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lunes, 30 de septiembre de 2013

EL CATEQUISTA CUSTODIA LA MEMORIA DE DIOS Y LA DESPIERTA EN LOS DEMÁS

Ciudad del Vaticano, 29 de septiembre 2013 (VIS).-El catequista es aquel que custodia la memoria de Dios y sabe despertarla en los demás, ha dicho el Papa Francisco en la homilía pronunciada durante la Santa Misa en la Plaza de San Pedro en la que han participado más de 100.000 personas que también llenaban la adyacente Vía de la Conciliación.

En la jornada que concluía la peregrinación de los catequistas de todo el mundo a Roma, con motivo del Año de la Fe, el Santo Padre ha citado las palabras del profeta Amós: "¡Ay de los que se fían de Sión,...acostados en lechos de marfil!" comen, beben, cantan, se divierten y no se preocupan por los problemas de los demás”, explicando que con su dureza “ nos advierten de un peligro que todos corremos :...El riesgo de apoltronarse, de la comodidad, de la mundanidad en la vida y en el corazón, de concentrarnos en nuestro bienestar”.

Es la misma experiencia del rico del Evangelio, que se vestía lujosamente y banqueteaba con abundancia, sin que le importase nada del pobre que estaba a su puerta y que no tenía para comer porque no era asunto suyo. “Si las cosas, el dinero, lo mundano se convierten en el centro de la vida...se apoderan de nosotros, perdemos nuestra propia identidad como hombres....El rico del Evangelio no tiene nombre, es simplemente "un rico". Las cosas, lo que posee,son su rostro, no tiene otro”.

También nosotros podemos “poner nuestra seguridad en las cosas... que al final nos roban nuestro rostro humano. Esto sucede cuando perdemos la memoria de Dios” porque entonces “todo queda en el yo,en mi bienestar .La vida, el mundo, los demás...ya no cuentan nada, todo se reduce a una sola dimensión: el tener. Si perdemos la memoria de Dios, también nosotros perdemos la consistencia... perdemos nuestro rostro como el rico del Evangelio. Quien corre en pos de la nada, él mismo se convierte en nada”.

El catequista debe ser “el que custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y sabe despertarla en los demás”, como hizo María cuando recibió el anuncio del Ángel y “ ante la obra maravillosa de Dios en su vida” no se vanagloria, sino que se pone en camino para ayudar a su prima Isabel, y al encontrarse con ella, “su primer gesto es hacer memoria del obrar de Dios... en su vida, en la historia de su pueblo, en nuestra historia:...María tiene memoria de Dios”.

En el Magnificat que María canta en ese momento está también “la memoria de su historia personal, la historia de Dios con ella, su propia experiencia de fe. Y así es para cada uno de nosotros, para todo cristiano: la fe contiene precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del encuentro con Dios, que es el primero en moverse, que crea y salva, que nos transforma... El catequista es precisamente un cristiano que pone esta memoria al servicio del anuncio;no para exhibirse, no para hablar de sí mismo, sino para hablar de Dios, de su amor y su fidelidad. Hablar y transmitir todo lo que Dios ha revelado, es decir, la doctrina en su totalidad, sin quitar ni añadir nada... El mismo Catecismo, ¿qué es sino memoria de Dios, memoria de su actuar en la historia, de su haberse hecho cercano a nosotros en Cristo, presente en su Palabra, en los sacramentos, en su Iglesia, en su amor?”.

El Papa ha citado, por último, las indicaciones de San Pablo a Timoteo que pueden marcar también el camino del catequista: ”Tender a la justicia, a la piedad, a la fe, a la caridad, a la paciencia, a la mansedumbre”. “El catequista es un hombre dela memoria de Dios si tiene una relación constante y vital con él y con el prójimo;si es hombre de fe,que se fía verdaderamente de Dios y pone en él su seguridad; si es hombre de caridad,de amor, que vea todos como hermanos;si es hombre de "hypomoné", de paciencia, de perseverancia, que sabe hacer frente a las dificultades, las pruebas y los fracasos,con serenidad y esperanza en el Señor;si es hombre amable, capaz de comprensión y misericordia”.

Pidamos al Señor -ha concluido- que todos seamos hombres y mujeres que custodian y alimentan la memoria de Dios en la propia vida y la saben despertar en el corazón de los demás”.

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