pecados de los abusos sexuales a menores no pueden ser mantenidos en
secreto por más tiempo. Me comprometo a la celosa vigilancia de la
Iglesia para proteger a los menores y prometo que todos los
responsables rendirán cuenta. Los supervivientes de abuso se han
convertido en verdaderos heraldos de esperanza y ministros de
misericordia. Humildemente le debemos a cada uno de ellos y a sus
familias nuestra gratitud por su inmenso valor para hacer brillar la
luz de Cristo sobre el mal abuso sexual de menores. Y esto lo digo
porque acabo de reunirme con un grupo de personas abusadas de niños,
que son ayudadas y acompañadas aquí en Filadelfia con un especial
cariño por el arzobispo, monseñor Chaput, y nos pareció que tenía
que comunicarle esto a ustedes''
Después,
pasando al argumento de la familia, pronunció un discurso, a ratos
improvisado, del que reproducimos amplios párrafos, abordando las
características de las familias en la sociedad actual y la misión
de los obispos con ellas reiterando que éstos últimos, como
pastores, no deben tener nunca miedo de estar en medio de las
familias, con todas sus luces y sus sombras porque ''un cristianismo
que se hace poco en la realidad y se explica infinitamente en la
formación está peligrosamente desproporcionado''.
Siguen
amplios extractos del discurso del Papa:
''La
familia no es para la Iglesia principalmente una fuente de
preocupación, sino la confirmación de la bendición de Dios a la
obra maestra de la creación. Cada día, en todos los ángulos del
planeta, la Iglesia tiene razones para alegrarse con el Señor por el
don de ese pueblo numeroso de familias que, incluso en las pruebas
más duras, mantiene las promesas y conserva la fe. Pienso que el
primer impulso pastoral que este difícil período de transición nos
pide es avanzar con decisión en la línea de este reconocimiento. El
aprecio y la gratitud han de prevalecer sobre el lamento, a pesar de
todos los obstáculos que tenemos que enfrentar. La familia es el
lugar fundamental de la alianza de la Iglesia con la creación, con
esa creación de Dios, que Dios bendijo el último día con una
familia. Sin la familia, tampoco la Iglesia existiría: no podría
ser lo que debe ser, es decir, signo e instrumento de la unidad del
género humano. Naturalmente, nuestro modo de comprender, modelado
por la integración entre la forma eclesial de la fe y la experiencia
conyugal de la gracia, bendecida por el matrimonio, no nos debe
llevar a olvidar la transformación del contexto histórico, que
incide en la cultural social –y lamentablemente ya también
jurídica– de los vínculos familiares, y que nos involucra a
todos, seamos creyentes o no creyentes. El cristiano no es un ''ser
inmune'' a los cambios de su tiempo y en este mundo concreto, con sus
múltiples problemáticas y posibilidades, es donde se debe vivir,
creer y anunciar''.
''Hasta
hace poco, vivíamos en un contexto social donde la afinidad entre la
institución civil y el sacramento cristiano era fuerte y compartida,
coincidían sustancialmente y se sostenían mutuamente. Ya no es así.
Si tuviera que describir la situación actual tomaría dos imágenes
propias de nuestras sociedades. Por un lado, los conocidos almacenes,
pequeños negocios de nuestros barrios y, por otro, los grandes
supermercados o shoppings. Algún tiempo atrás uno podía encontrar
en un mismo comercio o almacén todas las cosas necesarias para la
vida personal y familiar –es cierto que pobremente expuesto, con
pocos productos y, por lo tanto, con escasa posibilidad de elección–.
Pero había un vínculo personal entre el dueño del negocio y los
vecinos compradores... Uno se fiaba del otro. Se animaba a confiar''.
''En
estas últimas décadas se ha desarrollado y ampliado otro tipo de
negocios: los shopping center. Grandes superficies con un gran número
de opciones y oportunidades. El mundo parece que se ha convertido en
un gran shopping, donde la cultura ha adquirido una dinámica
competitiva. Ya no se vende fiado, ya no se puede fiar de los demás.
No hay un vínculo personal, una relación de vecindad. La cultura
actual parece estimular a las personas a entrar en la dinámica de no
ligarse a nada ni a nadie. A no fiar ni fiarse. .. Lo importante hoy
parece que lo determina el consumo. Consumir relaciones, consumir
amistades, consumir religiones, consumir, consumir... No importa el
costo ni las consecuencias. Un consumo que no genera vínculos, un
consumo que va más allá de las relaciones humanas. Los vínculos
son un mero ''trámite'' en la satisfacción de ''mis necesidades''.
Lo importante deja de ser el prójimo, con su rostro, con su
historia, con sus afectos''.
''Y
esta conducta genera una cultura que descarta todo aquello que ya
''no sirve'' o ''no satisface'' los gustos del consumidor. Hemos
hecho de nuestra sociedad una vidriera pluricultural amplísima,
ligada solamente a los gustos de algunos ''consumidores'' y, por otra
parte, son muchos –¡tantos!– los otros, los que solo ''comen las
migajas que caen de la mesa de sus amos'' Esto genera una herida
grande, una herida cultural muy grande. Me atrevo a decir que una de
las principales pobrezas o raíces de tantas situaciones
contemporáneas está en la soledad radical a la que se ven sometidas
tantas personas. ... Una soledad con miedo al compromiso y en una
búsqueda desenfrenada por sentirse reconocido''.
