Ciudad
del Vaticano, 5 noviembre 2013
(VIS).- Publicamos a continuación el documento preparatorio de la
III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos: Los
desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la
evangelización.
I
– El Sínodo: familia y evangelización
La
misión de predicar el Evangelio a toda la humanidad ha sido confiada
directamente por el Señor a sus discípulos y es la Iglesia quien
lleva adelante tal misión en la historia. En el tiempo que estamos
viviendo, la evidente crisis social y espiritual llega a ser un
desafío pastoral, que interpela la misión evangelizadora de la
Iglesia para la familia, núcleo vital de la sociedad y de la
comunidad eclesial. La propuesta del Evangelio sobre la familia en
este contexto resulta particularmente urgente y necesaria. La
importancia del tema surge del hecho que el Santo Padre ha decidido
establecer para el Sínodo de los Obispos un itinerario de trabajo en
dos etapas: la primera, la Asamblea General Extraordinaria del 2014,
ordenada a delinear el “status quaestionis” y a recoger
testimonios y propuestas de los Obispos para anunciar y vivir de
manera creíble el Evangelio de la familia; la segunda, la Asamblea
General Ordinaria del 2015, para buscar líneas operativas para la
pastoral de la persona humana y de la familia.
Hoy
se presentan problemáticas inéditas hasta hace unos pocos años,
desde la difusión de parejas de hecho, que no acceden al matrimonio
y a veces excluyen la idea del mismo, a las uniones entre personas
del mismo sexo, a las cuales a menudo es consentida la adopción de
hijos. Entre las numerosas nuevas situaciones, que exigen la atención
y el compromiso pastoral de la Iglesia, bastará recordar: los
matrimonios mixtos o inter-religiosos; la familia monoparental; la
poligamia, difundida todavía en no pocas partes del mundo; los
matrimonios concordados con la consiguiente problemática de la dote,
a veces entendida como precio para adquirir la mujer; el sistema de
las castas; la cultura de la falta de compromiso y de la presupuesta
inestabilidad del vínculo; formas de feminismo hostil a la Iglesia;
fenómenos migratorios y reformulación de la idea de familia;
pluralismo relativista en la concepción del matrimonio; influencia
de los medios de comunicación sobre la cultura popular en la
comprensión de la celebración del casamiento y de la vida familiar;
tendencias de pensamiento subyacentes en la propuestas legislativas
que desprecian la estabilidad y la fidelidad del pacto matrimonial;
la difusión del fenómeno de la maternidad subrogada (alquiler de
úteros); nuevas interpretaciones de los derechos humanos. Pero,
sobre todo, en ámbito más estrictamente eclesial, la debilitación
o el abandono de fe en la sacramentalidad del matrimonio y en el
poder terapéutico de la penitencia sacramental.
A
partir de todo esto se comprende la urgencia con la cual el
episcopado mundial, cum et sub Petro, considera atentamente estos
desafíos. Por ejemplo, si sólo se piensa que en el actual contexto
muchos niños y jóvenes nacidos de matrimonios irregulares no podrán
ver jamás a sus padres acercarse a los sacramentos, se comprende el
grado de urgencia de los desafíos puestos por la situación actual,
por otro lado difundida ampliamente en la “aldea global”, a la
evangelización.
Esta
realidad presenta una singular correspondencia con la amplia acogida
que está teniendo en nuestros días la enseñanza sobre la
misericordia divina y sobre la ternura en relación a las personas
heridas, en las periferias geográficas y existenciales: las
expectativas que se derivan de ello acerca de las decisiones
pastorales sobre la familia son muchas. Por lo tanto, una reflexión
del Sínodo de los Obispos sobre estos temas parece tanto necesaria y
urgente, cuanto imperativa, como expresión de la caridad de los
Pastores, no sólo frente a todos aquellos que son confiados a ellos,
sino también frente a toda la familia humana.
II-
La Iglesia y el Evangelio sobre la familia
La
buena noticia del amor divino ha de ser proclamada a cuantos viven
esta fundamental experiencia humana personal, de vida matrimonial y
de comunión abierta al don de los hijos, que es la comunidad
familiar. La doctrina de la fe sobre el matrimonio ha de ser
presentada de manera comunicativa y eficaz, para que sea capaz de
alcanzar los corazones y de transformarlos según la voluntad de Dios
manifestada en Jesucristo.
