Ciudad
del Vaticano, 4 junio 2013
(VIS).-El Santo Padre, al finalizar la celebración eucarística en
la basílica de San Pedro y tras rezar ante la urna que contiene los
restos del beato Juan XXIII, recibió ayer por la tarde a dos mil
peregrinos pertenecientes a la diócesis de Bérgamo para conmemorar
los cincuenta años de la muerte del pontífice.
El
Papa recordó cómo la Plaza de San Pedro se convirtió aquellos días
en un santuario a cielo abierto, llena día y noche de fieles de
distintas edades y condiciones sociales que con asombro rezaban por
la salud del Papa y la gran conmoción de aquél 3 de junio de 1963
al saberse la noticia del fallecimiento del pontífice. El mundo
entero había visto en el Papa Juan a un pastor y a un padre. ¿Y
cómo había conseguido ganarse el corazón de personas tan
diferentes, muchos de ellos incluso, no cristianos? La respuesta, ha
dicho Francisco estaba en su lema episcopal, “Oboedientia et
pax”: Obediencia y paz.
"Comencemos
con la paz porque éste es el aspecto más evidente, el que la gente
ha visto en el papa Juan: Angelo Roncalli era un hombre capaz de
transmitir paz; una paz natural, serena, cordial; una paz que con su
elección al `pontificado se mostró al mundo entero y fue llamada
bondad. Es maravilloso encontrar un sacerdote, un cura bueno y
bondadoso", ha señalado el Santo Padre, recordando a
continuación las palabras que San Ignacio de Loyola decía a los
jesuitas sobre las tantas virtudes que debía tener un superior.
"Pero al final añadía : “Si no tiene estas virtudes, por lo
menos que tenga bondad. Es esencial".
"Esto
fue indudablemente –continuó el Papa hablando de Juan XXIII- el
trazo distintivo de una personalidad que le permitió construir,
por todas partes, amistades solidas, a menudo en contacto con
ambientes y mundos alejados del universo católico en el que nació y
se formó. Precisamente en ambientes como esos, demostró ser
eficiente estableciendo relaciones además de un valioso promotor de
unidad, dentro y fuera de la comunidad eclesial, abierto al diálogo
con los cristianos de otras iglesias, con representantes del mundo
judío y musulmán y con muchos otros hombres de buena voluntad".
"Y
aquí aparece la segunda palabra: obediencia... que en realidad, fue
el instrumento para conseguir la paz. Con un sentido simple y
concreto: llevar a cabo en la Iglesia el servicio que los superiores
le pedían , sin buscar nada para él, sin negarse a nada de lo que
se le pedía, incluso cuando esto significaba dejar tu tierra,
enfrentarse a mundos para él desconocidos, estar muchos años en
lugares donde la presencia de católicos era escasa. Éste dejarse
llevar, como un niño, construyó su camino sacerdotal".
"A
través de esta obediencia, el sacerdote y obispo Roncalli vivió
una fidelidad más profunda, que podríamos definir, como habría
dicho él, un abandono a la Divina Providencia. Él reconocía
constantemente, en la fe, que a través de esa forma de vida
-aparentemente guiada por otros, no conducida por los propios gustos
o basada en una sensibilidad espiritual personal- Dios estaba
diseñando su proyecto".
"Aún
más profundamente, a través de este abandono cotidiano a la
voluntad de Dios, el futuro papa Juan, vivió una purificación, que
le permitió desligarse de sí mismo y unirse a Cristo, dejando de
esta manera surgir esa santidad que la Iglesia más tarde ha
reconocido oficialmente. “Quien pierda la propia vida por mi, la
salvará” nos dijo Jesús. Esta es la verdadera fuente de bondad
del papa Juan, de la paz que ha difundido en el mundo, aquí está la
raíz de su santidad: en esta obediencia evangélica . Esta es una
enseñanza para cada uno de nosotros, incluso para Iglesia de nuestro
tiempo: si conseguimos dejarnos guiar por el Espíritu Santo,
mortificar nuestro egoísmo para dejar espacio al Señor y a su
voluntad, entonces encontraremos la paz, sabremos ser constructores
de paz y esparciremos esa paz a nuestro alrededor".
Al
final, el Papa se ha dirigido a los fieles presentes: "Imitad su
santidad. Dejaros guiar por el Espíritu Santo. No tengáis miedo de
los riesgos, como él no tuvo miedo. Docilidad al Espíritu, amor a
la Iglesia y adelante...que el Señor hará todo el resto".
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