''¿Debemos
condenar a nuestros jóvenes por haber crecido en esta sociedad?
..¿Ellos deben ellos escuchar de sus pastores frases como: ''Todo
pasado fue mejor''..No, no creo, que este sea el camino. Nosotros,
pastores tras las huellas del Pastor, estamos invitados a buscar,
acompañar, levantar, curar las heridas de nuestro tiempo. Mirar la
realidad con los ojos de aquel que se sabe interpelado al movimiento,
a la conversión pastoral. El mundo hoy nos pide y reclama esta
conversión pastoral. ''Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar
el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones,
sin demoras, sin asco y sin miedo...El Evangelio no es un producto
para consumir, no entra en esta cultura del consumismo''.
''Nos
equivocaríamos si pensáramos que esta ''cultura'' del mundo actual
sólo tiene aversión al matrimonio y a la familia, en términos de
puro y simple egoísmo. .. No caigamos en la trampa. Muchos jóvenes,
en medio de esta cultura disuasiva, han interiorizado una especie de
miedo inconsciente, y tienen miedo, un miedo inconsciente, y no
siguen los impulsos más hermosos, más altos y también más
necesarios. Hay muchos que retrasan el matrimonio en espera de unas
condiciones de bienestar ideales. Mientras tanto la vida se consume
sin sabor. ...En el Congreso, hace unos días, decía que estamos
viviendo una cultura que impulsa y convence a los jóvenes a no
fundar una familia, unos por la falta de medios materiales para
hacerlo y otros por tener tantos medios que están muy cómodos así,
pero esa es la tentación, no fundar una familia''.
''Como
pastores, los obispos estamos llamados a aunar fuerzas y relanzar el
entusiasmo para que se formen familias que, de acuerdo con su
vocación, correspondan más plenamente a la bendición de Dios.
Tenemos que emplear nuestras energías, no tanto en explicar una y
otra vez los defectos de la época actual y los méritos del
cristianismo, sino en invitar con franqueza a los jóvenes a que sean
audaces y elijan el matrimonio y la familia''.
''Un
cristianismo que ''se hace'' poco en la realidad y ''se explica''
infinitamente en la formación está peligrosamente desproporcionado;
diría que está en un verdadero y propio círculo vicioso. El pastor
ha de mostrar que el ''Evangelio de la familia'' es verdaderamente
''buena noticia'' para un mundo en que la preocupación por uno mismo
reina por encima de todo. No se trata de fantasía romántica: la
tenacidad para formar una familia y sacarla adelante transforma el
mundo y la historia. Son las familias las que transforman el mundo y
la historia''.
''El
pastor vela el sueño, la vida, el crecimiento de sus ovejas. Este
''velar'' no nace del discursear, sino del pastorear. Solo es capaz
de velar quien sabe estar ''en medio de'', quien no le tiene miedo a
las preguntas, quien no le tiene miedo al contacto, al
acompañamiento. ...Naturalmente, el rasgo fundamental del estilo de
vida del obispo es en primer lugar vivir el espíritu de esta gozosa
familiaridad con Dios, y en segundo lugar difundir la emocionante
fecundidad evangélica, rezar y anunciar el Evangelio.. . El obispo
es constituido para pastorear, es pastor, pero pastorear primero con
la oración y con el anuncio, después viene todo lo demás, si queda
tiempo''.
''Nosotros
mismos, por tanto, aceptando con humildad el aprendizaje cristiano de
las virtudes domésticas del Pueblo de Dios, nos asemejaremos cada
vez más a los padres y a las madres... procurando no acabar como
personas que simplemente han aprendido a vivir sin familia....
Nuestro ideal, en efecto, no es la carencia de afectos, no. El buen
pastor renuncia a unos afectos familiares propios para dedicar todas
sus fuerzas, y la gracia de su llamada especial, a la bendición
evangélica de los afectos del hombre y la mujer, que encarnan el
designio de Dios, empezando por aquellos que están perdidos,
abandonados, heridos, devastados, desalentados y privados de su
dignidad. Esta entrega total al ágape de Dios no es una vocación
ajena a la ternura y al amor. Basta con mirar a Jesús para
entenderlo.
''En
la óptica de la fe, este es un argumento muy válido. Nuestro
ministerio necesita desarrollar la alianza de la Iglesia y la
familia... de lo contrario, se marchita, y la familia humana, por
nuestra culpa, se alejará irremediablemente de la alegre noticia
evangélica de Dios e irá al supermercado de moda a comprar el
producto que en ese momento más le guste''.
''Si
somos capaces de este rigor de los afectos de Dios, cultivando
infinita paciencia y sin resentimiento en los surcos a menudo
desviados en que debemos sembrar - pues realmente tenemos que sembrar
tantas veces en surcos desviados - también una mujer samaritana con
cinco ''no maridos'' será capaz de dar testimonio. Y frente a un
joven rico, que siente tristemente que se lo ha de pensar todavía
con calma, habrá un publicano maduro se apurará para bajar del
árbol y se desvivirá por los pobres en los que hasta ese momento no
había pensado nunca''.
''Hermanos,
que Dios nos conceda el don de esta nueva projimidad entre la familia
y la Iglesia. La necesita la familia, la necesita la Iglesia, la
necesitamos los pastores''.
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