En
relación a la citación de las fuentes bíblicas sobre el matrimonio
y la familia, se indican en el presente texto sólo las referencias
esenciales. Así también para los documentos del Magisterio parece
oportuno limitarse a los documentos del Magisterio universal de la
Iglesia, integrándolos con algunos textos del Pontificio Consejo de
la Familia e invitando a los Obispos que participan en el Sínodo a
referirse a los documentos de sus respectivos organismos episcopales.
Desde
siempre y en las más diversas culturas no ha faltado nunca la
enseñanza clara de los pastores ni el testimonio concreto de los
creyentes, hombres y mujeres, que en circunstancias muy diferentes
han vivido el Evangelio sobre la familia como un don inconmensurable
para la vida de ellos y de sus hijos. El compromiso del próximo
Sínodo Extraordinario es impulsado y sostenido por el deseo de
comunicar a todos, más incisivamente este mensaje esperando que, de
este modo, «el tesoro de la revelación encomendado a la Iglesia
vaya llenando los corazones de los hombres» (DV 26).
El
proyecto de Dios Creador y Redentor
La
belleza del mensaje bíblico sobre la familia tiene su fundamento en
la creación del hombre y la mujer, ambos hechos a imagen y semejanza
de Dios (cf. Gn 1,24-31; 2, 4b-25). Unidos por un vínculo
sacramental indisoluble, los esposos viven la belleza del amor, de la
paternidad, de la maternidad y de la dignidad suprema de participar
así en la obra creadora de Dios.
En
el don del fruto de la propia unión asumen la responsabilidad del
crecimiento y de la educación de otras personas para el futuro del
género humano. A través de la procreación, el hombre y la mujer
cumplen en la fe la vocación de ser colaboradores de Dios en la
custodia de la creación y en el crecimiento de la familia humana.
El
Beato Juan Pablo II ha comentado este aspecto en la Familiaris
Consortio: «Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza (cf. Gn
1,26s): llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo
tiempo al amor. Dios es amor (1Jn 4,8) y vive en sí mismo un
misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y
conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad
del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la
capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión (cf.
Gaudium et Spes, 12). El amor es por tanto la vocación fundamental e
innata de todo ser humano» (FC, n. 11).
Este
proyecto de Dios creador, que el pecado original ha trastornado (cf,
Gn 3,1-24), se ha manifestado en la historia a través de las
vicisitudes del pueblo elegido hasta la plenitud de los tiempos,
cuando, con la encarnación del Hijo de Dios no sólo quedó
confirmada la voluntad divina de salvación, sino también, con la
redención, fue ofrecida la gracia para obedecer a esa misma
voluntad.
El
Hijo de Dios, el Verbo hecho carne (cf. Jn 1,14) en el vientre de la
Virgen Madre, vivió y creció en la familia de Nazaret y participó
en las bodas de Caná enriqueciendo la fiesta con el primero de sus
“signos” (cf. Jn 2,1-11). Él ha aceptado con alegría la
hospitalidad familiar de sus primeros discípulos (cf. Mc 1,29-31;
2,13-17) y ha consolado el luto de la familia de sus amigos de
Betania (cf. Lc 10,38-42;Jn 11,1-44).
Jesucristo
ha restablecido la belleza del matrimonio proponiendo nuevamente el
proyecto unitario de Dios, que había sido abandonado por la dureza
del corazón humano, aún en la tradición del pueblo de Israel (cf.
Mt 5,31-32; 19,3-12; Mc 10,1-12; Lc 16,18). Volviendo al origen,
Jesús ha enseñado la unidad y la fidelidad entre los esposos,
reprobando el repudio y el adulterio.
Precisamente
a través de la extraordinaria belleza del amor humano – ya
celebrada con matices inspirados en el Cantar de los Cantares y
prefigurada en el vínculo esponsalicio exigido y defendido por
Profetas como Oseas (Os 1,2-3,3) y Malaquías (Ml 2,13-16) – Jesús
ha confirmado la dignidad originaria del amor conyugal del hombre y
de la mujer.
La
enseñanza de la Iglesia sobre la familia
También
en la comunidad cristiana primitiva la familia aparece como «Iglesia
doméstica» (cf. CCC 1655). En los llamados “códigos familiares”
de las Epístolas Apostólicas neotestamentarias, la grande familia
del mundo antiguo es considerada como lugar de la solidaridad más
profunda entre mujeres y maridos, entre padres e hijos, entre ricos y
pobres (cf. Ef 5,21-6,9; Col 3,18-4,1; 1Tm 2,8-15; Tt 2,1-10; 1P
2,13-3,7; cf. además la Epístola a Filemón). En particular, la
Epístola a los Efesios ha visto en el amor nupcial entre el hombre y
la mujer «el gran misterio», que hace presente en el mundo el amor
de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5,31-32).
