Ciudad
del Vaticano, 19 de mayo 2015 (VIS).-''Nuestra vocación es escuchar
lo que el Señor nos pide:''Consolad a mi pueblo''. De hecho, se nos
pide que consolemos y ayudemos, sin distinción alguna, a todos
nuestros hermanos oprimidos bajo el peso de sus cruces,
acompañándolos, sin cansarnos nunca de trabajar para levantarlos
con la fuerza que viene de Dios''. Así se dirigió ayer tarde el
Papa Francisco a los obispos de la Conferencia Episcopal Italiana
inaugurando su LXVIII asamblea que hasta el 21 de mayo analizará en
el Vaticano la recepción de la Exhortación Apostólica ''Evangelii
gaudium'' (La alegría del Evangelio).
Anunciar
la alegría del evangelio en un momento histórico tan difícil como
el actual, supone para los prelados ''ir a contracorriente: es decir,
ser testigos gozosos de Cristo resucitado para transmitir alegría y
esperanza a los demás'', dijo el Santo Padre, que en su discurso
ilustró la importancia de la ''sensibilidad eclesial'' que significa
asumir los mismos sentimientos de Cristo, ''sentimientos de humildad,
de compasión, de misericordia, de concreción y de sabiduría''.
Una
sensibilidad que comporta no ''ser tímidos .. a la hora de denunciar
y luchar contra una mentalidad generalizada de corrupción pública y
privada que ha empobrecido, sin avergonzarse, a las familias, a los
jubilados, a los trabajadores honestos, a las comunidades
cristianas, descartando a los jóvenes, privados sistemáticamente de
cualquier esperanza para su futuro, y sobre todo marginando a los
más débiles y necesitados. Una sensibilidad eclesial que, como
buenos pastores, nos lleva a salir al encuentro del pueblo de Dios
para defenderlo de las colonizaciones ideológicas que lo privan de
la identidad y la dignidad humana''.
Esa
sensibilidad se manifiesta también a la hora de tomar decisiones
pastorales y elaborar documentos en que no prevalezca ''el aspecto
teorético-doctrinal abstracto, casi como si nuestras orientaciones
no estuvieran destinadas a nuestro pueblo, o a nuestro país, sino
sólo a algunos estudiosos y especialistas''. ''En cambio -subrayó
Francisco- debemos esforzarnos por traducirlos en propuestas
concretas y comprensibles''.
El
fortalecimiento de la función esencial de los laicos es otra de las
aplicaciones concretas de la sensibilidad pastoral ya que ''los
laicos que tienen una formación cristiana auténtica, no deberían
necesitar a un obispo-piloto, o a un monseñor-piloto... para
asumir sus responsabilidades en todos los ámbitos: desde el
político al social, pasando por el económico y legislativo''.
''Todos tienen necesidad, en cambio, del obispo pastor''.
Por
último, la sensibilidad eclesial se revela concretamente en la
colegialidad y en la comunión entre los obispos y sus sacerdotes; en
la comunión entre los propios obispos; entre las diócesis ricas -
materia y vocacionalmente - y las que atraviesan dificultades; entre
las periferias y el centro; entre las conferencias episcopales y los
obispos con el Sucesor de Pedro. ''En algunas partes del mundo se
nota -señaló Francisco- una debilitacion difusa de la
colegialidad, sea en la planificación pastoral, como en la puesta
en común de los proyectos económicos y financieros. Falta la
costumbre de comprobar la recepción de los programas y la ejecución
de los proyectos. Por ejemplo, se organiza una conferencia o un
evento que, dando relieve a las voces habituales narcotiza a las
comunidades, homologando decisiones, opiniones y personas, en lugar
de dejarnos llevar a esos horizontes donde el Espíritu Santo nos
pide que vayamos''.
''¿Por
qué se dejan envejecer tanto los institutos religiosos, los
monasterios, las congregaciones, hasta el punto de no ser ya casi
testimonios evangélicos fieles al carisma fundacional? ¿Por qué
no se los agrupa antes de que sea demasiado tarde desde tantos
puntos de vista?''. Se trata de un problema mundial que, como afirmó
el Santo Padre, denota una falta de sensibilidad eclesial.
''Me
detengo aquí después de haber presentado algunos ejemplos de
sensibilidad eclesial debilitada a causa de la confrontación
continua con los enormes problemas del mundo y de la crisis que no ha
escatimado ni siquiera la misma identidad cristiana y eclesial',
terminó el Obispo de Roma pidiendo al Señor que durante el Jubileo
de la Misericordia conceda a todos ''la alegría de redescubrir y
hacer fecunda la misericordia de Dios con la que estamos llamados a
dar consuelo a todo hombre y mujer de nuestro tiempo''.
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