Ciudad
del Vaticano, 6 de junio de 2015 (VIS).-Después del discurso ante
las autoridades de Bosnia y Herzegovina el Papa Francisco recorrio
en papamóvil los dos kilómetros que lo separaban del estadio Kosevo
donde lo esperaban más de sesenta mil personas para participar en la
santa misa. Las lecturas de la celebración estuvieron dedicadas a la
paz y la justicia y la ceremonia fue en lengua croata. El Santo Padre
pronunció en italiano -con traducción en croata- la homilía que
reproducimos a continuación, en la que recordó que la paz es el
proyecto de Dios para la humanidad y denunció nuevamente a los que
buscan la confrontación entre culturas y civilizaciones; citando al
profeta Isaías reiteró que si la obra de la justicia es la paz, esa
paz se construye artesanalmente, día tras día.
''En
las lecturas bíblicas que hemos escuchado ha resonado varias veces
la palabra ''paz''. Palabra profética por excelencia. Paz es el
sueño de Dios, es el proyecto de Dios para la humanidad, para la
historia, con toda la creación. Y es un proyecto que encuentra
siempre oposición por parte del hombre y por parte del maligno.
También en nuestro tiempo, el deseo de paz y el compromiso por
construirla contrastan con el hecho de que en el mundo existen
numerosos conflictos armados. Es una especie de tercera guerra
mundial combatida ''por partes''; y, en el contexto de la
comunicación global, se percibe un clima de guerra.
Hay
quien este clima lo quiere crear y fomentar deliberadamente, en
particular los que buscan la confrontación entre las distintas
culturas y civilizaciones, y también cuantos especulan con las
guerras para vender armas. Pero la guerra significa niños, mujeres y
ancianos en campos de refugiados; significa desplazamientos forzados;
significa casas, calles, fábricas destruidas; significa, sobre todo,
vidas truncadas. Vosotros lo sabéis bien, por haberlo experimentado
precisamente aquí, cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto
dolor. Hoy, queridos hermanos y hermanas, se eleva una vez más desde
esta ciudad el grito del pueblo de Dios y de todos los hombres y
mujeres de buena voluntad: ¡Nunca más la guerra!
Dentro
de este clima de guerra, como un rayo de sol que atraviesa las nubes,
resuena la palabra de Jesús en el Evangelio: ''Bienaventurados los
constructores de paz'' Es una llamada siempre actual, que vale para
todas las generaciones. No dice: ''Bienaventurados los predicadores
de paz'': todos son capaces de proclamarla, incluso de forma
hipócrita o aun engañosa. No. Dice: ''Bienaventurados los
constructores de paz'', es decir, los que la hacen. Hacer la paz es
un trabajo artesanal: requiere pasión, paciencia, experiencia,
tesón. Bienaventurados quienes siembran paz con sus acciones
cotidianas, con actitudes y gestos de servicio, de fraternidad, de
diálogo, de misericordia… Estos, sí, ''serán llamados hijos de
Dios'', porque Dios siembra paz, siempre, en todas partes; en la
plenitud de los tiempos ha sembrado en el mundo a su Hijo para que
tuviésemos paz. Hacer la paz es un trabajo que se realiza cada día,
paso a paso, sin cansarse jamás.
Y
¿cómo se hace, cómo se construye la paz? Nos lo ha recordado de
forma esencial el profeta Isaías: ''La obra de la justicia será la
paz'' . ''Opus iustitiae pax'', según la versión de la Vulgata,
convertida en un lema célebre adoptado proféticamente por el Papa
Pío XII. La paz es obra de la justicia. Tampoco aquí retrata una
justicia declamada, teorizada, planificada… sino una justicia
practicada, vivida. Y el Nuevo Testamento nos enseña que el pleno
cumplimiento de la justicia es amar al prójimo como a sí mismo
Cuando nosotros seguimos, con la gracia de Dios, este mandamiento,
¡cómo cambian las cosas! ¡Porque cambiamos nosotros! Esa persona,
ese pueblo, que vemos como enemigo, en realidad tiene mi mismo
rostro, mi mismo corazón, mi misma alma. Tenemos el mismo Padre en
el cielo. Entonces, la verdadera justicia es hacer a esa persona, a
ese pueblo, lo que me gustaría que me hiciesen a mí, a mi pueblo.
San
Pablo, en la segunda lectura, nos ha indicado las actitudes
necesarias para la paz: ''Revestíos de compasión entrañable,
bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y
perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha
perdonado: haced vosotros lo mismo''. Estas son las actitudes para
ser “artesanos” de paz en lo cotidiano, allí donde vivimos. Pero
no nos engañemos creyendo que esto depende sólo de nosotros.
Caeríamos en un moralismo ilusorio. La paz es don de Dios, no en
sentido mágico, sino porque Él, con su Espíritu, puede imprimir
estas actitudes en nuestros corazones y en nuestra carne, y hacer de
nosotros verdaderos instrumentos de su paz. y, profundizando más
todavía, el Apóstol dice que la paz es don de Dios porque es fruto
de su reconciliación con nosotros. Sólo si se deja reconciliar con
Dios, el hombre puede llegar a ser constructor de paz.
Queridos
hermanos y hermanas, hoy pedimos juntos al Señor, por la intercesión
de la Virgen María, la gracia de tener un corazón sencillo, la
gracia de la paciencia, la gracia de luchar y trabajar por la
justicia, de ser misericordiosos, de construir la paz, de sembrar la
paz y no guerra y discordia. Este es el camino que nos hace felices,
que nos hace bienaventurados''.
Finalizada
la santa misa, el Papa se trasladó a la nunciatura apostólica para
almorzar con los obispos de Bosnia y Herzegovina.
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