En
el curso de los siglos, sobre todo en la época moderna hasta
nuestros días, la Iglesia no ha hecho faltar su constante y
creciente enseñanza sobre la familia y sobre el matrimonio que la
fundamenta. Una de las expresiones más altas ha sido propuesta por
el Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral
Gaudium et Spes, la cual, refiriéndose a los problemas más
urgentes, dedica un capítulo entero a la promoción de la dignidad
del matrimonio y de la familia, como aparece en la descripción de su
valor para la constitución de la sociedad: «Así, la familia, en
la que distintas generaciones coinciden y se ayudan mutuamente a
lograr una mayor sabiduría y a armonizar los derechos de las
personas con las demás exigencias de la vida social, constituye el
fundamento de la sociedad» (GS 52). De especial intensidad es el
llamado a una espiritualidad Cristocéntrica para los esposos
creyentes: «los propios cónyuges, finalmente, hechos a imagen de
Dios vivo y constituidos en el verdadero orden de personas, vivan
unidos, con el mismo cariño, modo de pensar idéntico y mutua
santidad, para que habiendo seguido a Cristo, principio de vida, en
los gozos y sacrificios de su vocación, por medio de su fiel amor,
sean testigos de aquel misterio de amor que el Señor con su muerte y
resurrección reveló al mundo» (GS 52).
También
los Sucesores de Pedro, después del Concilio Vaticano II, han
enriquecido con su Magisterio la doctrina sobre el matrimonio y sobre
la familia, en particular Pablo VI con la Encíclica Humanae vitae,
que ofrece específicas enseñanzas sobre los principios y sobre la
praxis. Sucesivamente el Papa Juan Pablo II en la Exhortación
Apostólica Familiaris consortio ha querido insistir en este aspecto,
al proponer el designio divino sobre la verdad originaria del amor de
los esposos y de la familia, en estos términos: «El único “lugar”
que hace posible esta donación total es el matrimonio, es decir, el
pacto de amor conyugal o elección consciente y libre, con la que el
hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor,
querida por Dios mismo (cf. Gaudium et Spes, 48), que sólo bajo esta
luz manifiesta su verdadero significado. La institución matrimonial
no es una ingerencia indebida de la sociedad o de la autoridad ni la
imposición intrínseca de una forma, sino exigencia interior del
pacto de amor conyugal que se confirma públicamente como único y
exclusivo, para que sea vivida así la plena fidelidad al designio de
Dios Creador. Esta fidelidad, lejos de rebajar la libertad de la
persona, la defiende contra el subjetivismo y relativismo, y la hace
partícipe de la Sabiduría creadora» (FC 11).
El
Catecismo de la Iglesia Católica recoge estos datos fundamentales:
«La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer
constituyen una íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y
dotada de sus leyes propias por el Creador. Por su naturaleza está
ordenada al bien de los cónyuges así como a la generación y
educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido
elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento (cf. GS 48,1;
CIC can. 1055, §1)» (CCC 1660).
La
doctrina expuesta en el Catecismo se refiere tanto a los principios
teológicos como al comportamiento moral, tratados en dos títulos
distintos: El sacramento del matrimonio (nn. 1601-1658) y El sexto
mandamiento (nn.2331-2391). La atenta lectura de estas partes del
Catecismo ayuda a la comprensión actualizada de la doctrina de la
fe, que ha de sostener la acción de la Iglesia ante los desafíos
del presente. Su pastoral se inspira en la verdad del matrimonio
considerado en el designio de Dios, que ha creado el hombre y la
mujer y en la plenitud de los tiempos ha revelado en Jesucristo
también la plenitud del amor esponsalicio elevado a sacramento. El
matrimonio cristiano fundado sobre el consenso y también dotado de
efectos propios, como los bienes y las obligaciones de los esposos,
sin embargo no ha sido sustraído al régimen del pecado (cf. Gn 3,
1-24), que puede procurar heridas profundas y también ofensas a la
misma dignidad del sacramento.
