Ciudad
del Vaticano, 9 julio 2013
(VIS).- El Papa encontró el sábado por la tarde en el aula Pablo VI
a los seminaristas, novicias y novicios, todos ellos jóvenes en el
camino de la vocación, que celebraban una verdadera fiesta por el
Año de la Fe. Entre profundos testimonios, música y un ambiente
alegre los jóvenes esperaron la llegada del Santo Padre que nada más
entrar causó un gran revuelo de aplausos. “Ahora aplaudís, hacéis
fiesta, porque es el momento de la luna de miel –dijo el Papa- pero
cuando termine la luna de miel, ¿qué pasa?. He escuchado a un
seminarista que decía que él quería servir a Cristo durante diez
años, y luego pensaría comenzar otra vida…¡Esto es peligroso!.
Escuchad bien: todos nosotros, incluso los más viejos, estamos bajo
la presión de esta cultura de lo provisional; y esto es peligroso,
porque uno no se juega la vida una vez para siempre. Yo me caso hasta
que dure el amor; yo me hago monja, pero por un tiempecito, un
poquito de tiempo y luego ya veré; yo me hago seminarista para ser
cura, pero no se como terminará la historia. ¡Esto no va con
Jesús!...Una elección definitiva hoy es muy difícil. En mi época
era más fácil, porque la cultura ayudaba a tomar decisiones
definitivas tanto en la vida matrimonial, en la vida consagrada o en
la vida sacerdotal. Pero en esta época no es fácil tomar una
decisión definitiva. Somos víctimas de esta cultura provisional”.
“Me
gustaría –les ha dicho- que pensarais en esto: ¿cómo puedo ser
libre de esta cultura de lo provisional? Tenemos que aprender a
cerrar la puerta de nuestra celda desde dentro, desde el interior…
cuando uno deja la llave siempre fuera, por lo que puede pasar ... No
funciona. ¡Tenemos que aprender a cerrar la puerta desde el
interior! Y si no estoy segura, si no estoy seguro, pienso, me tomo
un tiempo, y cuando me siento seguro, en Jesús, por supuesto, porque
sin Jesús, ¡nadie está a salvo! - cierro la puerta. ¿Entendéis
esto?, ¿lo qué es la cultura de la provisional?”.
El
Santo Padre ha recordado a los presentes que siempre, donde hay
consagrados, seminaristas, religiosas, religiosos y jóvenes, siempre
hay alegría. Pero ¿de dónde nace esa alegría? –ha preguntado el
Papa-. ¿De salir los sábados a bailar con los antiguos compañeros,
de las cosas que se tienen o de las experiencias extremas?. El
pontífice ha hecho un paréntesis y ha pedido a los jóvenes que en
el momento de comprar cosas (teléfonos, motos o coches, que ha
asegurado son necesarios) dejen a un lado la ostentosidad, elijan
cosas más humildes y piensen en la cantidad de niños que mueren de
hambre.
“La
verdadera alegría –ha continuado- no está en las cosas. Nace del
encuentro, de las relaciones con los demás, nace del sentirse
aceptado, comprendido, amado y del aceptar, comprender y amar, y esto
no por el interés de un momento… La alegría nace de la
gratificación de un encuentro, es sentirse decir: tú eres
importante para mi, no necesariamente con palabras. Esto es precioso,
y es justo esto lo que Dios nos hace entender”.
“La
alegría, la verdadera, se contagia y te hace seguir hacia delante.
Sin embargo, cuando te encuentras con un seminarista demasiado serio,
demasiado triste o una novicia así, tú piensas: ¡aquí hay algo
que no funciona!. Falta la alegría del Señor…No hay santidad en
la tristeza. Santa Teresa decía: ¡Un santo triste es un triste
santo!...Así que por favor: ¡nada de monjas ni curas con la cara de
guindilla en vinagreta!”.
El
Papa Francisco ha reiterado que “la raíz de la tristeza en la vida
pastoral radica en la falta de paternidad y maternidad, que viene del
vivir mal esta consagración, que en su lugar, nos debe llevar a la
fecundidad. No se puede pensar en un sacerdote o en una monja que no
sean fecundos: ¡esto no es católico!. La belleza de la
consagración: es la alegría, alegría ...”.
Para
ser testigos alegres del Evangelio –ha proseguido- hay que ser
auténticos y coherentes. Y esta es otra palabra que quiero deciros:
la autenticidad. Jesús bastoneaba a los hipócritas: hipócritas,
los que piensan “por los bajines”, y los que tienen - por decirlo
claramente – una doble cara… Esta es una responsabilidad
primordial sobre todos de los adultos, de los formadores. Es de
vosotros, formadores que estáis aquí: dar un ejemplo de coherencia
a los jóvenes. ¿Queremos jóvenes coherentes?. ¡Seamos nosotros
coherentes! Por el contrario, el Señor nos dirá lo que decía de
los fariseos al pueblo de Dios: "¡Haced lo que dicen, pero no
lo que hacen!" ¡Coherencia y autenticidad!”.
El
Santo Padre ha aconsejado a los jóvenes ser trasparentes con sus
confesores y contarles todo sin miedo, ya que esta transparencia les
hará humildes. “Decid la verdad sin ocultar, sin medias palabras
porque estáis hablando con Jesús en la persona del confesor. Y
Jesús sabe la verdad. ¡Sólo Él te perdona siempre!”.
El
Papa no ha olvidado subrayar que para edificar la vocación hacen
falta cuatro pilares: vida espiritual, vida intelectual, vida
apostólica y vida comunitaria. Aquí el Santo Padre ha acentuado el
problema que nace de la vida comunitaria: los cotilleos. “Detrás
de los cotilleos están las envidias, los celos, las ambiciones”.
Francisco ha recordado que “¡no hablar mal de los demás es un
precioso camino hacia la santidad!”, y ha recomendado a su vez la
importancia de tener amigos que nos ayuden a no caer en el
aislamiento ni en la disipación porque “una religiosa o religioso
no puede ser una isla, sino una persona siempre disponible al
encuentro”.
Papa
Francisco ha reconocido querer una iglesia más misionera y no tan
tranquila y ha pedido a los jóvenes presentes de no aprender del
deporte que los viejos como él practican a menudo: ¡el deporte de
las quejas!. Sed positivos, cultivad la vida espiritual…encontrad
personas, sobre todo las despreciadas y perjudicadas. No tengáis
miedo de salir e ir a contracorriente. Sed contemplativos y
misioneros. Tened siempre a la Virgen con vosotros, rezad el
Rosario…¡No dejadlo! Tened siempre a la Virgen con vosotros en
vuestra casa, como la tenía el Apóstol Juan. Que Ella os acompañe
y os proteja”. El Santo Padre les ha pedido que recen por él
“también yo necesito oraciones, porque soy un pobre pecador, pero
seguimos hacia delante”.
Al
final, todos los presentes se dirigieron a la Basílica de San Pedro
en procesión hasta los Jardines Vaticanos.
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