La
reciente Encíclica del Papa Francisco, Lumen Fidei, habla de la
familia en su vínculo con la fe que revela «hasta qué punto pueden
ser sólidos los vínculos humanos cuando Dios se hace presente en
medio de ellos» (LF 50). «El primer ámbito que la fe ilumina en la
ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo en el
matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer: nace de su
amor, signo y presencia del amor de Dios, del reconocimiento y la
aceptación de la bondad de la diferenciación sexual, que permite a
los cónyuges unirse en una sola carne (cf. Gn 2,24) y ser capaces de
engendrar una vida nueva, manifestación de la bondad del Creador, de
su sabiduría y de su designio de amor. Fundados en este amor, hombre
y mujer pueden prometerse amor mutuo con un gesto que compromete toda
la vida y que recuerda tantos rasgos de la fe. Prometer un amor para
siempre es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los
propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente
nuestro futuro a la persona amada». «La fe no es un refugio para
gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran
llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de
fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la
fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades» (LF
53).
III
– Cuestionario
Las
siguientes preguntas permiten a las Iglesias particulares participar
activamente en la preparación del Sínodo Extraordinario, que tiene
como objetivo anunciar el Evangelio en los actuales desafíos
pastorales en relación a la familia.
1
- Sobre la difusión de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la
Iglesia en relación a la familia
a)
¿Cuál es el real conocimiento de las enseñanzas de la Biblia, de
la Gaudium et spes, de la Familiaris consortio y de otros documentos
del Magisterio post-conciliar sobre el valor de la familia según la
Iglesia Católica? ¿Cómo nuestros fieles son formados en la vida
familiar según las enseñanzas de la Iglesia?
b)
Allí donde se conocen las enseñanzas de la Iglesia ¿son éstas
integralmente aceptadas? ¿se verifican dificultades para ponerlas en
práctica? ¿Cuáles?
c)
¿Cómo se difunden las enseñanzas de la Iglesia en el contexto de
los programas pastorales a nivel nacional, diocesano y parroquial?
¿Qué catequesis se ofrece sobre la familia?
d)
¿En qué medida – y en particular en relación a qué aspectos –
dichas enseñanzas son realmente conocidas, aceptadas, rechazadas y/o
criticadas en ambientes extra eclesiales? ¿Cuáles son los factores
culturales que obstaculizan la plena recepción de las enseñanzas de
la Iglesia sobre la familia?
2
- Sobre el matrimonio según la ley natural
a)
¿Qué lugar ocupa el concepto de ley natural en la cultura civil,
tanto a nivel institucional, educativo y académico, como a nivel
popular? ¿Qué visiones antropológicas se dan por sobrentendidas en
el debate sobre el fundamento natural de la familia?
b)
¿Es comúnmente aceptado, en cuanto tal, el concepto de ley natural
en relación a la unión entre el hombre y la mujer, de parte de los
bautizados en general?
c)
¿Cómo es contestada, en la práctica y en la teoría, la ley
natural en lo que respecta a la unión entre el hombre y la mujer en
vista de la formación de una familia? ¿Cómo es propuesta y
profundizada en los organismos civiles y eclesiales?
d)
¿Cómo se deberían afrontar los desafíos pastorales que surgen
cuando bautizados, no practicantes o que se declaran no creyentes,
piden la celebración del matrimonio?
3
– La pastoral de la familia en el contexto de la evangelización
a)
¿Qué experiencias han sido maduradas en las últimas décadas en
orden a la preparación al matrimonio? ¿Cómo se ha tratado de
estimular la tarea de evangelización de los esposos y de la familia?
¿En qué modo se puede promover la conciencia de la familia como
“Iglesia doméstica”?
b)
¿Se ha logrado proponer estilos de oración en familia, que sean
capaces de resistir ante la complejidad de la vida y de la cultura
actual?
c)
¿En qué modo las familias cristianas han sabido realizar la propia
vocación de trasmitir la fe en la actual situación de crisis entre
las generaciones?
d)
¿De que manera las Iglesias locales y los movimientos de
espiritualidad familiar ha sabido crear caminos ejemplares?
e)
¿Qué aporte específico han logrado dar los matrimonios y las
familias, en orden a la difusión de una visión integral del
matrimonio y de la familia cristiana, que sea creíble hoy?
f)
¿Qué atención pastoral ha demostrado la Iglesia para sostener el
camino de los matrimonios en formación y de aquellos que atraviesan
por una crisis?
4
– Sobre la pastoral para afrontar algunas situaciones matrimoniales
difíciles
a)
¿Es una realidad pastoral relevante en la Iglesia particular la
convivencia ad experimentum? ¿Es posible estimar numéricamente un
porcentaje?
b)
¿Existen uniones libres de hecho, sin reconocimiento religioso ni
civil? ¿Hay datos estadísticos confiables?
c)
¿Son una realidad pastoral relevante en la Iglesia particular los
que están separados y los divorciados casados de nuevo? ¿Cuál es
el porcentaje numéricamente estimable? ¿Cómo se enfrenta esta
realidad a través de programas pastorales adecuados?
d)
En estos casos: ¿Cómo viven los bautizados su irregularidad? ¿Son
conscientes de ella? ¿Manifiestan simplemente indiferencia? ¿Se
sienten marginados y viven con sufrimiento la imposibilidad de
recibir los sacramentos?
e)
¿Qué piden las personas divorciadas y casadas de nuevo a la Iglesia
a propósito de los sacramentos de la Eucaristía y de la
Reconciliación? Entre las personas que se encuentran en estas
situaciones ¿cuántas piden dichos sacramentos?
f)
¿Podría ofrecer realmente un aporte positivo a la solución de las
problemáticas de las personas implicadas la agilización de la
praxis canónica en orden al reconocimiento de la declaración de
nulidad del vínculo matrimonial? Si la respuesta es afirmativa ¿en
qué forma?
g)
¿Existe una pastoral orientada a la atención de estos casos? ¿Cómo
se desarrolla esa actividad pastoral? ¿Existen al respecto programas
a nivel nacional y diocesano? ¿Cómo es anunciada a los separados y
a los divorciados casados de nuevo la misericordia de Dios? ¿Cómo
se pone en práctica el apoyo de la Iglesia en el camino de fe de
estas personas?
5
- Sobre las uniones de personas del mismo sexo
a)
¿Existe en el país una ley civil de reconocimiento de las uniones
de personas del mismo sexo equiparadas, de algún modo, al
matrimonio?
b)
¿Qué actitud asumen las Iglesias particulares y locales ante el
Estado civil, promotor de uniones civiles entre personas del mismo
sexo, y también ante las mismas personas implicadas en este tipo de
uniones?
c)
¿Qué atención pastoral es posible desarrollar en relación a las
personas que han elegido vivir según este tipo de uniones?
d)
¿Cómo habría que comportarse pastoralmente, en el caso de uniones
de personas del mismo sexo que hayan adoptado niños, en vista de la
transmisión de la fe?
6
- Sobre la educación de los hijos en las situaciones matrimoniales
irregulares
a)
¿Cuál es en estos casos la proporción estimada de niños y
adolescentes, en relación a los niños nacidos y educados en
familias regularmente constituidas?
b)
¿Con qué actitud los padres se dirigen a la Iglesia? ¿Qué piden?
¿Sólo los sacramentos o también la catequesis?
c)
¿Cómo las Iglesias particulares intentan responder a la necesidad
de los padres de estos niños de ofrecer una educación cristiana
para sus hijos?
d)
¿Cómo se desarrolla la praxis sacramental en estos casos: la
preparación, la administración del sacramento y el acompañamiento?
7
- Sobre la apertura de los cónyuges a la vida
a)
¿Tienen los cristianos un real conocimiento de la doctrina de la
Humanae vitae sobre la paternidad responsable? ¿Qué conciencia se
tiene del valor moral de los diferentes métodos de control de los
nacimientos? ¿Qué profundizaciones podrían ser sugeridas sobre
esta materia desde el punto de vista pastoral?
b)
¿Es aceptada la mencionada doctrina moral? ¿Cuáles son los
aspectos más problemáticos que dificultan la aceptación en la gran
mayoría de los matrimonios?
c)
¿Qué métodos naturales son promovidos de parte de las Iglesias
particulares para ayudar a los cónyuges a aplicar la doctrina de la
Humanae vitae?
d)
¿Cuál es la experiencia respecto a este tema en la praxis del
sacramento de la Penitencia y en la participación en la Eucaristía?
e)
¿Qué contrastes se detectan entre la doctrina de la Iglesia y la
educación civil en relación a esta temática?
f)
¿Cómo se puede promover una mentalidad más abierta a la natalidad?
¿Cómo se puede favorecerse el aumento de los nacimientos?
8
- Sobre la relación que existe entre la familia y la persona
a)
Jesucristo revela el misterio y la vocación del ser humano ¿La
familia es realmente un ambiente privilegiado para que esto tenga
lugar?
b)
¿Qué situaciones críticas de la familia en el mundo actual pueden
constituir un obstáculo para el encuentro de la persona con Cristo?
c)
¿En qué medida las crisis de fe que las personas pueden atravesar
inciden en la vida familiar?
9
- Otros desafíos y propuestas
¿Existen
otros desafíos y propuestas en relación a los temas tratados en
este cuestionario que merezcan ser considerados como urgentes o
útiles?
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